Luciana caminaba por la playa con la mirada perdida, buscando un taxi que la llevara de vuelta a la mansión. Las lágrimas seguían rodando por sus mejillas, y el frío de la noche se clavaba en su piel. Salió del bar en medio de la desesperación, con el corazón roto y solo la pequeña cartera que había logrado llevarse en su apuro. El sonido de las olas se mezclaba con los sollozos que trataba de ahogar, y su mente estaba tan nublada que apenas notó cuando su teléfono vibró en su bolso. Lo sacó con manos temblorosas y vio que era un mensaje de Perla. Dudó un segundo antes de abrirlo, pero lo que vio la dejó aún más destrozada. Era un video, grabado desde el celular de Perla. En la pantalla, podía ver con claridad cómo Santiago y Perla estaban teniendo sexo en lo que parecía ser un hotel. La imagen se volvió borrosa por sus lágrimas, y Luciana sintió que su mundo se desmoronaba aún más. Soltó un grito ahogado, incapaz de creer lo que sus ojos veían. Santiago, quien la había besado ap
Christhopher se despertó cerca del amanecer, sintiendo un peso suave y cálido sobre su pecho. Al abrir los ojos, esbozó una sonrisa al darse cuenta de que Luciana estaba profundamente dormida encima de él, con su cuerpo enredado como si él fuera un árbol al que ella se aferraba. Su cabeza reposaba en su hombro, y una de sus piernas se había deslizado sobre las suyas. El contraste entre la pequeña figura de Luciana y su propia corpulencia le resultó divertido, especialmente al notar cómo se había movido tanto durante la noche hasta acabar en esa posición. La habitación estaba en silencio, apenas iluminada por la tenue luz del amanecer que se filtraba por las cortinas. Christhopher sintió una inesperada ternura al observarla dormir tan plácidamente, ajena a la tormenta emocional que la había sacudido la noche anterior. El momento fue interrumpido cuando la puerta se abrió con un leve chirrido, y Alessio asomó la cabeza por el umbral. Chris le lanzó una mirada afilada, y con un gesto
Cuando llegaron a la ciudad, el reloj marcaba cerca de las diez de la noche. La oscuridad envolvía las calles y las luces de los postes iluminaban suavemente el camino. Luciana bajó del avión con los pensamientos revoloteando en su cabeza, tratando de apartar la tensión que había sentido durante todo el vuelo. Subió al auto con Christhopher y Alessio, quien iba al volante, manteniendo el aire sereno y profesional que siempre lo caracterizaba. El trayecto fue silencioso para ella, mientras Chris y Alessio discutían sobre asuntos de negocios. Luciana intentaba concentrarse en el paisaje que pasaba fugazmente por la ventana, evitando mirar a Chris. Su presencia, tan imponente como siempre, la hacía sentir inquieta. Al llegar frente a su casa, Alessio detuvo el auto suavemente y giró para despedirse. Luciana sonrió, agradecida, intentando no demostrar lo cansada que estaba. —Muchas gracias por traerme —le dijo a Alessio con una cálida sonrisa mientras se inclinaba para darle un beso
Luciana se despertó sintiendo el brazo de Chris rodeando su cintura, su cuerpo pegado al de él de manera tan natural que parecía que siempre había sido así. Le resultaba increíble cómo en tan solo dos días su mundo había cambiado tanto. Apenas 48 horas atrás, estaba destrozada por Santiago, y ahora estaba entre los brazos de su hermano gemelo. Lo había dejado besarla, tocarla, y para su sorpresa, había disfrutado de cada momento. Al girarse, lo observó dormir con una paz que contrastaba con la intensidad de su carácter despierto. Su piel era suave, su rostro tenía esa expresión angelical que tanto la confundía. Aunque Santiago y Chris eran físicamente idénticos, ella notaba lo diferente que era Chris: más oscuro, más peligroso, pero en ese instante, lucía vulnerable y hermoso. Luciana no pudo evitar llevar una mano a la mejilla de Chris, acariciando suavemente su piel antes de deslizar sus dedos hacia sus labios. Era imposible no sentirse atraída por él, a pesar de lo que su mente
Cuando Luciana terminó de despabilarse, se dirigió al baño para darse una ducha rápida. Secó y cepilló su cabello con esmero, luego se maquilló, buscando un equilibrio entre lo natural y lo sofisticado. De su guardarropa habitual eligió un vestido en tono pastel, que era elegante pero casual, perfecto tanto para la universidad como para la oficina más tarde. Al bajar las escaleras, notó que sus padres ya habían llegado. Ambos la recibieron con un cálido abrazo. —¿Volviste antes? —preguntó Camilo, mirándola con curiosidad. —Sí, es que seré la asistente de Christhopher por esta semana y no quise quedar mal —respondió Luciana, mientras se acomodaba el cabello—. ¿Qué tal el viaje? —Hermoso, mi amor —contestó Ximena con una sonrisa maternal. —Las amo, pero necesito descansar para mi reunión de la tarde —dijo Camilo, con tono cansado mientras se dirigía a su habitación. Ximena se quedó observando a Luciana con detenimiento, como si notara algo distinto en su hija. Sus ojos brillaron c
Christhopher estaba en su oficina, sumido en papeles y llamadas telefónicas, cuando notó la entrada de Luciana. Su presencia era inconfundible, especialmente con la bandeja que llevaba en las manos. Chris observó cómo se acercaba con paso firme, el olor de la comida que había traído impregnando la oficina. —Chris, perdón por tardarme, pero quise comprar tu almuerzo favorito —dijo Luciana con una sonrisa cálida, colocando la bandeja en el escritorio frente a él. Chris la miró de reojo y luego se dirigió a sus documentos, sin inmutarse. Su rostro seguía serio, y su mirada no dejaba de centrarse en el trabajo que tenía por delante. —Déjalo allí. No tengo hambre —respondió de manera cortante, su tono impersonal. Luciana lo observó con una mezcla de confusión y decepción. Se acercó a él, buscando una señal de amabilidad en su expresión. Su sonrisa se desvaneció al notar que él mantenía un aire distante. Cuando se sentó en sus piernas, esperando quizás una reacción más cálida, él la
Luciana se despertó temprano, llena de anticipación por el día que tenía por delante. Al llegar al centro comercial, su madre, Ximena, la recibió con una sonrisa radiante. Ximena había planeado una jornada completa para renovar el guardarropa de Luciana, convencida de que un cambio de imagen la haría sentir más segura y moderna. Ximena guió a Luciana a través de las tiendas, eligiendo con esmero faldas cortas y vestidos escotados que resaltaran la figura de su hija. Luciana, acostumbrada a un estilo más conservador, se sintió un poco incómoda al principio, pero pronto se dio cuenta de que Ximena tenía razón. Los nuevos atuendos acentuaban su belleza natural y le daban un aire fresco y sofisticado. Después de una agotadora sesión de compras, Ximena llevó a Luciana al salón de belleza. Allí, un estilista le ofreció un nuevo corte de cabello, ondulándole las puntas para darle un aspecto más moderno y dinámico. El maquillaje también fue renovado, con tonos que resaltaban sus ojos y ace
Luciana estaba agotada por su día de trabajo, pero Santiago le había insistido tanto en que se vieran, que finalmente aceptó darle solo una hora para hablar. No quería arruinar una amistad de tantos años, aunque algo en su interior le decía que esa reunión cambiaría las cosas para siempre. Justo cuando estaba a punto de caminar hacia el ascensor, sintió una mano firme que la tomó del brazo. Al girarse, se encontró con Christhopher, y antes de que pudiera decir algo, él la levantó rápidamente, cargándola sobre su hombro sin decir una palabra. —¡Chris, bájame! ¡Bájame!—gritaba ella, luchando por liberarse, mientras los pocos empleados que quedaban en la empresa observaban la escena con sorpresa y curiosidad. Pero él no dijo nada. Con pasos decididos, bajó en el ascensor de los empleados, ignorando los gritos y las patadas que ella le daba en la espalda. Luciana, frustrada y resignada, dejó de luchar cuando se dio cuenta de que era inútil. Desde su posición, alcanzó a ver a Alessio