Hasta que la muerte los separe
Domenico abrió los ojos para leer el nombre de Pía Zambrano escrito en el frío mármol, la única mujer que pudo amar y a quien perdió. La misma mujer que le dejó un bello y maravilloso regalo del que muy pocos tenían conocimiento y él lo había preferido así. Paolo era su más preciado tesoro, su hijo.
—Lamento haberte dejado aquella mañana, Pía —dijo, acariciando el frío yeso—. Volví por ti, sin embargo, lo hice demasiado tarde —se lamentó.
Domenico Conte no se había perdonado y no se perdonaría jamás que su abandono condenara a Pía a casarse con un hombre al que no amaba y la convirtió en una mujer distinta a la jovencita que él había conocido.
De aquella mujer únicamente quedó el recuerdo, cuando volvieron a verse Pía lo miró con tal desprecio y odio que él no pudo decirle la verdad sobre su hijo.
—Papá —la voz de Paolo le hizo girarse.
—Dime.
—¿Por qué tienes que irte de nuevo? —preguntó.
—¿Cómo sabes que voy a marcharme?
—Te escuché hablar con el abuelo, ¿Por qué tienes que volver a Italia? —preguntó, mientras se frotaba los ojos, eran apenas las seis de la mañana en Grecia.
—Tengo cosas que resolver, pero no te dejaré solo por mucho tiempo —le aseguró.
Domenico se agachó hasta quedar en cuclillas frente a Paolo.
—El abuelo quiere que vuelvas, ¿verdad?
Domenico no quería mentirle a su hijo, pero no se sentía capaz de decirle que aquella noche iba a casarse con Pilar Di Monti, la hija de su padrino.
Pilar le había montado una trampa y él como idiota había caído redondito. Le había hecho el amor, la había llevado al cielo y ella lo había arrastrado al infierno.
Domenico luchó para no recordar aquella noche que vivió con Pilar Di Monti, era la única manera de evitar desear matar a la mujer con sus propias manos.
¡Ni siquiera sabía de dónde diablos había sacado Ennio una hija menor! Él solamente conocía a Ilenia, la mujer con quien supuestamente debía casarse.
—Llévame contigo, papá, no quiero quedarme en Grecia —las palabras de Paolo interrumpieron los pensamientos asesinos del hombre.
—Te llevaré, pero no hoy, Paolo.
El niño bajó la mirada y no insistió.
Domenico odiaba no poder complacer a su hijo, pero no quería llevarlo y dejarlo olvidado en una de las casas de seguridad en Sicilia, no era así como quería que su hijo volviera a casa.
—Por favor —dijo de repente.
Domenico dejó escapar una maldición, ¿Cuánto tiempo más podía negarse a llevarlo con él?
—Domenico, tu padre pide que vuelvas a Italia —expresó Vittorio en tono bajo.
—¿Pide u ordena? —preguntó con ironía.
—Domenico…
—Prepara el helicóptero, llevaré a Paolo conmigo —anunció sin más.
—¡Te has vuelto loco!
—Haz lo que te ordeno —dijo tajante, sin darle lugar a ninguna réplica.
—Por supuesto —Vittorio hizo una ligera inclinación y volvió sobre sus pasos.
—¿De verdad vas a llevarme? —preguntó Paolo con ojos ilusionados.
—Sí, pero tendrás que quedarte por unos días en isla Bella, ¿estás de acuerdo?
—Sí, estaré más cerca de ti y de Sicilia —dijo con alegría.
—Entonces, despídete de tu madre —le pidió.
Domenico sabía que esa tumba estaba vacía, pero era el único sitio donde podía venir y lamentarse por su amor perdido. Era todo lo que podía hacer por Pía y por ellos.
Por la tarde Domenico y Vittorio aterrizaron en el hangar privado de la mansión Conte en Sicilia, lo más difícil que había hecho el diablo ese día, fue dejar a Paolo lejos de él, pero por el momento era lo mejor.
—Pensé que no llegarías —pronunció Alessio, saliendo al encuentro de Domenico.
—Podría no haberlo hecho, me tendieron una m*****a trampa para obligarme a dar este paso; sin embargo, ¿Por qué tiene que ser una boda religiosa? —cuestionó fingiendo una calma que no sentía.
Domenico estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no asesinar a su padre y a su padrino, sin mencionar a la novia. Él estaría más que complacido de volver a ponerle las manos encima y no precisamente para hacerle el amor, sino para retorcerle el cuello, por arribista y conspiradora.
—El divorcio no existe, Domenico, solo la muerte podrá separarlos —aseguró Alessio.
—Te aseguro que no tengo ningún problema en romper récord y convertirme en un hombre viudo a pocos minutos de casado.
—Cuida tu lengua, Domenico —recomendó Alessio mirando de un lado a otro—. Vete a vestirte, los invitados no demoran en llegar.
Domenico no se molestó en replicar, si no fuera por las condiciones en las que lo habían encontrado con Pilar Di Monti, jamás habría accedido a casarse con ella; pero en la mafia había reglas que no podía evadir, sobre todo cuando existía la posibilidad de que aquella noche tuviese consecuencias.
¡Se había comportado como un maldito crío y no se había puesto un condón!
Pero lamentarse no le servía de nada, al final de la noche estaría unido a Pilar, la bastarda de Ennio Di Monti.
Sobre la siete de la noche, Domenico salió de su habitación, bajó las escaleras con tal lentitud, como si eso fuera a retrasar el maldito momento que diera el sí quiero.
—Ha llegado gente de la Camorra, Ennio se ha encargado de todos los anillos de seguridad. Esto no me huele nada bien —musitó Vittorio al acercarse a él.
—Envía a nuestros hombres con discreción a los puntos importantes, tampoco confío en Ennio —gruñó.
Vittorio asintió y se marchó para cumplir las órdenes, mientras Domenico salía al jardín.
El hombre fue abordado por varios miembros de la familia Conte, quienes lo felicitaron por el cumplir con el acuerdo, La Cosa Nostra y la Camorra, unidos no solo por la amistad entre las familias sino también por el lazo sagrado del matrimonio, del cual esperaban que naciera el heredero que unirá las dos mafias con lazos de sangre.
—No te ves muy feliz —murmuró un hombre muy parecido a Domenico, pero unos pocos años más joven.
—Nadie en mi lugar lo estaría Pietro —respondió mirando a su hermano.
—Con gusto ocuparía tu lugar querido hermano, pero no tuve la suerte de ser el primogénito de Alessio —mencionó.
—Será mejor que te ocupes de tus asuntos Pietro, que yo me ocuparé de los míos. Esta boda es un mero trámite y todos los que estamos aquí presentes lo sabemos —aseguró con frialdad.
—Es una pena que Pilar actuara en tu contra —prosiguió haciendo caso omiso a la petición de Domenico, pero que captó su atención.
—¿La conoces?
—Un poco. Sé de buena fuente que es hija de una aventura de Ennio con una mujer latina, desconozco su nacionalidad, por si pensabas preguntar —dijo—. Tal parece que Ilenia se negó a acatar las órdenes de Ennio y se marchó a Francia con su guardaespaldas.
Domenico apretó los puños, mientras escuchaba las palabras de su hermano menor y entre más sabía de Pilar, más sentía que la odiaba y a Ennio Di Monti con ella.
—Es la hora, la novia ha llegado —anunció Pietro apartándose de Domenico—. Pon tu mejor sonrisa, te aseguro que tu rostro estará circulando por toda Italia a primera hora de la mañana —le recomendó.
Sin embargo, Domenico sentía todo, menos deseos de reír. Su mirada oscura se posó sobre la mujer que caminaba en su dirección vestida de blanco. Un hermoso vestido de princesa y Domenico no puedo evitar pensar en Pía. La única mujer que ocupaba sus pensamientos, la única mujer a quien amaría para el resto de sus días ya fueran muchos o pocos. Ella era la única dueña de su vida y de su alma.
Pilar Di Monti, sintió que su corazón iba a detenerse en el momento que Domenico entró en su campo de visión. La mujer se lamentaba su vena rebelde, si ella no hubiese intentado escapar aquella noche que terminó en el Malavita, quizá habría tenido más tiempo para escapar del destino que su padre tenía para ella; pero no había contado con su mala suerte y menos que terminaría en la cama del hombre que era su prometido.
Por varias semanas había escuchado hablar de él, pero no había tenido el gusto de conocerlo, pero todo lo que decían de él parecía quedarse corto. ¡Ese hombre era el diablo en persona!
“Y tú arderás en su infierno”, le susurró su conciencia.
Pilar pasó el nudo formado en su garganta; no obstante, no pudo hacer nada para quitarse la angustia que se había instalado en la boca de su estómago, era la sensación más horrible que había experimentado jamás.
—Sonríe —ordenó Ennio al ver su rostro pálido y asustado.
—No me hagas esto, envíame de regreso a América —rogó entre dientes para no ser escuchada.
—Deja de hablar, Pilar, ¿recuerdas por qué estás aquí? —preguntó, sonriendo para los invitados mientras caminaban al altar, la marcha nupcial de fondo camuflaba su conversación.
Pilar asintió.
—Lo imaginé —susurró.
Pilar no respondió, pero cuando su mano tocó la mano de Domenico, no pudo evitar el escalofrío que recorrió su cuerpo y nada tenía que ver con algún tipo de deseo o atracción. ¡Era miedo! Ese hombre la odiaba con todo su ser, no necesitaba ser adivina para saberlo, sus ojos decían lo que sus labios callaban.
Domenico y Pilar se arrodillaron frente al altar improvisado en el jardín de la familia Conte, el religioso a cargo de la ceremonia dio inicio y ninguno de los dos prestó atención, cada uno estaba sumergido en sus pensamientos.
El religioso no se molestó en pedir sus votos, había sido avisado con anticipación que no era necesario que de igual manera su matrimonio sería para toda la vida.
—En nombre de la iglesia, yo los declaro marido y mujer, hasta que la muerte los separe —pronunció el hombre—. Puede besar a la novia.
Domenico se inclinó sobre el rostro sonrojado de Pilar, ella tragó al sentir el cálido aliento del hombre sobre su rostro, cerró los ojos cuando sus labios casi se rozaron entre sí.
—Te prometo que te haré pagar por esto, lamentarás haberte cruzado en mi camino —susurró antes de alejarse de ella de manera brusca. Dejando una sensación de miedo en el corazón y cuerpo de Pilar.
«Te prometo que te haré pagar por esto».Aquellas palabras fueron un mantra en la cabeza de Pilar Di Monti durante las horas que duró la fiesta y la acompañaron durante el trayecto al hotel, donde pasarían su noche de bodas.Pilar echó un vistazo al semblante serio de su marido, apartó la mirada tan rápido como pudo para evitar que él se diera cuenta de que lo observaba.La joven se preguntaba ¿Cómo diablos fue a terminar precisamente en los brazos del hombre de quien escapaba? Quizá era cosa del destino, realmente había sido una tontería desafiar a su padre de aquella manera tan abierta. Ennio no era un hombre que se fuera por las ramas y lo había dejado muy claro el día que se presentó en su casa y la obligó a venir con él, hasta ese momento Pila no tenía conocimiento de sus verdaderos orígenes, su madre nunca le habló de su padre y menos de lo terrible que podía ser. Pilar jamás se hubiese imaginado que por sus venas corría sangre siciliana y mucho menos se imaginó ser la hija de
Domenico caminó por los pasillos de la empresa, mientras recibía las felicitaciones por su reciente matrimonio, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por mantener la sonrisa en su rostro, al fin y al cabo, ninguna de esa gente tenía la culpa de lo ocurrido. No podía decir lo mismo de la mujer que caminaba detrás de él con una sonrisa tatuada en el rostro.—¿Se puede saber qué es lo que te causa tanta gracia? —preguntó una vez que estuvieron en la seguridad de su oficina.—¿Qué tiene de malo que sonría? —preguntó y añadió—: ¿no es lo mismo que tú hacías mientras saludabas a tus empleados?Domenico apretó los dientes con tal fuerza que su mandíbula se marcó de manera pronunciada, dándole un aspecto rudo. Aunque Pilar pensaba que eso era imposible.—No intentes pasar la línea entre nosotros, Pilar. Te lo he dicho antes y te lo repito, no eres nadie en mi vida —juró.—Lo has dejado tan claro como el agua, Domenico. Por lo que no comprendo tu necedad de repetírmelo —lo encaró Pilar.—Quie
«Acepta tu destino o termina con ella»«Termina con ella»Aquellas palabras se repitieron como un mantra en la cabeza de Domenico y lo peor es que cada vez que lo pensaba la idea le resultaba realmente tentadora. Pero ¿Sería capaz de hacerlo? La pregunta no tenía ninguna respuesta por su parte.—Dejé a la señora Conte en ático, tal como me lo has indicado —informó Vittorio, listo para recibir la furia de Domenico.—Pilar, ese es su nombre —espetó, girándose para ver a su guardaespaldas y amigo con furia contenida.—Te guste o no, es tu esposa y no debes dar lugar a malos entendidos, te aseguro que Ennio Di Monti tiene puesta la mirada sobre la organización.—Me importa muy poco lo que Ennio espera de esta unión, fui claro y de no haber sido porque me tendieron una trampa, jamás me habría casado con Pilar —aseguró.—Yo no estaría tan seguro, Domenico, aquella noche fuiste tú quien la buscó y no, al revés. Dudo mucho que ella supiera quien eras hasta la mañana siguiente —Vittorio sabía
Pilar luchó para que su cuerpo no temblara, su vestido era pegado a su cuerpo y se sentía incómoda además de expuesta, pero la nota que llevaba escrita era clara, debía usar el vestido esa noche y hacer su mejor papel. Ella no sabía lo que eso significaba, no obstante, el recordatorio del trasplante de corazón que su madre necesitaba, estaba fina y delicadamente escrito al final.Lo que definitivamente Pilar no esperaba era la penetrante mirada de Domenico sobre su cuerpo y mucho menos ese fuego que había visto en sus ojos el día que terminaron en la cama, aquel día que fue su condena y sentencia.—¿Te comieron la lengua los ratones? —preguntó Pilar de repente, pues el silencio era abrumador, cargado de una tensión que ella no quería y tampoco necesitaba en ese momento. Ya tenía mucho con ir vestida de aquella manera para ser exhibida ante la sociedad siciliana.La pregunta de Pilar sacó a Domenico de su burbuja e hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no tomarla allí mismo.—
Que nunca se entere Pilar gimió sin poder contener más el dolor que le atravesaba el cuerpo, no era solamente su costado herido y lleno de sangre, sino también el dolor intenso que sentía en la parte baja de su vientre, justo donde su cadera pegó contra la puerta del auto.—Me duele —expresó mientras el olor metálico de la sangre le hizo sentirse mareada.—¿Pilar? —llamó Domenico saliendo de su estupor inicial.—¿Qué sucede? —preguntó Vittorio girando la cabeza para ver lo que ocurría con Domenico y Pilar.—¡Maldición! —exclamó Domenico al sentir el cuerpo de Pilar desvanecerse.—¿Domenico? —insistió Vittorio, mientras el auto se desplazaba por la zona de rocas para retomar la carretera principal.—¡Pilar está herida y se ha desmayado! —gritó.Vittorio miró a Pilar, tenía los ojos cerrados y una mano llena de sangre sobre su costado.—¡Conduce a Palermo sin detenerte, no importa lo que tengas que hacer, pero hazlo a la brevedad posible! —gritó el guardaespaldas.El chofer asintió, pr
¿Quién es él?Domenico miró el cuerpo inerte de Pilar sobre la cama, había logrado que el médico de turno firmara el traslado y la había traído a casa. Sabía que era una locura darle tanto conocimiento, pero mientras estuviese inconsciente, no la miraba como un peligro.—No debiste traerla a la isla —dijo Vittorio entrando a la habitación acompañando a la enfermera encargada de vigilar la salud de Pilar.—No tuve más opciones, no podíamos quedarnos en Palermo luego del ataque —mencionó Domenico prestando atención a la mujer que aplicaba una dosis de antibiótico en el suero conectado a la vena de Pilar.—¿Confías en ella? —preguntó una vez que la mujer salió de la habitación.—Hay muchas cosas que pasan por mi cabeza, Vittorio. Quizá y solo quizá tengas razón —aceptó, dejando a Vittorio confundido.—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó.—Esa noche en el antro —dijo, alejándose de Pilar y posando su mirada sobre el inmenso mar que rodeaba la isla Bella—. Esa noche fui yo quien se fijó
Zona prohibida Pilar apartó la mira para no ver más a Paolo, el niño jugaba por los alrededores, ajeno a ella y por el momento prefería que fuera así. Ella no sabía si la enfermera estaba en lo cierto, lo único que ahora le importaba era recuperarse y no pensar en que le importaba poco a Domenico como para no estar en la habitación con ella. Pilar cerró los ojos y se quedó dormida de nuevo. Dos horas más tarde el hambre la despertó, supuso que moriría famélica; sin embargo, se encontró con Vittorio y una bandeja de comida. —El chef ha seguido las instrucciones del doctor y la enfermera, no habrá ningún problema con que comas —expuso. Pilar asintió y no se detuvo a preguntar qué era lo que había en la taza, ella comió como si no hubiese un mañana. —Hazlo despacio, Pilar, nadie te está corriendo —la regañó, pero su tono era jocoso, por lo que Pilar se sonrojó. —Lo siento —se disculpó. Vittorio negó, se apartó de ella para dejarle comer y se acercó al ventanal, pensando en cómo ret
Por culpa de una manzana«¿Tienes un hijo?»Domenico se congeló en su sitio al escuchar la pregunta de Pilar, se mordió el labio hasta hacerse sangre al comprender que debía existir una razón fuerte para que ella hiciera tal cuestionamiento y solo podían existir dos opciones: Paolo se había dejado ver o ella había salido de la habitación, lo cual era imposible dada su condición, a lo mucho Pilar podía caminar dentro del chalet y confiaba su vida a Vittorio como para imaginar que él hiciera ese tipo de comentario.—¿Por qué no respondes, Domenico? —insistió Pilar. La joven de repente sintió un extraño vació en el pecho, algo que fue haciéndose más y más grande.—¿Quién te ha dicho que tengo un hijo? —cuestionó en lugar de responder.—Vi al niño en el ventanal y sé que ha estado aquí —susurró.Domenico giró sobre sus pies y miró a Pilar, pensando si decirle o no la verdad, ¿Qué pasaría si ella un día lo traicionaba? ¿Podría confiar en ella la vida de su hijo, un único hijo vivo? La culp