Domenico caminó por los pasillos de la empresa, mientras recibía las felicitaciones por su reciente matrimonio, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por mantener la sonrisa en su rostro, al fin y al cabo, ninguna de esa gente tenía la culpa de lo ocurrido. No podía decir lo mismo de la mujer que caminaba detrás de él con una sonrisa tatuada en el rostro.
—¿Se puede saber qué es lo que te causa tanta gracia? —preguntó una vez que estuvieron en la seguridad de su oficina.
—¿Qué tiene de malo que sonría? —preguntó y añadió—: ¿no es lo mismo que tú hacías mientras saludabas a tus empleados?
Domenico apretó los dientes con tal fuerza que su mandíbula se marcó de manera pronunciada, dándole un aspecto rudo. Aunque Pilar pensaba que eso era imposible.
—No intentes pasar la línea entre nosotros, Pilar. Te lo he dicho antes y te lo repito, no eres nadie en mi vida —juró.
—Lo has dejado tan claro como el agua, Domenico. Por lo que no comprendo tu necedad de repetírmelo —lo encaró Pilar.
—Quiero dejarte claro el lugar que ocupas en mi vida, eso es todo —aseguró girándose para caminar a su silla detrás de un lujoso escritorio de caoba, pero las palabras de Pilar le hicieron detener en seco.
—Más bien creo que las repites para poder creérselo. ¿De qué tienes miedo Domenico Conte? —preguntó acercándose a él sin ningún tipo de precaución, su mecha era corta y el hombre, delante de ella, la había encendido—. ¿Temes enamorarte de una mujer como yo?
Domenico se giró tan violentamente que no le dio ninguna oportunidad a Pilar para salir de su camino y antes de que pudiera comprender lo que sucedía había sido tomada por el cuello y arrinconada contra la pared más cercana.
Pilar dejó escapar un gemido al sentir la dureza chocar contra su espalda, sin embargo, no se retractó de sus palabras y tampoco apartó la mirada de Dominico.
—¿Vas a matarme? —le preguntó sintiendo que el aire empezaba a faltarle.
—Te aseguro que, si no cierras la boca, es exactamente lo que haré —aseguró con los dientes apretados.
—Entonces, ¡hazlo, Domenico! ¡Cierra tu mano sobre mi garganta hasta la asfixia! —exclamó, aunque su voz salió ronca, ella no suplicó por piedad. Lo había hecho con Ennio y no le había servido de nada.
Domenico apartó la mano del cuello de Pilar como si su piel le quemara y se alejó de ella.
—No me provoques, Pilar, porque te juro que no habrá una segunda vez.
Pilar se llevó una mano a su cuello, lo miró por unos largos minutos antes de hablar:
—Eres un hombre cruel y despreciable, Domenico, no eres muy distinto de Ennio Di Monti, quizá eres mucho peor que él —espetó con lágrimas en sus ojos, lágrimas que se negó a derramar.
La mirada furiosa de Domenico no presagiaba nada bueno, aun así, Pilar no se detuvo.
—Ni siquiera me conoces, pero juzgas como si fueras Dios, eres un hombre común y corriente, Domenico, y un día tendrás que tragarte cada una de tus palabras.
—¡Sal de mi oficina y vete a donde no pueda verte! —gritó.
Esta vez Pilar no lo contradijo e hizo exactamente lo que le pidió, salió de la oficina sin rumbo fijo.
Pensando que esta sería una buena oportunidad para escapar, pero… ¿A dónde? Ella no tenía amigas, ni siquiera conocía toda la región de Sicilia.
Pilar caminó con tanto afán, que ni siquiera se fijó en el hombre que venía directamente hacia ella, hasta que sus cuerpos impactaron y ella dejó escapar un gemido de dolor cuando cayó de bruces al frío piso.
—Lo siento —se excusó con rapidez.
—¿Estás bien?
Pilar levantó la mirada para encontrarse con un hombre que parecía ser la versión más joven de Domenico y que le extendía la mano para ayudarla a ponerse de pie.
—Soy Pietro, el hermano menor de Domenico —informó, aunque Pilar lo conocía, había estudiado a todos los miembros de la familia Conte, para no parecer una recién aparecida en la alta sociedad siciliana.
—Gracias —susurró ella, tomando la mano y poniéndose de pie.
—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó.
Pilar no sabía si confiar en él o no, después de todo era el hermano de Domenico y algo debían tener en común.
—Necesito ir a casa, tengo que recoger algunas de mis cosas —expresó sin dar mayor información.
—No hace falta que vuelvas a la mansión Di Monti, tus pertenencias llegaron a la casa de Domenico esta mañana, así lo ha informado tu padre.
Pilar asintió, pero estaba igual de pérdida, no sabía dónde quedaba la casa de Dominico o si era la misma donde se había llevado a cabo de boda la noche anterior.
—¿No sabes dónde vive Domenico? —preguntó Pietro.
—No.
—Lo imaginé, puedo llevarte personalmente o pedirle a Gaia que lo haga —se ofreció con tal amabilidad que Pilar no pudo evitar desconfiar de Pietro.
—¿Quién es Gaia? —preguntó al no ver a nadie más que ellos en el estacionamiento.
—Es la secretaria de Domenico.
—Dudo mucho que él quiera que alguien de su entorno me acompañe —musitó.
—Por lo que veo han comenzado con el pie izquierdo.
Pilar se encogió de hombros.
—Llamaré a Gaia para que te lleve a casa, te das un baño y te olvidas de lo que sea que haya sucedido hoy. Debías estar de luna de miel y no metida entre cuatro paredes. Sin embargo, no podemos esperar mucho de Domenico —dijo como si le estuviera contando un secreto.
—Señora —la voz de Vittorio les interrumpió—. El señor me ha pedido que la lleve a casa —añadió.
Pietro y Vittorio se enfrentaron en un duelo de miradas por unos breves segundos antes de que el hermano de Domenico guardara el móvil.
—Te veré después, Pilar, papá, ha organizado una reunión para el próximo fin de semana y ustedes serán los invitados de lujo —informó.
Pilar dudaba, pero no dijo nada, en su lugar, caminó detrás de Vittorio, quien le abrió la puerta y la cerró, apenas ella entró en el auto.
—La llevaré al ático en Vía Príncipe di Villafranca —le informó el guardaespaldas.
Pilar no se molestó en responder, asintió y se concentró en el desfile de edificios que pasaron frente a sus ojos, tenía poco conocimiento de la ciudad de Palermo, incluso Ennio le había sugerido que se decantara por las ciudades de Taormina y Catania, pero tal parecía que Domenico no tenía ningún interés en llevarla a ninguna de sus casas.
—Lamento que las cosas se dieran de esta manera —expresó Vittorio, captando la atención de Pilar.
—¿A qué se refiere?
—Debí impedir que esa noche usted y el señor Conte llegaran más allá de la puerta, o impedir que Ennio Di Monti, entrara como perro por su casa.
Pilar negó.
—Supongo que nada podía impedir lo ocurrido, Vittorio —dijo sin verlo.
—Quizá tenga razón, hemos llegado —anunció, estacionando frente a un lujoso edificio.
Pilar bajó del auto, recibió la tarjeta de entrada y se encaminó sin mirar atrás, mientras el auto volvía por donde llegó.
La muchacha se dejó caer sobre uno de los lujosos sillones de la estancia, todo a su alrededor grita lujo y poder, todo eso que Ennio deseaba para él, esa era la razón. Pilar llevó una mano a su vientre y pensó en la posibilidad de estar embarazada del diablo, eso sería tener muy pero muy mala suerte.
Ella habría deseado tomar la pastilla del día después, pero Ennio se había asegurado de que no tuviera acceso a ningún tipo de medicamento. Todo había sido realmente vergonzoso para ella, las preguntas que le hizo y que ella no supo resolver con seguridad y que tuvo que especular para verse libre.
Solo entonces y en soledad, ella se rompió y se echó a llorar de manera desconsolada. No tenía a nadie en Sicilia, estaba sola y en manos de hombres duros y crueles. Hombre que no les importaba nada más que el dinero y el poder. Sin importar el precio que tenían que pagar para conseguirlo.
Pilar se dejó caer sobre el frío piso, se encogió en posición fetal y lloró, lloró todo lo que pudo y sacó todo lo que llevaba dentro. Porque aquella era la última vez que ella se compadeció de su suerte…
Mientras tanto, Domenico observó la ciudad desde lo más alto del edificio, recordó su mano cerrarse sobre el cuello de Pilar y no era precisamente lo que acaba de hacer unas horas atrás, las imágenes que acudieron a su mente, eran el recuerdo de la noche que habían pasado en el ático del Malavita, semanas atrás.
—Estás caminando sobre una fina línea, Domenico, y lo peor es que lo haces muy consciente —expresó Pietro desde su asiento.
—Sabes muy bien que no deseaba esto.
—Lo sé, pero debes aceptar lo que hay, eres el hijo mayor de Alessio Conte y cargas sobre tus hombros el peso de una dinastía entera.
Domenico apretó los puños.
—Yo no habría elegido esta vida —espetó, pensando en todo lo que había perdido por ser el hijo mayor y heredero de la organización en la cual no tenía interés alguno.
—Gustoso cambiaría mi vida por la tuya, Dom, pero sabes que es imposible —Pietro bebió el contenido de su copa de un solo trago—. Si me permites un consejo, hermano, acepta tu destino o termina con ella.
«Acepta tu destino o termina con ella»«Termina con ella»Aquellas palabras se repitieron como un mantra en la cabeza de Domenico y lo peor es que cada vez que lo pensaba la idea le resultaba realmente tentadora. Pero ¿Sería capaz de hacerlo? La pregunta no tenía ninguna respuesta por su parte.—Dejé a la señora Conte en ático, tal como me lo has indicado —informó Vittorio, listo para recibir la furia de Domenico.—Pilar, ese es su nombre —espetó, girándose para ver a su guardaespaldas y amigo con furia contenida.—Te guste o no, es tu esposa y no debes dar lugar a malos entendidos, te aseguro que Ennio Di Monti tiene puesta la mirada sobre la organización.—Me importa muy poco lo que Ennio espera de esta unión, fui claro y de no haber sido porque me tendieron una trampa, jamás me habría casado con Pilar —aseguró.—Yo no estaría tan seguro, Domenico, aquella noche fuiste tú quien la buscó y no, al revés. Dudo mucho que ella supiera quien eras hasta la mañana siguiente —Vittorio sabía
Pilar luchó para que su cuerpo no temblara, su vestido era pegado a su cuerpo y se sentía incómoda además de expuesta, pero la nota que llevaba escrita era clara, debía usar el vestido esa noche y hacer su mejor papel. Ella no sabía lo que eso significaba, no obstante, el recordatorio del trasplante de corazón que su madre necesitaba, estaba fina y delicadamente escrito al final.Lo que definitivamente Pilar no esperaba era la penetrante mirada de Domenico sobre su cuerpo y mucho menos ese fuego que había visto en sus ojos el día que terminaron en la cama, aquel día que fue su condena y sentencia.—¿Te comieron la lengua los ratones? —preguntó Pilar de repente, pues el silencio era abrumador, cargado de una tensión que ella no quería y tampoco necesitaba en ese momento. Ya tenía mucho con ir vestida de aquella manera para ser exhibida ante la sociedad siciliana.La pregunta de Pilar sacó a Domenico de su burbuja e hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no tomarla allí mismo.—
Que nunca se entere Pilar gimió sin poder contener más el dolor que le atravesaba el cuerpo, no era solamente su costado herido y lleno de sangre, sino también el dolor intenso que sentía en la parte baja de su vientre, justo donde su cadera pegó contra la puerta del auto.—Me duele —expresó mientras el olor metálico de la sangre le hizo sentirse mareada.—¿Pilar? —llamó Domenico saliendo de su estupor inicial.—¿Qué sucede? —preguntó Vittorio girando la cabeza para ver lo que ocurría con Domenico y Pilar.—¡Maldición! —exclamó Domenico al sentir el cuerpo de Pilar desvanecerse.—¿Domenico? —insistió Vittorio, mientras el auto se desplazaba por la zona de rocas para retomar la carretera principal.—¡Pilar está herida y se ha desmayado! —gritó.Vittorio miró a Pilar, tenía los ojos cerrados y una mano llena de sangre sobre su costado.—¡Conduce a Palermo sin detenerte, no importa lo que tengas que hacer, pero hazlo a la brevedad posible! —gritó el guardaespaldas.El chofer asintió, pr
¿Quién es él?Domenico miró el cuerpo inerte de Pilar sobre la cama, había logrado que el médico de turno firmara el traslado y la había traído a casa. Sabía que era una locura darle tanto conocimiento, pero mientras estuviese inconsciente, no la miraba como un peligro.—No debiste traerla a la isla —dijo Vittorio entrando a la habitación acompañando a la enfermera encargada de vigilar la salud de Pilar.—No tuve más opciones, no podíamos quedarnos en Palermo luego del ataque —mencionó Domenico prestando atención a la mujer que aplicaba una dosis de antibiótico en el suero conectado a la vena de Pilar.—¿Confías en ella? —preguntó una vez que la mujer salió de la habitación.—Hay muchas cosas que pasan por mi cabeza, Vittorio. Quizá y solo quizá tengas razón —aceptó, dejando a Vittorio confundido.—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó.—Esa noche en el antro —dijo, alejándose de Pilar y posando su mirada sobre el inmenso mar que rodeaba la isla Bella—. Esa noche fui yo quien se fijó
Zona prohibida Pilar apartó la mira para no ver más a Paolo, el niño jugaba por los alrededores, ajeno a ella y por el momento prefería que fuera así. Ella no sabía si la enfermera estaba en lo cierto, lo único que ahora le importaba era recuperarse y no pensar en que le importaba poco a Domenico como para no estar en la habitación con ella. Pilar cerró los ojos y se quedó dormida de nuevo. Dos horas más tarde el hambre la despertó, supuso que moriría famélica; sin embargo, se encontró con Vittorio y una bandeja de comida. —El chef ha seguido las instrucciones del doctor y la enfermera, no habrá ningún problema con que comas —expuso. Pilar asintió y no se detuvo a preguntar qué era lo que había en la taza, ella comió como si no hubiese un mañana. —Hazlo despacio, Pilar, nadie te está corriendo —la regañó, pero su tono era jocoso, por lo que Pilar se sonrojó. —Lo siento —se disculpó. Vittorio negó, se apartó de ella para dejarle comer y se acercó al ventanal, pensando en cómo ret
Por culpa de una manzana«¿Tienes un hijo?»Domenico se congeló en su sitio al escuchar la pregunta de Pilar, se mordió el labio hasta hacerse sangre al comprender que debía existir una razón fuerte para que ella hiciera tal cuestionamiento y solo podían existir dos opciones: Paolo se había dejado ver o ella había salido de la habitación, lo cual era imposible dada su condición, a lo mucho Pilar podía caminar dentro del chalet y confiaba su vida a Vittorio como para imaginar que él hiciera ese tipo de comentario.—¿Por qué no respondes, Domenico? —insistió Pilar. La joven de repente sintió un extraño vació en el pecho, algo que fue haciéndose más y más grande.—¿Quién te ha dicho que tengo un hijo? —cuestionó en lugar de responder.—Vi al niño en el ventanal y sé que ha estado aquí —susurró.Domenico giró sobre sus pies y miró a Pilar, pensando si decirle o no la verdad, ¿Qué pasaría si ella un día lo traicionaba? ¿Podría confiar en ella la vida de su hijo, un único hijo vivo? La culp
¿Serás mi mamá?«¡Iba a morir por culpa de una manzana!»«¡Iba a morir!»Aquel pensamiento se colocó en su cabeza y cogió fuerza al intentar pasar el trozo de manzana, sin embargo, parecía que su garganta se había cerrado sobre aquel pequeño bocado y no había manera de tragarlo o sacarlo.—¿Estás bien? —preguntó Paolo con evidente preocupación, el rostro de Pilar había cambiado de color.Ella negó incapaz de hablar.—¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Alguien que nos ayude! —gritó Paolo abriendo la puerta y gritando a todo pulmón para que alguien pudiera escucharlo. Para su fortuna lo hizo, Domenico dejó lo que estaba haciendo en la biblioteca y corrió escaleras arriba al escuchar los gritos de auxilio que su hijo pronunció.Domenico nunca esperó que su hijo estuviera en la habitación con Pilar, pero no prestó atención a ese detalle al ver el rostro casi azulado de su esposa.—¿Qué pasó? —preguntó Domenico mientras se acomodaba detrás de ella.—Creo que se ha tragado un pedazo de manzana —señaló el niñ
Nueva mamá«Me gustaría tener una mamá…»Pilar sintió que se le formaba un nudo en la garganta, porque ella misma había pronunciado aquellas palabras muchas veces.«Me gustaría tener un papá», le había dicho a su madre una infinidad de veces. Tantas que ahora se arrepentía, pues su padre no resultó ser nada de lo que ella se imaginó y conocerlo solamente fue su castigo. Conocer a Ennio Di Monti se había convertido en una maldición para ella.Mientras tanto, Domenico esperó a que Pilar dijera algo. Paolo tenía la mirada fija en ella, esperaba expectante y nervioso. Lo sabía por la manera en que el pequeño movía el cubierto sobre el plato y en la manera que sus labios se apretaban.Para Domenico no era fácil aceptar que su hijo quisiera a otra mujer como madre, pero por alguna razón creía que Pilar podía hacerlo, podía darle ese amor que Paolo no había tenido desde el primer día que nació.Pilar echó un rápido vistazo a Domenico, no sabía qué pensaba él de todo aquello, pero la mirada e