Mauricio y yo salimos de la reunión, complacidos con todo lo que se habló. Nos encaminamos hacia la otra cabaña, donde seguro estarán las chicas divirtiéndose en la alberca.―Sobre el nuevo restaurante… ―hablo, dubitativo y capto la atención de mi hermano, quien suspira.―Espero que sí, hermano. Sabes lo mucho que te quiero allí ―dice, palmeando mi hombro―. Aunque ya me dijeron que estás fijo en la pastelería, ¿cómo te sientes respecto a ello?―Bien, pero no es el lugar al que pertenezco y lo sabes ―respondo, encogiéndome de hombros.―Haré todo lo posible, te lo juro. Sin embargo, en estos momentos ya tenemos pasteleros suficientes para Fraga II ―me informa.―Solo prométeme que estaremos juntos, trabajando en el negocio familiar. Por nuestros bisabuelos, por mamá… por nosotros, Mauricio ―le pido, deteniendo el paso.Él me imita y sonríe un poco triste, palmeando mi rostro con suavidad.―Lo prometo, Sebas ―asegura.Nos adentramos al lugar, observando a las chicas divertirse entre ellas
Un balde de agua fría me hubiese tomado menos desprevenido. El corazón se me encoge y duele por la rabia que crece en mi pecho. Mi hermana busca mi mano para sostenerla y miro a Federica, quien luce un poco perturbada.― ¿Qué? ―mascullo, mirando a mi hermano. Me levanto de la mesa, furioso y temblando de rabia―. Si dijiste que los pasteleros estaban completos, Mauricio ―le recuerdo.Él no dice nada, nadie lo hace. Yo niego con la cabeza y golpeo la mesa con mi puño antes de salir de allí.Las lágrimas pican mis ojos y mis manos tiemblan, queriendo partirle la cara al imbécil de mi hermano una y otra y otra vez. Todo lo veo rojo y lanzo al suelo un jarrón, haciéndolo trizas antes de entrar a mi cuarto y cerrar de un portazo.Soy un jodido iluso. Casi quiero reírme de mí mismo por creer que con Fraga expandiéndose, yo tendría oportunidad de entrar. ¡Por supuesto que no! ¿Por qué pensé eso? Si mi propio padre y mi hermano mayor, quien era mi maldito amigo, me quieren fuera de todo lo que
Me despierto con una erección por culpa de Fede. Sí, porque se metió en mi cabeza y soñé que me la follaba. Joder, parezco un adolescente hormonal ahora.―Debo encargarme de ti, carnal ―le digo a mi miembro erecto.Lo saco del pantalón de pijama, acariciándolo de arriba abajo y cierro los ojos para pensar en algo que me excite. Por supuesto, el sueño es lo que me ayuda. Me imagino sus labios carnosos rodeando mi pene, recibiéndolo con su humedad y su calor.Sé que se sonrojaría y sus ojos se dilatarían. Le pediría que me mire mientras besa, lame y succiona mi miembro y cuando esté a punto de llegar, la alejaría para alzarla y abrirle las piernas.¿Cómo se sentirá expandir su intimidad? ¿Su calor? ¿Estará apretada? ¿Cómo gime al correrse? ¿Le temblarán las piernas?—Ah, mierda —gruño cuando me corro ante mi ávida imaginación.Cuando mi cuerpo se relaja, me dejo caer por completo en la cama y trato de regular mi respiración. Joder, jamás me había sentido tan bien al masturbarme.—¿Qué c
Salgo del lugar a los minutos, encontrándome con todos reunidos junto al Jeep de mi hermano. Montse se sienta del lado del copiloto y yo dejo que las primas se sienten juntas, dejándome a mí el puesto de la ventana.Esta vez, Federica va sentada junto a mí y nadie parece notarlo o darle mucha importancia. El viaje a la ciudad empieza y yo miro por la ventana de tanto en tanto, cuando no estoy observando de reojo a Fede quien habla un poco con Gabriela.Su piel ha adquirido un tono un poco rojizo, tal vez por el sol que hacía cuando montaba a Silvestre, y me gusta como le luce. Sus mejillas sonrojadas le dan un aspecto tierno que, a juzgar por lo que dibujé en mi cabeza, no debería tenerlo.Sin embargo, me espero ese contraste. Federica, a pesar de su actitud empoderada, es una mujer dulce. Siempre alegre, tratando de animarle el día a sus compañeros de trabajo, mostrándoles una sonrisa.Montse nos da cháchara por un rato, hasta que Mauricio le baja un poco el volumen a la radio.—Shh,
Una notificación llega a su celular y lo toma con pereza, abriendo muchos sus ojos y tensándose cuando lo desbloquea. Me siento para ver qué sucede, porque parece que está en shock.—Son las notas del examen —habla y me mira—. ¡Saqué diecinueve!— ¡Sabía que ibas a sacar buenas notas, pinche mocosa! —le recuerdo, despeinando su cabello con mi mano—. ¿Ves? No tienes por qué tener los pies en la tierra, tu lugar está siempre en la cima.Ella me abraza con ojos aguados y yo la estrecho con fuerza entre mis brazos. Tocan el timbre y mi hermana se limpia el rostro antes de levantarse y abrir la puerta, dejando ver a mi hermano con una sonrisa en el rostro y los brazos extendidos.Montse lo abraza y él se ve orgulloso de su hermana mientras le devuelve el gesto, estrechándola con fuerza y cerrando sus ojos, sonriendo.—Eres increíble, hermanita. Fuiste una de las mejores —la felicita y entra al departamento, mirándome—. Iremos a cenar los tres, para celebrar.Montse me mira y no puedo negar
Amanezco con las energías renovadas y unas inmensas ganas de verle la cara a Sebastián. Quisiera verle otras cosas por supuesto, pero supongo que no se podrá por ahora.Él entra al lugar, todo vestido de negro y con gafas de sol. Me paralizo al verlo, sintiendo que mi corazón se acelera cuando nuestras miradas se cruzan al quitarse los lentes. Me regala un guiño y sonríe de lado, haciéndome suspirar por lo que me giro para que no lo note.Arrogante, pienso y ruedo los ojos.¿Ahora cómo pretendo que no lo he visto como Dios lo trajo al mundo? ¿Cómo finjo que no quiero verlo así, pero en persona y muy de cerca?Recojo mi cabello en una trenza y acomodo mi filipina, alisando las arrugas con mis manos.—Buenos días, sol radiante de la mañana —lo saludo cuando pasa por mi lado—. ¿Amaneciste de buen humor?—De excelente humor, la verdad. Un poco frustrado, pero ya resolveré eso pronto —lanza la indirecta, haciéndome reír un poco.—No lo dudo. Contigo, mismo seguramente —murmuro en respuesta
Llegamos al primer café abierto que vemos y Fede toma mi mano para adentrarme al lugar, tomamos asiento en una mesa para dos cerca del ventanal y de inmediato llega una mesera.—Buenas noches, ¿ya saben qué desean pedir? —nos pregunta con amabilidad.—Dos waffles con topping de chocolate y fresas —pido y la chica me sonríe, asintiendo con timidez.—Yo quiero un café con leche, por favor —habla Federica luego de carraspear, obteniendo nuestra atención—. ¿Y tú, niño bonito?—Lo mismo, gracias —respondo, sonriéndole a la mesera.La chica nos dice que en unos minutos nos trae nuestro pedido y yo acaricio mi barbilla, observando a Federica.— ¿Qué fue eso? —pregunto.— ¿De qué hablas? —pregunta, frunciendo el ceño.—No sé, sentí que te cayó mal la mesera —comento en tono burlón.—Pff —bufa, rodando los ojos—. ¿Por qué me tendría que caer mal si no la conozco?—No sé, tal vez porque se puso nerviosa por mi atractivo —bromeo y ella me mira, alzando una ceja como si no pudiera creer lo que aca
Luego de convencerla de que, al menos, comiera conmigo y bebiera una copa de champán, salimos de la habitación para acompañarla hasta su casa. Nos sentamos juntos el uno al lado del otro y busco su mano para entrelazarla con la mía, capturando así su atención.Ella me sonríe un poco y, con su mano libre, acaricia mi mejilla antes de darme un beso allí. El carro se detiene al rato y yo suspiro, sin querer que se vaya.Ella abre la puerta y salimos del carro, ya que quiero acompañarla hasta la entrada de su casa. Nos miramos por unos segundos sin saber qué decir y llevo mi mano a su cuello para quitar el cabello de su hombro. Noto que traga saliva con dificultad cuando me acerco y rozo nuestras narices, sin dejar de mirarle antes de juntar nuestros labios en un beso lento, suave y… diferente.Puedo escucharla suspirar en medio del ósculo y cuando nos separamos, ella abre los ojos parpadeando con lentitud.—Nos vemos mañana, caramelo de jengibre —le digo y rueda los ojos, riéndose—. Que