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Capítulo 1: Primer Encuentro

Tras una hora de viaje, la carrosa se detuvo dejándole saber a Helena que ya había llegado.

Se dejo ayudar por su padre para bajar del carruaje ya que con ese gran vestido a veces le era difícil moverse, al alzar su mirada pudo apreciar el gran esplendor y trabajo arquitectónico empleado en la construcción y decoración del palacio Prats; al pasear su vista por sus alrededores noto que el lugar igual poseía bellos jardines pensando que si tenía algo de suerte y si obtenía el permiso de su esposo, podría buscar un buen lugar con sombra para sentarse a disfrutar la tranquilidad en compañía de un libro; aunque si era realista, tal vez solo podría apreciar el jardín a través de una ventana ya que lo más seguro es que se quedaría confinada en su habitación.

Se podía notar que ella no deseaba andar ya que sus pasos eran tan lentos que podrías argumentar que tenía pies de plomo, aunque realmente solo quería buscar una manera de retrasar lo inevitable... algo casi imposible ya que al fijarse mejor noto que los dueños del lugar ya estaban parados frente a ellos, listos para recibirlos.

Ambos reyes al estar cerca, estrecharon sus manos saludándose con una sonrisa jovial; tras eso todos ingresaron al interior del palacio y caminar a la sala del trono, donde se harían las respectivas presentaciones. Aunque si alguien prestaba atención podía notar la mirada llena de angustia de la princesa al andar, quien a veces miraba a todos lados buscando una vía para escapar, pero era imposible porque por su mero título siempre tenía algunos guardias para acompañarla.

Al entrar al salón del trono, el rey anfitrión se giró para hablarle a sus invitados con una suave sonrisa.

- Bienvenidos reyes del reino Franco, yo el rey Joe Prats les doy la bienvenida a mi humilde morada – menciono un hombre que se notaba algo mayor de tono de piel claro, ojos color chocolate y cabellera marrón; quien usaba un elegante traje formal de color verde oscuro digno de la realeza decorado con joyas finas y su cabeza era adornada con una corona de oro con piedras preciosas.

- Bueno de humilde lo dudo – dijo divertido Erik, rey del reino Franco, quien era un hombre algo fornido, de cabello color negro, tono de piel clara y ojos de color marrón; el cual llevaba un atuendo similar a su homologo solo que el suyo era de color rojo e igual en su cabeza sobresalía su corona que reafirmaba su estatus como soberano de un reino.

- Jeje tal vez amigo mío – indico y haciendo un ademan para que a su lado se parara una hermosa mujer castaña de compleción delgada y buen cuerpo, de piel ligeramente bronceada y ojos color miel; quien tomo su mano mientras una sonrisa cálida se dibujaba en su rostro – les presento a mi esposa y madre de mis hijos: Katia Prats.

- Un placer – contesto ella haciendo una suave reverencia, dejando ver el atuendo que llevaba en esos momentos que consistía en un vestido color arena con corset adornado con varias perlas y la falda abultada con encaje y varias joyas adornando su cuello, muñecas y unos hermosos aretes a juego e igual que su esposo en su cabeza reposaba una hermosa corona de oro con pedrería.

- Un gusto bella dama, ella es mi esposa Aurora Franco – dijo el pelinegro extendiendo su mano que fue tomada por su esposa: una hermosa mujer pelimorada de piel clara, ojos color azules, quien igual lucía un vestido voluminoso con corset de color rosa palo con adornos de encaje blanco y pedrería color azul rey e igual que la reina anfitriona, ella lucia su corona como soberana de su reino.

- Mucho gusto a ambos – hablo ella sonriendo e igual haciendo una ligera reverencia.

- Je, cuanta formalidad, pero bueno nosotros no importamos – menciono Joel en un tono jovial – les quiero presentar a mis dos hijos: mi hijo menor Darío – indico señalando a su pequeño omega de piel clara, cabello color rubio cenizo, ojos color miel; quien lucía un vestido idéntico al de su madre, solo que sin tantas joyas, donde al ser nombrado hizo una reverencia con una suave sonrisa aunque dejaba notar su nerviosismo con sus movimientos algo torpes, pero nadie se atrevió a juzgarlo – y mi primer hijo y heredero al trono: Antonio – menciono donde el nombrado dio un paso al frente haciendo igual una reverencia demostrando respeto ante los invitados.

- Un placer majestades – indico un joven castaño de cabellera algo alborotada, quien tenía una complexión ligeramente fornida, de piel ligeramente bronceada; quien usaba un traje formal como el de su padre solo que el suyo era de color azul rey.

- Un joven muy apuesto – opino Aurora sonriendo.

- Bueno yo les quiero presentar a mi hija y prometida de este joven: Helena Franco – indico Erik haciendo que su hija se acercara y quedara parada frente a ellos, para que así su futuro esposo le admirara.

El castaño miro con algo de desinterés a la omega frente a él, donde miro a detalle cada aspecto de su atuendo y físico: desde su cabello corto de color pelinegro, sus ojos de un curiosos tono como azul oscuro, hasta el hermoso vestido voluminoso con corset de color lila con encajes y perlas que resaltaban el hermoso tono blanco en la piel de ella.

Al verse directamente a los ojos ambos notaron que se miraban con desagrado, algo que los sorprendió un poco, pero no dijeron nada.

- Un gusto princesa – menciono Antonio buscando sonar caballeroso mientras tomaba con suavidad la mano de ella y depositaba en beso en esta, sin dejar de verse directamente a los ojos.

Aunque sus padres, no notaron nada extraño en ese comportamiento o tal vez, lo ignoraban apropósito.

- Bueno veo que los novios se llevan bien - opino Aurora sonriendo al ver a ambos chicos, algo que hizo reír de forma suave a Katia.

- Siendo el caso ya podemos empezar con los preparativos y mañana será oficial la unión de nuestros reinos – informo Joel.

- Como siempre todo lo tienes arreglo - opino divertido Erik, dejando ver lo gran previsor y calculador que era su amigo al ya tener todo planeado.

- Igual ya tenemos una selección de vestidos para que Helena escoja cual desea usar para mañana – indico Katia – o ¿trajeron uno propio? – menciono mirando a Aurora, quien negó con la cabeza.

- Eso lo arreglamos después – contesto la reina invitada.

- Bueno ya hablaran de sus cosas en un rato, ahora pasemos a celebrar por la gran boda de mañana – indico Erik.

Al escucharla las palabras de sus padres ambos jóvenes hicieron una mueca... ya que ambos deseaban gritar y negar ese compromiso; aunque claro cada quien se negaba por diferentes situaciones: Helena solo quería escapar de esa ridículas regalas que hacían que un omega solo fuera un adorno y sirviera para dar hijos... algo que odiaba, porque ella no deseaba que su voz fuera acallada por alguien, pero justo en esos momentos estaba haciendo eso: esperando que ese alfa la dominara; por su lado, Antonio se negaba al compromiso porque para él, su corazón ya tenía dueña, porque estaba enamorado de esa hermosa omega de la nobleza con quien llego a pensar tener un futuro juntos… claro que todo se fue al diablo cuando su padre le indico que esos juegos se habían acabado y se casaría con la princesa heredera del reino Franco… quien era una mujer linda y sensual a su vista, pero él no la creía perfecta, ya que solo su amada Diana lo era.

- En ese caso vamos a almorzar y luego comenzamos a ver los últimos detalles de la boda – hablo en tono jovial Joel, donde luego se puso un poco serio - Antonio, escolta a tu futura esposa – ordeno mientras tomaba a su amada de la mano para andar hacia el comedor.

El castaño hizo una ligera mueca ante esa orden, donde se acero para tomar la mano de ella y que lo sujetara de su brazo, con lo cual todos los reyes sonrieron ante esa acción para empezar a andar, dejando atrás a los jóvenes comprometidos para que pudieran charlar en privado si lo deseaban; algo que el alfa aprovecho para acercarse y susurrarle algo a ella.

- No creas que te amaré y respetaré, después de todo YO NO quiero tener nada que ver contigo – le susurro de forma fría sin mirar a verla para empezar a andar y seguir a los mayores.

Realmente esa declaración no la tomó por sorpresa... ella sentía lo mismo, aunque claro que esas palabras solo confirmaban su cruel destino: vivir encerrada en su futura habitación y solo ser usada para satisfacer los instintos básicos del alfa o solo engendrar herederos... algo que odiaba, pero no le contesto y seguía su paso para así llegar al comedor, dejando que el alfa le ayudara a sentarse en su asiento y luego ver como buscaba estar lo más lejos de ella.

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