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Capítulo 02: Cadenas Invisibles

El sol apenas empezaba a asomarse en el horizonte, anunciando un nuevo día en la mansión Brown. Aurora se levantó con el mismo sentimiento de opresión que la había acompañado desde que se casó con Ricardo. Sabía que enfrentaba otra jornada llena de humillaciones y dolor, pero su espíritu se había doblegado tanto que la idea de rebelarse ni siquiera cruzaba su mente.

Aurora se dirigió a la cocina para preparar el desayuno de Ricardo, asegurándose de que todo estuviera perfecto. Sabía que cualquier mínimo error podría desencadenar la ira de su esposo. Mientras trabajaba, podía sentir el peso de su propia desesperanza, como una losa que la oprimía.

Ricardo bajó las escaleras con paso firme. Sin siquiera mirarla, se sentó a la mesa y desplegó el periódico. —¿Está listo el café?— preguntó, su tono cargado de impaciencia.

—Sí, Ricardo, ya está,— respondió Aurora con voz temblorosa, colocando la taza frente a él.

Tomó un sorbo y frunció el ceño. —Está demasiado caliente,— dijo, lanzándole una mirada despectiva. —¿Es que no puedes hacer nada bien?

Aurora bajó la cabeza. —Lo siento, Ricardo. Lo enfriaré un poco.

—No, ya no importa,— replicó con frialdad. —Siempre estás arruinando todo. Eres una inútil.

Las palabras de Ricardo perforaron el corazón de Aurora como dagas. Se había acostumbrado a sus insultos, pero eso no hacía que dolieran menos. Continuó preparando el desayuno en silencio, tratando de no mostrar su sufrimiento.

Después de desayunar, Ricardo se levantó y se dirigió hacia la puerta. —Tengo una reunión importante hoy. No me molestes por ningún motivo,— dijo antes de salir de la casa, sin siquiera despedirse.

Aurora suspiró aliviada al ver que se iba. Sabía que tendría algunas horas de paz, aunque la tranquilidad era solo superficial. El miedo a su regreso siempre estaba presente, como una sombra amenazante.

Pasó la mañana realizando sus tareas habituales. Mientras limpiaba la casa, su mente divagaba, recordando tiempos mejores, antes de su matrimonio. Había sido una joven llena de sueños y aspiraciones, pero todo eso parecía haber desaparecido, engullido por la oscuridad de su vida actual.

El sonido del teléfono interrumpió sus pensamientos. Al contestar, escuchó la voz preocupada de su amiga Ana. —Aurora, ¿cómo estás? He estado pensando en ti.

Aurora sintió un nudo en la garganta. —Estoy bien, Ana. Gracias por preguntar.

—Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites, ¿verdad?— insistió Ana.

—Sí, lo sé. Gracias,— respondió Aurora, sabiendo que no podía decirle la verdad. Ricardo era controlador y celoso, y cualquier señal de debilidad podría ser aprovechada en su contra.

Pasaron las horas y, finalmente, Ricardo regresó a casa. Aurora podía ver en su semblante que la reunión no había ido bien. Cerró la puerta con fuerza y se dirigió directamente a ella. —¿Dónde está mi cena?— preguntó, su voz cargada de irritación.

—Estoy a punto de servirla,— respondió Aurora, tratando de mantenerse calmada.

Ricardo se sentó a la mesa y la miró con desprecio mientras ella colocaba los platos. —¿Sabes, Aurora? Eres una decepción constante, — dijo, su tono cruel. —Cuando te conocí, pensé que podrías ser una buena esposa. Pero ahora veo que no eres más que una carga, una inútil.

Cuando Aurora llegó hasta el lugar donde Ricardo estaba sentado, coloco la cena en su puesto, pero no espero lo que Ricardo haría a continuación.

— Eres una estúpida, una pequeña perra que recogí de la basura, no eres más que eso para mí Aurora, eres mi propiedad, nunca te podrás librar de mí, te compre, eres mi pertenencia, todo lo que tienes es gracias a mí. Tienes que ser más agradecida con tu esposo.— Respondió Ricardo, mientras sujetaba la mano de Aurora tan fuerte que Aurora sentía que en cualquier momento le podía partir sus dedos.

Rápidamente, Ricardo tomo su mano y la sumergió en la sopa caliente que Aurora le acababa de servir.

—¡Ash! Ricardo por favor, está caliente, me quema y duele muchísimo, Ricardo por favor— Gritaba Aurora una y otra vez, Finalmente la soltó.

Las palabras y acciones de Ricardo eran como veneno, filtrándose en su alma. Aurora se sentía atrapada, sin fuerzas para luchar. ella solo podía pensar en cómo había llegado a esta situación. Su vida se había convertido en una prisión y no veía ninguna salida.

Esa noche, después de recoger los platos Con el dolor punzante de su mano y asegurarse de que todo estuviera en orden, Aurora se retiró a su habitación. Se acostó en la cama, luego de colocar una pomada en su mano nuevamente sintiendo el peso de su desesperanza. Ricardo entró poco después, pero no le dirigió ni una mirada. Se acostó a su lado, marcando una distancia abismal entre ellos.

Aurora cerró los ojos, intentando encontrar consuelo en el sueño, pero las palabras de Ricardo resonaban en su mente. —Eres una decepción constante.— Sabía que no podría soportar ese tormento por mucho más tiempo, pero también sabía que no tenía las fuerzas para escapar.

Las lágrimas, fluyeron por sus ojos por mucho tiempo, Aurora aún no entendía ¿por qué su vida tenía que ser tan miserable? ¿por qué tuvo que conocer a Ricardo? ¿porque sus padres habían muerto en ese accidente de tránsito? o ¿por qué su familia nunca volvió por ella?

Mientras la oscuridad la envolvía, Aurora se prometió a sí misma que algún día encontraría la manera de liberarse. Tal vez no sería hoy ni mañana, pero un día tendría el valor de romper las cadenas invisibles que la mantenían prisionera. Por ahora, solo podía esperar y resistir, aferrándose a la pequeña chispa de esperanza que aún ardía en su corazón.

Tenía que volver a ser la Aurora que era antes de conocer a Ricardo, era más feliz sin tener todos estos lujos, no tenía que sufrir por la humillación constante, ella tenía que salir de esta Jaula, tenía que encontrar en valor en algún momento para dejar a Ricardo, tenía que reunir todas las pruebas sobre su maltrato, pero tenía mucho miedo, ella era una pobre que no tenía donde caerse muerta, y Ricardo era un hombre importante y con mucho poder.

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