Alexander Williams, coronel de las fuerzas especiales, caminaba por la base militar con paso firme y decidido. Era un hombre respetado y admirado por sus subordinados, conocido por su valentía y habilidades estratégicas. Sin embargo, detrás de esa fachada imponente, Alexander cargaba con el peso de recuerdos dolorosos y decisiones difíciles.
Esa mañana, mientras revisaba los informes de su equipo, no podía evitar que su mente divagara hacia su pasado. Había crecido en un hogar lleno de amor y apoyo, pero su deseo de servir a su país lo había llevado a tomar decisiones que lo alejaron de su familia y amigos. Su vida estaba marcada por sacrificios y pérdidas, pero también por momentos de gloria y satisfacción. La misión en la que estaba trabajando actualmente era una de las más críticas de su carrera. Habían recibido informes sobre una operación de tráfico de armas que amenazaba la seguridad nacional, y Alexander había sido designado para liderar la operación encubierta que pondría fin a esa amenaza. Sabía que era un desafío enorme, pero estaba dispuesto a enfrentarlo con toda su determinación. Mientras caminaba hacia su oficina, se encontró con el capitán Martinez, uno de sus hombres de confianza. —Buenos días, coronel,— lo saludó Martinez, con una leve inclinación de cabeza. —Buenos días, capitán,— respondió Alexander. —¿Alguna novedad en la investigación? —Sí, señor,— dijo Martinez, entregándole un dossier. —Hemos conseguido información valiosa sobre los cabecillas de la operación. Hay un hombre en particular que parece ser el cerebro detrás de todo esto. Se llama Ricardo Brown. El nombre resonó en la mente de Alexander. No era la primera vez que escuchaba sobre Ricardo Brown. Sabía que era un hombre poderoso, conocido por su crueldad y falta de escrúpulos. —¿Tienen alguna idea de dónde se encuentra actualmente?— preguntó Alexander, mientras revisaba el dossier. —Sí, señor. Hemos localizado su residencia principal. Se trata de una mansión en las afueras de la ciudad. Estamos organizando un equipo para realizar una vigilancia encubierta y obtener más información antes de proceder con la operación,— explicó Martinez. Alexander asintió, satisfecho con el progreso. —Bien, capitán. Manténganme informado de cualquier novedad. Necesitamos tener todos los detalles antes de dar el siguiente paso. —Entendido, coronel,— respondió Martinez, antes de retirarse. Alexander se dirigió a su oficina y se sentó en su escritorio, absorto en sus pensamientos. Sabía que enfrentar a alguien como Ricardo Brown no sería fácil, pero estaba decidido a poner fin a su reinado de terror. La seguridad de su país dependía de ello, y no permitiría que nadie se interpusiera en su camino. Mientras tanto, en la mansión Brown, Aurora seguía con su rutina diaria de sumisión y miedo. Las palabras hirientes de Ricardo y su comportamiento controlador la tenían atrapada en una jaula de desesperanza. Aunque había chispa de consuelo en su amistad con Daniel, el jardinero, sabía que eso no sería suficiente para cambiar su situación. Una tarde, mientras cuidaba de las plantas en el invernadero, Daniel se acercó a ella. —¿Cómo estás, Aurora?— preguntó con suavidad. Aurora forzó una sonrisa. —Estoy bien, Daniel. Gracias por preguntar. Daniel la observó con preocupación. —Sabes que puedes contar conmigo si necesitas hablar, ¿verdad? —Sí, lo sé. Gracias,— respondió Aurora, sintiendo una mezcla de gratitud y tristeza. Quería confiar en él, pero el miedo a las represalias de Ricardo la paralizaba. Esa noche, mientras Aurora se preparaba para dormir, escuchó el sonido de la puerta principal. Ricardo había llegado y, como de costumbre, estaba de mal humor. Entró en la habitación con paso firme y la miró con desdén. —Aurora, ven aquí,— ordenó con voz autoritaria. Aurora se acercó a él, tratando de no mostrar su miedo. Ricardo la tomó del brazo con fuerza, sus dedos clavándose en su piel. —Eres una inútil,— dijo con frialdad. —No sé por qué me casé contigo. Sus dedos clavándose en su brazo, le estaba provocando un fuerte dolor, Aurora sabía y tenía la certeza que no podría aguantar más vivir al lado de Ricardo. Las palabras de Ricardo eran como veneno, infiltrándose en el alma de Aurora. Sabía que no podía escapar de su control, pero en lo más profundo de su corazón, una pequeña voz seguía susurrando que merecía algo mejor. Mientras la oscuridad la envolvía, Aurora se aferró a esa pequeña chispa de esperanza, esperando que algún día pudiera encontrar la fuerza para liberarse. Por ahora, solo podía resistir y esperar, soñando con un futuro en el que pudiera ser feliz y libre. En la base militar, Alexander seguía trabajando en la operación encubierta. Sabía que cada día que pasaba los acercaba más a la verdad y a la oportunidad de detener a Ricardo Brown. Mientras revisaba los informes y planificaba cada movimiento, no podía evitar sentir una extraña conexión con la mansión Brown y con las personas que vivían allí. Aunque Alexander aún no conocía a Aurora, sus destinos parecían estar entrelazados por hilos invisibles. Ambos enfrentaban sus propias batallas, atrapados en mundos de sombra y desesperanza. Pero en medio de la oscuridad, una luz comenzaba a brillar, una luz que podría guiarlos hacia la libertad y la redención. El futuro era incierto y lleno de desafíos, pero tanto Aurora como Alexander estaban destinados a cruzar sus caminos. Y cuando eso sucediera, sus vidas cambiarían para siempre. Alexander Williams se encontraba en su oficina, absorto en los planes y estrategias para la operación contra Ricardo Brown. La vigilancia encubierta estaba proporcionando información valiosa, y cada día que pasaba, se acercaban más a desmantelar la red de tráfico de armas. Pero a medida que profundizaba en los detalles, Alexander no podía evitar sentir una creciente preocupación por las personas que vivían en la mansión Brown. Aunque no conocía personalmente a Aurora, había oído rumores sobre la frialdad y crueldad de Ricardo, no solo en sus negocios, sino también en su vida personal. Esa preocupación lo mantenía alerta, sabiendo que más allá de la misión, había vidas inocentes en juego. Una tarde, mientras revisaba los últimos informes, el sargento Morales llamó a su puerta. —Adelante,— dijo Alexander, sin levantar la vista de los documentos. El sargento Morales entró y se paró firmemente frente a él. —Coronel, tenemos nueva información. Parece que Ricardo Brown tiene planeada una reunión clave en la mansión mañana por la noche. Será nuestra oportunidad de obtener pruebas concluyentes.Alexander asintió, sintiendo la adrenalina, correr por sus venas. —Excelente trabajo, sargento. Necesitamos estar listos. Asegúrese de que el equipo esté preparado y que la vigilancia sea discreta. No podemos permitirnos cometer errores. —Sí, señor, — respondió Morales antes de retirarse. Mientras Alexander se preparaba para la operación, no podía dejar de pensar en la mujer que, según los rumores, vivía atrapada bajo el yugo de Ricardo. Sabía que había mucho en juego y que cada decisión que tomara podría tener consecuencias significativas. En la mansión Brown, Aurora seguía viviendo su vida de sumisión y miedo. Las palabras hirientes de Ricardo eran como dagas que perforaban su alma, dejándola con cicatrices invisibles. Esa tarde, mientras limpiaba el salón, escuchó el sonido de la puerta principal y supo que Ricardo había llegado. Se apresuró a terminar sus tareas, temiendo la reacción de su esposo. Ricardo entró en el salón con el ceño fruncido. —Aurora, ven aquí, — ordenó
Aurora se quedó inmóvil, con el corazón latiendo desbocado, mientras el hombre mantenía la pistola apuntada hacia ella. El salón se sumió en un silencio tenso, todos los ojos fijos en la escena que se desarrollaba. Ricardo se levantó lentamente de su asiento, con una expresión impenetrable en su rostro. —Tranquilo,— dijo Ricardo con una voz fría y calculadora. —Ella no es una amenaza. Solo es mi esposa, tratando de hacer su trabajo. El hombre con la pistola no bajó el arma, su mirada fija en Aurora. —Necesitamos estar seguros. No podemos permitir que nadie interfiera. Aurora sentía que el suelo se desvanecía bajo sus pies. Respiró hondo y reunió todo el valor que tenía. —No sé nada de lo que están hablando. Solo estaba haciendo mi trabajo. Ricardo dio un paso adelante, manteniendo la calma. —Baja el arma. No queremos que esto se descontrole. Finalmente, el hombre cedió y bajó la pistola, pero no sin antes lanzar una mirada de advertencia a Aurora. —Más te vale que estés diciendo
Aurora se sintió abrumada mientras relataba su historia a los oficiales en la estación de policía. Había esperado encontrar refugio y justicia, pero pronto descubrió que la influencia de Ricardo se extendía mucho más allá de lo que había imaginado. Los oficiales escucharon su declaración con atención, pero cuando llegó el momento de tomar medidas, comenzaron a surgir obstáculos. —Señora, comprendemos su situación, pero necesitamos pruebas concretas para proceder con los cargos contra su esposo,— dijo el oficial a cargo, con una expresión preocupada. Aurora sintió que el miedo volvía a apoderarse de ella. —Les estoy diciendo la verdad. Ricardo es un hombre peligroso. ¿No pueden hacer algo? El oficial suspiró. —Lamentablemente, el señor Brown tiene muchos contactos y una gran influencia. Necesitamos más pruebas antes de poder actuar. Aurora sintió cómo sus esperanzas se desmoronaban. Sabía que Ricardo había construido una red de poder que lo protegía de cualquier acusación. A pesar
Aurora despertó con un dolor agudo en la cabeza y la visión borrosa. Al intentar moverse, se dio cuenta de que estaba atada a una silla en una habitación oscura. El aire era denso, y las paredes de concreto tenían manchas de humedad que indicaban que no estaba en un lugar elegante como la mansión de Ricardo, sino en algún escondite oculto. El miedo la envolvía, pero su mente seguía regresando a los documentos que había fotografiado antes de ser capturada. Aunque había sido atrapada, aún tenía la esperanza de que esas pruebas llegaran a las manos correctas. No sabía por qué la misión había terminado de esa forma, ella solo quería ir a la estación de policía y poder la denuncia para que ese demonio no la torturara más. Nunca había podido saber que ya el ejército tenía todo un operativo para dar con su captura, si no hubiera hablado con esos oficiales y saber en caso por el mismo equipo elite que comandaba Alexander, no había podido tener el valor de volver y descubrír todo. Mientr
Con Aurora y Alexander, en la base militar, los minutos parecían horas, mientras lograban averiguar las pruebas de abuso y poder sobre Ricardo, sus esperanzas se hacían mínimas. La noche cayó sobre la base militar, y la tensión en el aire era palpable. Aurora estaba en su habitación asignada, tratando de encontrar un momento de tranquilidad después de todo lo sucedido. Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de que algo iba terriblemente mal. En otro rincón de la base, Alexander revisaba los planes de seguridad una vez más. Sabía que Ricardo era impredecible y que haría todo lo posible por recuperar el control. Los equipos de seguridad estaban en alerta máxima, pero incluso con todas las precauciones, la amenaza era constante. Alexander sabía que tenía que proteger a Aurora, sentía que esa pobre mujer ya había sufrido mucho junto a ese ser despreciable, y tenía que protegerla, era una ciudadana y ese era su deber como Coronel del Ejército. Por otro lado, Aurora, sintiéndos
Aurora se percibía como la mujer más ingenua del planeta, creer en que la policía la protegería era su error más grande. Estaba arrepentida. No sabía a ciencia cierta si ese sería su trágico final, no tenía idea de qué era lo que haría Ricardo con ella a continuación.Podía escuchar la risa de los hombres desde la habitación, había escuchado sin dudas algunas siete voces diferentes.Era imposible salir ahora, sin dudas moriría, quizá hoy o mañana, no lo sabía con exactitud. ***Por otro lado, Alexander y su equipo estaban ahora rastreando la zona a donde los había dirigido el GPS. El coronel más temido de las fuerzas especiales tenía esperanzas en encontrar a esa mujer viva.No quería cometer el mismo error que cometió hace más de algunos años atrás, recordar ese momento aún lo había mantenido con pesadillas y sin lograr dormir bien.*Inicio de la analepsis.*Ver cómo ese grupo terrorista había masacrado hasta a su propia gente, sus familias, hijos y padres. Solo por una creencia es
— Coronel, hemos registrado toda la zona, pero aún no tenemos indicios de que la rehén se encuentre en este lugar. Sin duda, Alexander se sentía frustrado y empezaba a dejar una impresión negativa sobre este lugar. — Retirada. Regresemos a la base y perfeccionemos más investigación para descubrir su paradero, no pudieron ir muy lejos de eso, estoy completamente seguro. —respondió Alexander mientras comenzaban a ir hacia los vehículos. Sentía una sensación en el pecho de que en cualquier momento algo grave podría pasar. *** Ricardo se acercó a Aurora, su sonrisa sarcástica y cruel. Aurora se alejó de él, intentando escapar, pero Ricardo la agarró con fuerza. —No te preocupes, mi amor —le dijo, su aliento cálido en su oído—. Esto solo será un recordatorio de quién está al mando aquí. Aurora intentó luchar, pero Ricardo era demasiado fuerte. La empujó contra la pared y comenzó a besuquearla, su boca áspera y desagradable. Aurora se sintió como si estuviera siendo violada de
Mientras, Elián y Ricardo disfrutaban de su vaso de whisky, Aurora se volvía a sentir sucia, sentía que no valía nada, el matrimonio que pensó sería un cuento de hadas, se había convertido en una pesadilla. Ricardo había sido como un príncipe azúl, el hombre que la encontró casi moribunda, el hombre que le brindó un techo en ese lugar de acogida para mujeres huérfanas. El hombre que era el patrocinador de dicho lugar, era un hombre bondadoso, que le juró amor eterno en medio de una recaudación de fondos al saberse enamorado de ella. Todo era mentira, una vil mentira, solo para ser su trofeo, para que el mundo supiera que era un buen hombre. Un hombre que, de puertas adentro, la humillaba, la maltrataba, no era más que una sirvienta en esas cuatro paredes. —Querida Aurora, gracias a mi es que tienes un techo digno en el cual vivir, que no se te olvidé que me debes todo lo que ahora tienes. — dijo ese imbécil una vez la boda terminó. —¿Ricardo, que sucede porque me trata de esta m