Aurora despertó con un dolor agudo en la cabeza y la visión borrosa. Al intentar moverse, se dio cuenta de que estaba atada a una silla en una habitación oscura. El aire era denso, y las paredes de concreto tenían manchas de humedad que indicaban que no estaba en un lugar elegante como la mansión de Ricardo, sino en algún escondite oculto. El miedo la envolvía, pero su mente seguía regresando a los documentos que había fotografiado antes de ser capturada. Aunque había sido atrapada, aún tenía la esperanza de que esas pruebas llegaran a las manos correctas. No sabía por qué la misión había terminado de esa forma, ella solo quería ir a la estación de policía y poder la denuncia para que ese demonio no la torturara más. Nunca había podido saber que ya el ejército tenía todo un operativo para dar con su captura, si no hubiera hablado con esos oficiales y saber en caso por el mismo equipo elite que comandaba Alexander, no había podido tener el valor de volver y descubrír todo. Mientr
Con Aurora y Alexander, en la base militar, los minutos parecían horas, mientras lograban averiguar las pruebas de abuso y poder sobre Ricardo, sus esperanzas se hacían mínimas. La noche cayó sobre la base militar, y la tensión en el aire era palpable. Aurora estaba en su habitación asignada, tratando de encontrar un momento de tranquilidad después de todo lo sucedido. Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de que algo iba terriblemente mal. En otro rincón de la base, Alexander revisaba los planes de seguridad una vez más. Sabía que Ricardo era impredecible y que haría todo lo posible por recuperar el control. Los equipos de seguridad estaban en alerta máxima, pero incluso con todas las precauciones, la amenaza era constante. Alexander sabía que tenía que proteger a Aurora, sentía que esa pobre mujer ya había sufrido mucho junto a ese ser despreciable, y tenía que protegerla, era una ciudadana y ese era su deber como Coronel del Ejército. Por otro lado, Aurora, sintiéndos
Aurora se percibía como la mujer más ingenua del planeta, creer en que la policía la protegería era su error más grande. Estaba arrepentida. No sabía a ciencia cierta si ese sería su trágico final, no tenía idea de qué era lo que haría Ricardo con ella a continuación.Podía escuchar la risa de los hombres desde la habitación, había escuchado sin dudas algunas siete voces diferentes.Era imposible salir ahora, sin dudas moriría, quizá hoy o mañana, no lo sabía con exactitud. ***Por otro lado, Alexander y su equipo estaban ahora rastreando la zona a donde los había dirigido el GPS. El coronel más temido de las fuerzas especiales tenía esperanzas en encontrar a esa mujer viva.No quería cometer el mismo error que cometió hace más de algunos años atrás, recordar ese momento aún lo había mantenido con pesadillas y sin lograr dormir bien.*Inicio de la analepsis.*Ver cómo ese grupo terrorista había masacrado hasta a su propia gente, sus familias, hijos y padres. Solo por una creencia es
— Coronel, hemos registrado toda la zona, pero aún no tenemos indicios de que la rehén se encuentre en este lugar. Sin duda, Alexander se sentía frustrado y empezaba a dejar una impresión negativa sobre este lugar. — Retirada. Regresemos a la base y perfeccionemos más investigación para descubrir su paradero, no pudieron ir muy lejos de eso, estoy completamente seguro. —respondió Alexander mientras comenzaban a ir hacia los vehículos. Sentía una sensación en el pecho de que en cualquier momento algo grave podría pasar. *** Ricardo se acercó a Aurora, su sonrisa sarcástica y cruel. Aurora se alejó de él, intentando escapar, pero Ricardo la agarró con fuerza. —No te preocupes, mi amor —le dijo, su aliento cálido en su oído—. Esto solo será un recordatorio de quién está al mando aquí. Aurora intentó luchar, pero Ricardo era demasiado fuerte. La empujó contra la pared y comenzó a besuquearla, su boca áspera y desagradable. Aurora se sintió como si estuviera siendo violada de
Mientras, Elián y Ricardo disfrutaban de su vaso de whisky, Aurora se volvía a sentir sucia, sentía que no valía nada, el matrimonio que pensó sería un cuento de hadas, se había convertido en una pesadilla. Ricardo había sido como un príncipe azúl, el hombre que la encontró casi moribunda, el hombre que le brindó un techo en ese lugar de acogida para mujeres huérfanas. El hombre que era el patrocinador de dicho lugar, era un hombre bondadoso, que le juró amor eterno en medio de una recaudación de fondos al saberse enamorado de ella. Todo era mentira, una vil mentira, solo para ser su trofeo, para que el mundo supiera que era un buen hombre. Un hombre que, de puertas adentro, la humillaba, la maltrataba, no era más que una sirvienta en esas cuatro paredes. —Querida Aurora, gracias a mi es que tienes un techo digno en el cual vivir, que no se te olvidé que me debes todo lo que ahora tienes. — dijo ese imbécil una vez la boda terminó. —¿Ricardo, que sucede porque me trata de esta m
Alexander y su equipo habían estado esperando más información desde la base, la frustración por encontrar a esa pobre mujer y al mal nacido de su esposo.Alexander no lo podía dejar escapar, mientras seguían buscando en la zona, lograron divisar a los lejos las luces de un automóvil que se acercaba a baja velocidad.—¡Todos, escóndanse! —ordenó el coronel. Su tropa obedeció de inmediato, mientras Alexander observaba con extrañeza el vehículo transitando a esas horas y en ese lugar.Era, sin duda, sospechoso. Miró a su segundo al mando, y ambos comprendieron lo que habían pasado por alto: no habían revisado más allá del perímetro ni los alrededores.Alexander solo podía esperar que el automóvil se alejara para seguir su rastro y descubrir a dónde los llevaría.Alexander ahora solo podía esperar que el automóvil se alejara y él y sus subordinados podían recorrer el mismo camino para poder averiguar hasta dónde lo llevaría. ^_________^—Ricardo, detente, por favor, te lo supli
La tensión en Alexander era tan densa que parecía invadir el aire a su alrededor. Cada segundo que pasaba sin encontrar a Ricardo hacía que la presión aumentara. La desesperación solo se intensificaba al ver a Aurora, cuyo cuerpo vulnerable mostraba signos de fiebre que no parecían ceder.—¿Dónde está la maldita ambulancia? —tronó con un tono que hacía temblar incluso al más curtido de sus hombres. La impaciencia vibraba en cada palabra—. ¡Es para hoy, no para mañana, joder! —continuó en un grito que parecía resonar en el frío silencio de la noche.Un cabo, visiblemente nervioso por la furia del Coronel, logró responder con voz titubeante: —Señor, ya están en camino, pero el acceso desde el panteón es complicado para un vehículo. Además, hemos descubierto un pasaje trasero en la cabaña... parece que el señor Brown escapó por ahí sin que lo notáramos. Alexander frunció el ceño. Un gruñido escapó de sus labios mientras sus ojos se posaban nuevamente en Aurora, que yacía semiconscien
La madrugada había caído sobre la ciudad como un manto pesado, y el Hospital Central se iluminaba en la distancia con un brillo frío y clínico que contrastaba con la oscuridad envolvente. Aurora estaba siendo llevada en una camilla por el pasillo principal, rodeada por el equipo médico que trabajaba frenéticamente para estabilizarla. Alexander caminaba detrás, sus botas resonando en el suelo de mármol, cada paso firme un reflejo de su determinación. A pesar de haber sido testigo de innumerables escenas similares, algo en esta situación lo mantenía profundamente inquieto.Cuando llegaron a la sala de emergencias, los médicos se dispersaron para iniciar el procedimiento. Una doctora joven, de cabello recogido y mirada concentrada, se acercó a Alexander. —Coronel, haremos todo lo posible por estabilizarla. Parece estar respondiendo bien a la intravenosa, pero necesitamos tratar los golpes internos y monitorear la fiebre. Alexander asintió, aunque su mente no podía dejar de correr en