La ciudad nunca dormía, pero en ese momento, para Alexander, el mundo parecía congelado en un instante de puro caos. Las palabras de Halcón 2 aún resonaban en su mente como una campanada de alarma imposible de ignorar: *Ricardo ha cambiado de objetivo. Está yendo por Aurora.*El rugido del motor del vehículo en el que viajaba apenas podía competir con la tormenta de pensamientos que invadían su mente. Cada segundo que pasaba era un recordatorio cruel de lo que estaba en juego. Había subestimado a Ricardo, había caído en su trampa, y ahora alguien más podría pagar el precio por su error. Pero lo que más lo consumía era que ese "alguien más" era Aurora. Y aunque no quería admitirlo, la idea de perderla lo desgarraba de una manera que ni siquiera la muerte de Lilian había logrado hacer.—Acelera —ordenó al conductor con una voz que contenía toda la autoridad que pudo reunir. Pero en el fondo, sabía que incluso con toda la velocidad del mundo, podría no ser suficiente.La oscuridad del c
La habitación del hospital se llenó de una atmósfera pesada, cargada de incertidumbre y emociones no expresadas. Aurora seguía sentada en la cama, su cuerpo aún temblando por lo que acababa de suceder. Ricardo había sido capturado, pero el eco de sus palabras seguía resonando en su mente como un veneno que no podía eliminar. El silencio era interrumpido solo por las voces distantes de los agentes que se movían por el pasillo y el pitido regular de las máquinas que monitoreaban sus signos vitales.Alexander estaba junto a la ventana, de pie, observando la oscuridad de la noche a través del cristal. Su postura rígida y su mirada perdida reflejaban una lucha interna que él mismo no podía entender del todo. El alivio de haber detenido a Ricardo se mezclaba con una inquietud que lo desgarraba desde adentro. Había algo en las palabras de Ricardo, en el caos que acababa de presenciar, que parecía haber abierto puertas que Alexander había mantenido cerradas por años.Aurora finalmente rom
El hospital parecía suspendido en un estado de inquietud perpetua. Afuera, la ciudad seguía con su ritmo incesante, pero dentro, el mundo de Aurora y Alexander estaba al borde de un precipicio. La última advertencia de Halcón 2 había lanzado a todos a un frenesí: Ricardo no se quedaría de brazos cruzados, ni siquiera detenido. Tenía aliados, recursos y, más peligroso aún, un plan.Alexander caminaba de un lado a otro de la habitación, su mente trabajando en todas las posibilidades. Sus pasos firmes resonaban en el espacio, pero su mirada iba más allá, perdida en las sombras de su preocupación. Aurora lo observaba desde la cama, sintiéndose atrapada entre su propia impotencia y el peso de las emociones que no lograba descifrar. Había algo en la tensión de Alexander que la afectaba, un eco de la vulnerabilidad que él mismo trataba de ocultar.—No puedes quedarte aquí toda la noche, Alex —dijo Aurora, rompiendo el silencio que comenzaba a volverse insoportable.Alexander se detuvo, gir
El amanecer en Nueva York trajo consigo un caos que parecía imposible de contener. Las calles estaban inundadas de periodistas, cámaras y micrófonos, todos compitiendo por captar la última actualización sobre el caso que había sacudido a la ciudad y al país entero. Ricardo Brown, el empresario que había sido sinónimo de éxito y prestigio, ahora era el rostro de uno de los escándalos más oscuros de la década. Su captura había desatado una tormenta mediática que no mostraba señales de amainar.Las pantallas gigantes de Times Square mostraban imágenes de Ricardo siendo escoltado por agentes, su rostro marcado por una mezcla de furia y derrota. Los titulares eran implacables: - "El Monstruo Detrás del Imperio: Ricardo Brown Capturado"- "Aurora Brown Rompe el Silencio: Una Historia de Abuso y Supervivencia"- "La Caída de un Titán: ¿Qué Sigue para Ricardo Brown?"En los estudios de televisión, los analistas debatían sin descanso. Algunos se enfocaban en el impacto que esto tendría en l
Desde la ventana del hospital, podía ver y apreciar el el hermoso amanecer de Nueva York tenía algo diferente. Podía sentir cómo la ciudad continuaba con su vida, ajena a mi tormenta personal, pero aun así, parecía que cada rayo de sol llevaba consigo las miradas de miles de personas.Cada vez que me inclinaba hacia el cristal, imaginaba a los periodistas al acecho, esperando mi primera palabra, mi primera aparición fuera de estas paredes. Sabía que todo esto no iba a detenerse pronto. Y aunque agradecía estar viva, esa sensación de alivio era constantemente atacada por el peso de lo que había vivido, de lo que todavía enfrentaba.El día anterior había sido especialmente difícil. La entrevista con los agentes había traído de regreso recuerdos que intentaba enterrar, pequeños fragmentos del infierno que Ricardo me había hecho vivir. Sus palabras, su control, las marcas invisibles que dejó en mí.Todo había resurgido como una marea implacable, y aunque Alexander estuvo a mi lado todo e
La vida en la mansión Brown, vista desde el exterior, parecía un cuento de hadas. Los jardines bien cuidados, la piscina olímpica, y los carros de lujo estacionados en el garaje daban la impresión de que todo era perfecto. Pero dentro de esas paredes, detrás de las cortinas de terciopelo, la realidad era muy diferente. Me desperté temprano, como siempre, con el ruido de la alarma que Ricardo había insistido en poner a las cinco en punto de la mañana. Según él, era la hora perfecta para que una “buena esposa” se levantara y comenzara sus deberes. Me levanté de la cama con cuidado, tratando de no hacer ruido. Ricardo tenía el sueño ligero y sabía que cualquier movimiento brusco podía desencadenar su furia matutina. Mientras caminaba hacia el baño, miré mi reflejo en el espejo. La joven de ojos tristes que me devolvía la mirada parecía extraña. ¿Dónde había quedado aquella Aurora llena de vida y sueños? Me preguntaba mientras el agua tibia de la ducha trataba de borrar las marcas de la
El sol apenas empezaba a asomarse en el horizonte, anunciando un nuevo día en la mansión Brown. Aurora se levantó con el mismo sentimiento de opresión que la había acompañado desde que se casó con Ricardo. Sabía que enfrentaba otra jornada llena de humillaciones y dolor, pero su espíritu se había doblegado tanto que la idea de rebelarse ni siquiera cruzaba su mente.Aurora se dirigió a la cocina para preparar el desayuno de Ricardo, asegurándose de que todo estuviera perfecto. Sabía que cualquier mínimo error podría desencadenar la ira de su esposo. Mientras trabajaba, podía sentir el peso de su propia desesperanza, como una losa que la oprimía.Ricardo bajó las escaleras con paso firme. Sin siquiera mirarla, se sentó a la mesa y desplegó el periódico. —¿Está listo el café?— preguntó, su tono cargado de impaciencia.—Sí, Ricardo, ya está,— respondió Aurora con voz temblorosa, colocando la taza frente a él.Tomó un sorbo y frunció el ceño. —Está demasiado caliente,— dijo, lanzándole un
Aurora despertó con el sonido agudo de la alarma que resonaba en su habitación. El sol aún no había salido, pero el nuevo día ya exigía su presencia. Se levantó de la cama con una sensación de resignación y tristeza, sabiendo que tenía que enfrentarse a otro día de humillaciones y control bajo la mirada vigilante de Ricardo. Mientras caminaba hacia la cocina para preparar el desayuno, los recuerdos de su vida antes de conocer a Ricardo comenzaron a invadir su mente. Había sido una joven llena de sueños y esperanzas, con un futuro brillante por delante. Pero todo eso se había desvanecido el día que decidió casarse con Ricardo, un hombre que al principio parecía ser el príncipe azul, pero que pronto reveló su verdadera naturaleza. Ricardo descendió las escaleras con el rostro sombrío. Sin siquiera mirarla, se sentó a la mesa y extendió la mano para recibir su café. Aurora, con las manos temblorosas, le sirvió la taza. —Buenos días, Ricardo,— dijo con voz suave. Él no respondió. En