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Capítulo 05: La Noche De La Reunión

Alexander asintió, sintiendo la adrenalina, correr por sus venas. 

 —Excelente trabajo, sargento. Necesitamos estar listos. Asegúrese de que el equipo esté preparado y que la vigilancia sea discreta. No podemos permitirnos cometer errores.

 —Sí, señor, — respondió Morales antes de retirarse.

 Mientras Alexander se preparaba para la operación, no podía dejar de pensar en la mujer que, según los rumores, vivía atrapada bajo el yugo de Ricardo. Sabía que había mucho en juego y que cada decisión que tomara podría tener consecuencias significativas.

 En la mansión Brown, Aurora seguía viviendo su vida de sumisión y miedo. Las palabras hirientes de Ricardo eran como dagas que perforaban su alma, dejándola con cicatrices invisibles. Esa tarde, mientras limpiaba el salón, escuchó el sonido de la puerta principal y supo que Ricardo había llegado. Se apresuró a terminar sus tareas, temiendo la reacción de su esposo.

 Ricardo entró en el salón con el ceño fruncido. 

 —Aurora, ven aquí, — ordenó con voz autoritaria.

 Aurora se acercó a él, tratando de ocultar su temor.

  —¿Sí, Ricardo?

 Él la miró con desdén. —Mañana por la noche, tendré una reunión importante aquí. Quiero que todo esté impecable. No me hagas quedar mal.

 —Sí, Ricardo. Me aseguraré de que todo esté en orden, — respondió Aurora, con la voz temblorosa.

 —Y una cosa más, — añadió Ricardo, acercándose a ella. —No quiero verte durante la reunión. Quédate en tu habitación y no molestes a mis invitados. ¿Entendido?

 —Sí, Ricardo, — dijo Aurora, sintiendo el peso de la sumisión en sus palabras.

 Ricardo asintió y se dirigió a su estudio, dejándola sola en el salón. Aurora respiró hondo, tratando de calmar sus nervios. Sabía que tendría que trabajar arduamente para asegurarse de que todo estuviera perfecto para la reunión. El miedo a desagradar a Ricardo la mantenía en un estado constante de ansiedad.

 Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Aurora no pudo evitar pensar en su vida antes de conocer a Ricardo. Había sido una joven llena de sueños y aspiraciones, pero todo eso se había desvanecido bajo el control de su esposo. Se preguntaba si alguna vez encontraría la fuerza para liberarse de su jaula dorada.

 A la mañana siguiente, Aurora se levantó temprano y comenzó a preparar la casa para la reunión. Limpió cada rincón, asegurándose de que todo estuviera en perfectas condiciones. Mientras trabajaba, notó la presencia de Daniel en el jardín. Su sola presencia le daba una pequeña sensación de alivio en medio de su tormento.

 Durante el día, Aurora y Daniel tuvieron la oportunidad de intercambiar algunas palabras mientras ella regaba las plantas en el invernadero.

  —¿Estás bien, Aurora?—preguntó Daniel con suavidad.

 —Estoy bien, gracias, — respondió ella, forzando una sonrisa.

 —Si necesitas hablar o cualquier cosa, estoy aquí, — dijo Daniel, mirándola con preocupación.

 Aurora asintió, sintiendo una extraña mezcla de gratitud y tristeza. Quería confiar en Daniel, pero el miedo a las represalias de Ricardo la paralizaba.

 Finalmente, llegó la noche de la reunión. Aurora se aseguró de que todo estuviera en orden antes de retirarse a su habitación, tal como Ricardo le había ordenado. Mientras los invitados llegaban y se acomodaban en el salón, Aurora se encerró en su cuarto, sintiéndose como una prisionera en su propia casa.

 Desde su habitación, podía escuchar las voces y risas de los hombres en la planta baja. Sabía que algo importante estaba ocurriendo, pero no se atrevía a salir. El miedo a las represalias de Ricardo la mantenía en su lugar.

 Mientras tanto, Alexander y su equipo se preparaban para la operación. La vigilancia encubierta estaba en su lugar, y cada movimiento dentro de la mansión era monitoreado con precisión. Sabían que esa noche podría ser decisiva para desmantelar la red de tráfico de armas y detener a Ricardo Brown.

 Alexander observaba las imágenes en las pantallas, atento a cada detalle. Sabía que cualquier error podría poner en peligro la misión y a las personas inocentes dentro de la mansión. Su corazón latía con fuerza, sabiendo que el destino de muchas vidas dependía de sus decisiones.

 En medio de la oscuridad, Aurora seguía esperando en su habitación, su corazón lleno de miedo y desesperanza. Pero en algún lugar, en lo profundo de su ser, una pequeña chispa de esperanza seguía ardiendo, esperando el momento en que pudiera encontrar la fuerza para liberarse.

 Esa noche, los destinos de Alexander y Aurora estaban a punto de cruzarse. Aunque aún no se conocían, sus vidas estaban entrelazadas por hilos invisibles. La operación que Alexander lideraba y la vida de sufrimiento de Aurora convergerían en un punto crítico, cambiando sus vidas para siempre.

 El futuro era incierto y lleno de desafíos, pero tanto Aurora como Alexander estaban destinados a enfrentarlos juntos. Y cuando finalmente sus caminos se cruzaran, encontrarían en el otro la fuerza y el valor para superar cualquier obstáculo. En medio de la oscuridad, una luz comenzaba a brillar, una luz que los guiaría hacia la libertad y la redención.

Aurora observaba desde su escondite en la cocina, sintiendo el peso de la tensión acumulándose en el ambiente. Ricardo los recibió en el salón, donde la luz tenue de las lámparas de araña arrojaba sombras ominosas en las paredes.

 Mientras los hombres se acomodaban, Ricardo les ofreció bebidas y comenzó a hablar en voz baja, apenas audible para Aurora desde su posición. Intentó concentrarse en sus tareas, pero el miedo y la curiosidad la mantenían al borde de la ansiedad. Sabía que no debía escuchar, pero no podía evitarlo.

 —Necesitamos asegurarnos de que la próxima entrega llegue sin problemas, — dijo uno de los hombres, su voz cargada de preocupación. —Cualquier error podría costarnos caro.

 Ricardo asintió con gravedad.

 —Todo está bajo control. Nadie sospecha de nosotros.

 Aurora sintió un escalofrío al escuchar esas palabras. La oscuridad de los negocios de Ricardo parecía más profunda de lo que había imaginado. Decidió que necesitaba salir a tomar un poco de aire para calmar sus nervios. Con cuidado, salió de la cocina y se dirigió al pasillo en dirección al jardín.

 Mientras caminaba, los ecos de la conversación seguían resonando en sus oídos. Las palabras de los hombres y la frialdad de Ricardo la hacían sentir atrapada en una telaraña de peligro. Sabía que debía ser cautelosa y no atraer la atención hacia sí misma.

 En el salón, la reunión comenzaba a tomar un giro más tenso. Uno de los socios, visiblemente alterado, se levantó de su asiento y levantó la voz.

  —Ricardo, no podemos seguir así. Necesitamos garantías de que todo saldrá bien. No estoy dispuesto a arriesgarlo todo sin saber que estamos seguros.

 Ricardo lo miró con frialdad. 

 —Tranquilo, todo está bajo control. He tomado todas las precauciones necesarias.

 —Eso no es suficiente, — replicó el hombre, agitando una pistola que había sacado de su chaqueta. —Quiero pruebas de que estamos seguros.

 La tensión en la sala aumentó drásticamente. Los otros socios se movieron inquietos en sus asientos, observando la situación con ojos atentos. Ricardo mantuvo la calma, pero Aurora, desde el jardín, podía sentir el peligro inminente.

 Aurora se detuvo cerca de una fuente, su corazón latiendo con fuerza. El aire fresco de la noche le proporcionaba un breve respiro, pero sabía que no podía quedarse afuera por mucho tiempo. Mientras intentaba calmarse, escuchó un ruido fuerte proveniente del salón. Se asomó cautelosamente por una ventana y vio a los hombres discutiendo acaloradamente.

  —No podemos permitir que esto se descontrole.

Aurora se movió hacia la entrada del jardín, intentando decidir qué hacer a continuación. La situación en el salón se había vuelto volátil, y sabía que cualquier movimiento en falso podría ponerla en peligro.

 En el salón, Ricardo mantuvo la calma a pesar de la pistola apuntada hacia él.

 —Baja esa arma, no conseguirás nada así, — dijo con frialdad.

 El hombre, sin embargo, no se dejó intimidar. —Quiero garantías ahora, — insistió, su voz temblando de ira y miedo.

 La tensión estaba en su punto máximo. Aurora sentía más miedo que nunca, sabía que no podía correr hacia la salida, pues los hombres de Ricardo la atraparían con el primer movimiento que hiciera, entonces no tenía otra alternativa que volver a su habitación en silencio.

Despacio, volvió a abrir la puerta del patio que estaba junto a la cocina, y justo cuando iba saliendo para llegar a las escaleras, un hombre la vio.

—¿Quién es la pequeña perra que tenemos como infiltrada?—preguntó el tipo que tenía la pistola y ahora apuntaba a ella. Aurora se volteó y los vio, el miedo se veía en sus ojos, su cuerpo comenzó a temblar involuntariamente.

Aurora vio la furia en los ojos de Ricardo y sabía que sin dudas esa noche no saldría viva de ese lugar. Sus esperanzas de ser feliz y libre esa misma noche se extinguieron.

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