Alexander asintió, sintiendo la adrenalina, correr por sus venas.
—Excelente trabajo, sargento. Necesitamos estar listos. Asegúrese de que el equipo esté preparado y que la vigilancia sea discreta. No podemos permitirnos cometer errores. —Sí, señor, — respondió Morales antes de retirarse. Mientras Alexander se preparaba para la operación, no podía dejar de pensar en la mujer que, según los rumores, vivía atrapada bajo el yugo de Ricardo. Sabía que había mucho en juego y que cada decisión que tomara podría tener consecuencias significativas. En la mansión Brown, Aurora seguía viviendo su vida de sumisión y miedo. Las palabras hirientes de Ricardo eran como dagas que perforaban su alma, dejándola con cicatrices invisibles. Esa tarde, mientras limpiaba el salón, escuchó el sonido de la puerta principal y supo que Ricardo había llegado. Se apresuró a terminar sus tareas, temiendo la reacción de su esposo. Ricardo entró en el salón con el ceño fruncido. —Aurora, ven aquí, — ordenó con voz autoritaria. Aurora se acercó a él, tratando de ocultar su temor. —¿Sí, Ricardo? Él la miró con desdén. —Mañana por la noche, tendré una reunión importante aquí. Quiero que todo esté impecable. No me hagas quedar mal. —Sí, Ricardo. Me aseguraré de que todo esté en orden, — respondió Aurora, con la voz temblorosa. —Y una cosa más, — añadió Ricardo, acercándose a ella. —No quiero verte durante la reunión. Quédate en tu habitación y no molestes a mis invitados. ¿Entendido? —Sí, Ricardo, — dijo Aurora, sintiendo el peso de la sumisión en sus palabras. Ricardo asintió y se dirigió a su estudio, dejándola sola en el salón. Aurora respiró hondo, tratando de calmar sus nervios. Sabía que tendría que trabajar arduamente para asegurarse de que todo estuviera perfecto para la reunión. El miedo a desagradar a Ricardo la mantenía en un estado constante de ansiedad. Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Aurora no pudo evitar pensar en su vida antes de conocer a Ricardo. Había sido una joven llena de sueños y aspiraciones, pero todo eso se había desvanecido bajo el control de su esposo. Se preguntaba si alguna vez encontraría la fuerza para liberarse de su jaula dorada. A la mañana siguiente, Aurora se levantó temprano y comenzó a preparar la casa para la reunión. Limpió cada rincón, asegurándose de que todo estuviera en perfectas condiciones. Mientras trabajaba, notó la presencia de Daniel en el jardín. Su sola presencia le daba una pequeña sensación de alivio en medio de su tormento. Durante el día, Aurora y Daniel tuvieron la oportunidad de intercambiar algunas palabras mientras ella regaba las plantas en el invernadero. —¿Estás bien, Aurora?—preguntó Daniel con suavidad. —Estoy bien, gracias, — respondió ella, forzando una sonrisa. —Si necesitas hablar o cualquier cosa, estoy aquí, — dijo Daniel, mirándola con preocupación. Aurora asintió, sintiendo una extraña mezcla de gratitud y tristeza. Quería confiar en Daniel, pero el miedo a las represalias de Ricardo la paralizaba. Finalmente, llegó la noche de la reunión. Aurora se aseguró de que todo estuviera en orden antes de retirarse a su habitación, tal como Ricardo le había ordenado. Mientras los invitados llegaban y se acomodaban en el salón, Aurora se encerró en su cuarto, sintiéndose como una prisionera en su propia casa. Desde su habitación, podía escuchar las voces y risas de los hombres en la planta baja. Sabía que algo importante estaba ocurriendo, pero no se atrevía a salir. El miedo a las represalias de Ricardo la mantenía en su lugar. Mientras tanto, Alexander y su equipo se preparaban para la operación. La vigilancia encubierta estaba en su lugar, y cada movimiento dentro de la mansión era monitoreado con precisión. Sabían que esa noche podría ser decisiva para desmantelar la red de tráfico de armas y detener a Ricardo Brown. Alexander observaba las imágenes en las pantallas, atento a cada detalle. Sabía que cualquier error podría poner en peligro la misión y a las personas inocentes dentro de la mansión. Su corazón latía con fuerza, sabiendo que el destino de muchas vidas dependía de sus decisiones. En medio de la oscuridad, Aurora seguía esperando en su habitación, su corazón lleno de miedo y desesperanza. Pero en algún lugar, en lo profundo de su ser, una pequeña chispa de esperanza seguía ardiendo, esperando el momento en que pudiera encontrar la fuerza para liberarse. Esa noche, los destinos de Alexander y Aurora estaban a punto de cruzarse. Aunque aún no se conocían, sus vidas estaban entrelazadas por hilos invisibles. La operación que Alexander lideraba y la vida de sufrimiento de Aurora convergerían en un punto crítico, cambiando sus vidas para siempre. El futuro era incierto y lleno de desafíos, pero tanto Aurora como Alexander estaban destinados a enfrentarlos juntos. Y cuando finalmente sus caminos se cruzaran, encontrarían en el otro la fuerza y el valor para superar cualquier obstáculo. En medio de la oscuridad, una luz comenzaba a brillar, una luz que los guiaría hacia la libertad y la redención. Aurora observaba desde su escondite en la cocina, sintiendo el peso de la tensión acumulándose en el ambiente. Ricardo los recibió en el salón, donde la luz tenue de las lámparas de araña arrojaba sombras ominosas en las paredes. Mientras los hombres se acomodaban, Ricardo les ofreció bebidas y comenzó a hablar en voz baja, apenas audible para Aurora desde su posición. Intentó concentrarse en sus tareas, pero el miedo y la curiosidad la mantenían al borde de la ansiedad. Sabía que no debía escuchar, pero no podía evitarlo. —Necesitamos asegurarnos de que la próxima entrega llegue sin problemas, — dijo uno de los hombres, su voz cargada de preocupación. —Cualquier error podría costarnos caro. Ricardo asintió con gravedad. —Todo está bajo control. Nadie sospecha de nosotros. Aurora sintió un escalofrío al escuchar esas palabras. La oscuridad de los negocios de Ricardo parecía más profunda de lo que había imaginado. Decidió que necesitaba salir a tomar un poco de aire para calmar sus nervios. Con cuidado, salió de la cocina y se dirigió al pasillo en dirección al jardín. Mientras caminaba, los ecos de la conversación seguían resonando en sus oídos. Las palabras de los hombres y la frialdad de Ricardo la hacían sentir atrapada en una telaraña de peligro. Sabía que debía ser cautelosa y no atraer la atención hacia sí misma. En el salón, la reunión comenzaba a tomar un giro más tenso. Uno de los socios, visiblemente alterado, se levantó de su asiento y levantó la voz. —Ricardo, no podemos seguir así. Necesitamos garantías de que todo saldrá bien. No estoy dispuesto a arriesgarlo todo sin saber que estamos seguros. Ricardo lo miró con frialdad. —Tranquilo, todo está bajo control. He tomado todas las precauciones necesarias. —Eso no es suficiente, — replicó el hombre, agitando una pistola que había sacado de su chaqueta. —Quiero pruebas de que estamos seguros. La tensión en la sala aumentó drásticamente. Los otros socios se movieron inquietos en sus asientos, observando la situación con ojos atentos. Ricardo mantuvo la calma, pero Aurora, desde el jardín, podía sentir el peligro inminente. Aurora se detuvo cerca de una fuente, su corazón latiendo con fuerza. El aire fresco de la noche le proporcionaba un breve respiro, pero sabía que no podía quedarse afuera por mucho tiempo. Mientras intentaba calmarse, escuchó un ruido fuerte proveniente del salón. Se asomó cautelosamente por una ventana y vio a los hombres discutiendo acaloradamente. —No podemos permitir que esto se descontrole. Aurora se movió hacia la entrada del jardín, intentando decidir qué hacer a continuación. La situación en el salón se había vuelto volátil, y sabía que cualquier movimiento en falso podría ponerla en peligro. En el salón, Ricardo mantuvo la calma a pesar de la pistola apuntada hacia él. —Baja esa arma, no conseguirás nada así, — dijo con frialdad. El hombre, sin embargo, no se dejó intimidar. —Quiero garantías ahora, — insistió, su voz temblando de ira y miedo. La tensión estaba en su punto máximo. Aurora sentía más miedo que nunca, sabía que no podía correr hacia la salida, pues los hombres de Ricardo la atraparían con el primer movimiento que hiciera, entonces no tenía otra alternativa que volver a su habitación en silencio. Despacio, volvió a abrir la puerta del patio que estaba junto a la cocina, y justo cuando iba saliendo para llegar a las escaleras, un hombre la vio. —¿Quién es la pequeña perra que tenemos como infiltrada?—preguntó el tipo que tenía la pistola y ahora apuntaba a ella. Aurora se volteó y los vio, el miedo se veía en sus ojos, su cuerpo comenzó a temblar involuntariamente. Aurora vio la furia en los ojos de Ricardo y sabía que sin dudas esa noche no saldría viva de ese lugar. Sus esperanzas de ser feliz y libre esa misma noche se extinguieron.Aurora se quedó inmóvil, con el corazón latiendo desbocado, mientras el hombre mantenía la pistola apuntada hacia ella. El salón se sumió en un silencio tenso, todos los ojos fijos en la escena que se desarrollaba. Ricardo se levantó lentamente de su asiento, con una expresión impenetrable en su rostro. —Tranquilo,— dijo Ricardo con una voz fría y calculadora. —Ella no es una amenaza. Solo es mi esposa, tratando de hacer su trabajo. El hombre con la pistola no bajó el arma, su mirada fija en Aurora. —Necesitamos estar seguros. No podemos permitir que nadie interfiera. Aurora sentía que el suelo se desvanecía bajo sus pies. Respiró hondo y reunió todo el valor que tenía. —No sé nada de lo que están hablando. Solo estaba haciendo mi trabajo. Ricardo dio un paso adelante, manteniendo la calma. —Baja el arma. No queremos que esto se descontrole. Finalmente, el hombre cedió y bajó la pistola, pero no sin antes lanzar una mirada de advertencia a Aurora. —Más te vale que estés diciendo
Aurora se sintió abrumada mientras relataba su historia a los oficiales en la estación de policía. Había esperado encontrar refugio y justicia, pero pronto descubrió que la influencia de Ricardo se extendía mucho más allá de lo que había imaginado. Los oficiales escucharon su declaración con atención, pero cuando llegó el momento de tomar medidas, comenzaron a surgir obstáculos. —Señora, comprendemos su situación, pero necesitamos pruebas concretas para proceder con los cargos contra su esposo,— dijo el oficial a cargo, con una expresión preocupada. Aurora sintió que el miedo volvía a apoderarse de ella. —Les estoy diciendo la verdad. Ricardo es un hombre peligroso. ¿No pueden hacer algo? El oficial suspiró. —Lamentablemente, el señor Brown tiene muchos contactos y una gran influencia. Necesitamos más pruebas antes de poder actuar. Aurora sintió cómo sus esperanzas se desmoronaban. Sabía que Ricardo había construido una red de poder que lo protegía de cualquier acusación. A pesar
Aurora despertó con un dolor agudo en la cabeza y la visión borrosa. Al intentar moverse, se dio cuenta de que estaba atada a una silla en una habitación oscura. El aire era denso, y las paredes de concreto tenían manchas de humedad que indicaban que no estaba en un lugar elegante como la mansión de Ricardo, sino en algún escondite oculto. El miedo la envolvía, pero su mente seguía regresando a los documentos que había fotografiado antes de ser capturada. Aunque había sido atrapada, aún tenía la esperanza de que esas pruebas llegaran a las manos correctas. No sabía por qué la misión había terminado de esa forma, ella solo quería ir a la estación de policía y poder la denuncia para que ese demonio no la torturara más. Nunca había podido saber que ya el ejército tenía todo un operativo para dar con su captura, si no hubiera hablado con esos oficiales y saber en caso por el mismo equipo elite que comandaba Alexander, no había podido tener el valor de volver y descubrír todo. Mientr
Con Aurora y Alexander, en la base militar, los minutos parecían horas, mientras lograban averiguar las pruebas de abuso y poder sobre Ricardo, sus esperanzas se hacían mínimas. La noche cayó sobre la base militar, y la tensión en el aire era palpable. Aurora estaba en su habitación asignada, tratando de encontrar un momento de tranquilidad después de todo lo sucedido. Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de que algo iba terriblemente mal. En otro rincón de la base, Alexander revisaba los planes de seguridad una vez más. Sabía que Ricardo era impredecible y que haría todo lo posible por recuperar el control. Los equipos de seguridad estaban en alerta máxima, pero incluso con todas las precauciones, la amenaza era constante. Alexander sabía que tenía que proteger a Aurora, sentía que esa pobre mujer ya había sufrido mucho junto a ese ser despreciable, y tenía que protegerla, era una ciudadana y ese era su deber como Coronel del Ejército. Por otro lado, Aurora, sintiéndos
Aurora se percibía como la mujer más ingenua del planeta, creer en que la policía la protegería era su error más grande. Estaba arrepentida. No sabía a ciencia cierta si ese sería su trágico final, no tenía idea de qué era lo que haría Ricardo con ella a continuación.Podía escuchar la risa de los hombres desde la habitación, había escuchado sin dudas algunas siete voces diferentes.Era imposible salir ahora, sin dudas moriría, quizá hoy o mañana, no lo sabía con exactitud. ***Por otro lado, Alexander y su equipo estaban ahora rastreando la zona a donde los había dirigido el GPS. El coronel más temido de las fuerzas especiales tenía esperanzas en encontrar a esa mujer viva.No quería cometer el mismo error que cometió hace más de algunos años atrás, recordar ese momento aún lo había mantenido con pesadillas y sin lograr dormir bien.*Inicio de la analepsis.*Ver cómo ese grupo terrorista había masacrado hasta a su propia gente, sus familias, hijos y padres. Solo por una creencia es
— Coronel, hemos registrado toda la zona, pero aún no tenemos indicios de que la rehén se encuentre en este lugar. Sin duda, Alexander se sentía frustrado y empezaba a dejar una impresión negativa sobre este lugar. — Retirada. Regresemos a la base y perfeccionemos más investigación para descubrir su paradero, no pudieron ir muy lejos de eso, estoy completamente seguro. —respondió Alexander mientras comenzaban a ir hacia los vehículos. Sentía una sensación en el pecho de que en cualquier momento algo grave podría pasar. *** Ricardo se acercó a Aurora, su sonrisa sarcástica y cruel. Aurora se alejó de él, intentando escapar, pero Ricardo la agarró con fuerza. —No te preocupes, mi amor —le dijo, su aliento cálido en su oído—. Esto solo será un recordatorio de quién está al mando aquí. Aurora intentó luchar, pero Ricardo era demasiado fuerte. La empujó contra la pared y comenzó a besuquearla, su boca áspera y desagradable. Aurora se sintió como si estuviera siendo violada de
Mientras, Elián y Ricardo disfrutaban de su vaso de whisky, Aurora se volvía a sentir sucia, sentía que no valía nada, el matrimonio que pensó sería un cuento de hadas, se había convertido en una pesadilla. Ricardo había sido como un príncipe azúl, el hombre que la encontró casi moribunda, el hombre que le brindó un techo en ese lugar de acogida para mujeres huérfanas. El hombre que era el patrocinador de dicho lugar, era un hombre bondadoso, que le juró amor eterno en medio de una recaudación de fondos al saberse enamorado de ella. Todo era mentira, una vil mentira, solo para ser su trofeo, para que el mundo supiera que era un buen hombre. Un hombre que, de puertas adentro, la humillaba, la maltrataba, no era más que una sirvienta en esas cuatro paredes. —Querida Aurora, gracias a mi es que tienes un techo digno en el cual vivir, que no se te olvidé que me debes todo lo que ahora tienes. — dijo ese imbécil una vez la boda terminó. —¿Ricardo, que sucede porque me trata de esta m
Alexander y su equipo habían estado esperando más información desde la base, la frustración por encontrar a esa pobre mujer y al mal nacido de su esposo.Alexander no lo podía dejar escapar, mientras seguían buscando en la zona, lograron divisar a los lejos las luces de un automóvil que se acercaba a baja velocidad.—¡Todos, escóndanse! —ordenó el coronel. Su tropa obedeció de inmediato, mientras Alexander observaba con extrañeza el vehículo transitando a esas horas y en ese lugar.Era, sin duda, sospechoso. Miró a su segundo al mando, y ambos comprendieron lo que habían pasado por alto: no habían revisado más allá del perímetro ni los alrededores.Alexander solo podía esperar que el automóvil se alejara para seguir su rastro y descubrir a dónde los llevaría.Alexander ahora solo podía esperar que el automóvil se alejara y él y sus subordinados podían recorrer el mismo camino para poder averiguar hasta dónde lo llevaría. ^_________^—Ricardo, detente, por favor, te lo supli