23| La diosa Luna ya no está.

Analía desayunó en su cuarto esa mañana. Se sentía sin fuerzas para abandonar la habitación. Oliver pensaba que lo había abandonado de verdad. Lo pensaba, creía que ella no cumpliría la promesa que le había hecho de rescatarlo. Y eso lo sumió en una intensa tristeza.

Podía sentir en su mente la presencia de Salem, pero El Alfa no decía nada. Por primera vez, no la regañó por sentir tristeza o depresión. Tal vez la entendía.

Cuando llegó Farid para la hora del almuerzo con una bandeja y un plato, Analía se sentó en la cama. Había intentado dormir, pero no lo consiguió. Se sentía tan triste y tan inútil que todo el cuerpo le temblaba.

— No puedo ni moverme, ¿cómo soy tan débil? — se preguntó.

Salem era un hombre fuerte. Había tenido una vida difícil. Toda la manada era su responsabilidad. Y aún así, el hombre no flaqueaba. Su carácter siempre permanecía igual, fuerte, aferrado a su voluntad. Ella tenía que aprender eso del Alfa. Tenía que ser eso por la manada. Ciertamente, tenía r
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