25| Los Maiasaura.

La mañana llegó más lenta de lo que Analía hubiera querido. Prácticamente no durmió en toda la noche, pensando en la reunión que tenían con los Maiasaura.

Sus manos temblaban cuando se levantó. Salem había salido de la ducha, con el cabello aún goteando. Ella se metió en la ducha y se bañó con agua fría. Desde que había firmado el contrato de vida y muerte con Salem, el frío ya no la atormentaba tanto, como si el calor corporal del hombre se le transmitiera a través de aquella conexión.

Afuera la esperaba un vestido, lo suficientemente extenso como para distinguirla de cualquier mujer, pero lo bastante cómodo como para moverse.

Era blanco como la nieve, con encajes y una larga capa de seda. Unas botas hasta las rodillas y unos pantalones de cuero blanqueados completaban el atuendo.

Cuando Analía se miró en el espejo, no pudo evitar pensar que se veía hermosa, realmente atractiva, como una reina. Su rostro, como lo había notado en otras ocasiones, había cambiado; ahora era el de una
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