Analía tenía que trabajar para no pensar. Para no pensar en su hermanito Oliver. Para no pensar en Barry, secuestrado por los Maiasaura, tal vez siendo torturado para sacar la información sobre Agnaquela. Así que la granja se había convertido en su total motivación, en su principal objetivo. Sabía sobre cultivar; su padre le había enseñado bien. De eso se abastecían en la casa cuando llegaba el invierno, de la cosecha que Analía sacaba cada año del patio trasero. Recordar al hombre que había sido su padre le generó de nuevo un nudo en el estómago. De alguna forma, le recordaba a Salem. Era alto y fuerte, de hombros anchos. Su cuerpo siempre estaba tan cálido cuando la abrazaba. Tenía el cabello cobrizo, la barba espesa, las cejas pobladas. Sus ojos eran azules como el hielo, pero desprendían una bondad que en realidad nunca volvió a ver en ningún ser humano. Venía de vez en cuando a la casa, traía provisiones y se quedaba un par de días para estar con sus hijos.A Analía los ojos se
Alexander era un joven atractivo. No era muy alto, ni muy robusto; más bien un poco delgado, pero se lograba ver a través de la ropa que traía que era un chico atlético. Tenía la cintura estrecha y las piernas torneadas. De hecho, era bastante atractivo. Tenía el cabello rubio como el sol y los ojos de un verde esmeralda que brillaban con una sonrisa enmarcada por unos labios carnosos y rojos. El joven no podría pasar de los 25 o 26 años de edad. Se acercó a ellos y se inclinó. — Mi luna, mi alfa — dijo el joven.Luego se irguió, tenía una postura perfecta. Analía sintió cómo Salem sintió desagrado. Evidentemente, ella lo estaba morboseando; era muy atractivo y eso hizo sentir incómodo al Alfa. Así que Analía, solo por mera gana de molestar al Alfa, se lo imaginó sin camisa. Debía tener un cuerpo definido con una cantidad de músculo perfecto. Salem volteó la cabeza hacia Ana, apretando los labios, casi como un regaño para que dejara esos pensamientos de lado. — El señor Farid me con
33| Si me pides que me quede.Analía se hizo la tonta un ratito fuera de la puerta, quería escuchar el momento exacto en el que El Alfa entrara a la ducha. No sabía por qué hacía eso; tal vez era porque en serio quería hacerlo, pero se lo justificaba a sí misma diciendo que era un jueguito para poner de mal humor al hombre. Cuando la puerta de la ducha se cerró, Analía entró al cuarto. Se quitó la ropa, quedando solo en ropa interior. Abrió estrepitosamente la puerta del baño y entró. — ¿Qué haces? — le preguntó él. Estaba en la ducha; el agua fría le recorría el cuerpo. Instintivamente, se cubrió, pero luego se golpeó a sí misma mentalmente. El Alfa no podía verla desnuda. — Lo siento, no sabía que estabas aquí — dijo Analía.El hombre seguía ahí de pie, con la mirada puesta en la pared y el agua cayendo por su cuerpo. — Claro que lo sabías — le dijo — . Olvidas que puedo sentir lo que sientes. ¿Quieres molestarme? Ya déjame en paz, lárgate.Analía se rio, salió del cuarto de baño
Alexander siempre había sido un aventurero. Toda su vida estuvo lleno de curiosidad por explorar el mundo, conocer diferentes culturas y aprender.Sus padres siempre lo habían apoyado. Su abuelo había pertenecido al consejo de ancianos, por lo que su padre, desde pequeño, había sido entrenado para tener una mente abierta.Su madre era una humana increíble, una antropóloga con una carrera exitosa, hasta el día en que conoció a su padre y quedó flechada por el hombre que se convertía en lobo.Llevar a un humano nuevo a la manada cada día era más complicado, sobre todo ahora que el secreto de los lobos ya se había revelado. Todos los humanos sabían que ellos existían. Alexander no entendía claramente cómo había sucedido, pero una loba llamada Moira y luego un lobo llamado Kerr habían expuesto el submundo para protegerlo. Era la mejor manera de hacerlo.Un laboratorio quería experimentar con todos y exhibirse ante el mundo era la única manera de escapar de él. Por eso, los humanos ahora s
Analía se levantó temprano esa mañana. No había podido pegar el ojo en toda la noche. Salem no regresó, y ella, a través del enlace que los unía, sintió cómo había permanecido despierto toda la noche en algún lugar del Pequeño Palacio.Esa sensación de dolor y de traición no se le quería quitar del cuerpo. Al parecer, los recuerdos lo atormentaban. Analía se preguntó qué historia tan traumática debía haber vivido Salem con "La esclava" para que sintiera aquellas emociones que no le permitían avanzar.Pero ella no podía ser responsable de las emociones del Alfa; solo era responsable de sus propias emociones y no podía dejar que la gobernaran. Así que esa mañana se puso de pie, se prendió con fuerza el collar y se puso un vestido relativamente cómodo para irse a la granja.En la granja, se encontró con Johana, la mamá de Alexander. El joven que había emprendido la misión de abogar por la manada de las nieves con el aquelarre.Johana era una mujer interesante, una humana fuerte y atracti
Analía se quedó al lado de Salem. El hombre se tensó por un momento, pero después de un largo minuto, negó con la cabeza. — No, no quiero hacerlo. — Lo entiendo — le dijo Analía — . Entiendo que no quieras contarme esto, pero sabrás que tienes que hacerlo en algún momento. ¿Has hablado de esto con alguien alguna vez?Él negó con la cabeza. — Nunca — murmuró. — Entonces tendrás que hacerlo. ¿Qué harás cuando llegue tu luna? Cuando ella llegue, deberás estar preparado para ella.Analía trató de que su voz no reflejara el dolor que sentía, pero Salem lo notó, porque levantó la mirada hacia ella, clavando sus ojos rojos en su frente. — Yo era un muchacho — comenzó a contar el alfa — No recuerdo cuántos años tenía, tal vez veinte. Llegué a la ciudad cuando era un niño. Mi padre era un lobo de esta ciudad y había embarazado a mi madre, una aldeana de un pueblo al sur de Agnaquela. Ella era una humana sencilla y bruta. La recuerdo bien, recuerdo sus palizas, recuerdo el odio con el que
Había pasado una larga hora. Alexander seguía recostado en la pared. El frío comenzaba a colarse en sus huesos; a pesar de su constitución física, la celda estaba congelada. Ni siquiera el rayo de sol que entraba por el agujero en el techo le ayudaba a calentarse.Se puso de pie y comenzó a moverse por el lugar, tratando de entrar en calor. Tal vez si se transformaba en lobo podría soportar un poco más la inclemencia del clima, pero el transformista que estaba al otro lado de la puerta tal vez podría tomarlo a mal. Así que se quedó en su forma humana.La puertecilla se abrió nuevamente. Los ojos rojos del vampiro lo observaron, luego le tendió una ropa color marrón que cayó al suelo. — Vístete — le dijo.Alexander bromeó: — ¿Te incomoda verme desnudo? O tal vez te gusta mucho.El vampiro cerró nuevamente la pequeña abertura con violencia. Alexander se vistió. Era un mono completo de los pies a la cabeza, con una cremallera en la espalda, de color marrón Ajustado, era bonito y cómodo
Los labios de la Alfa se posaron sobre el cuello de Analía. La besó con profundidad, atrayéndola hacia su cuerpo. «En qué momento sucedieron las cosas? » se preguntó Analía. «No lo sé » Cuando lo pensó, ya estaba sentada sobre el regazo de Salem, el cuerpo cálido del hombre pegado al suyo. Las manos de él se metieron por entre su vestido y la acariciaron la espalda. Analía se dejó llevar. Movió las caderas sobre él mientras sus labios rozaban la sensible piel de su oreja. Luego, cuando el hombre la besó en los labios, lo hizo con profundidad, con pasión y deseo, dejándose llevar por sus emociones.Aún seguían en el trono, en el salón principal. Nadie estaba allí, pero en cualquier momento cualquier persona podría entrar. De todas formas, Analía se imaginaba que nadie se atrevería a decirles nada. Era el Alfa y la Luna de esa ciudad, de esa manada. ¿Quién podría decirles algo, estando en su propio hogar? Analía lo besó de vuelta. Los labios cálidos y sedosos del hombre eran una com