16| Rey.

Ana salió de la herrería con la mente despejada y la cabeza en alto. La manifestación seguía ahí, aunque la cantidad de personas se había reducido a la mitad.

Al verla con el nuevo collar, los gritos cesaron, y un silencio aterrador se apoderó del lugar, tan profundo que hasta el zumbido de un insecto polar se oía como si resonara a través de altavoces.

Analía los miró a todos detenidamente, pero no tenía nada que decir.

No había palabras que pudieran convencerlos, que los hicieran aceptarla, que les hicieran entender que ser esclava no significaba nada, que la decisión del Alfa debía respetarse.

Todo eso se lo demostraría con hechos.

Camino junto a Farid y los hombres — o tal vez lobos — que el Alfa había dispuesto para protegerla en las calles.

Dejó atrás la manifestación, que se había quedado enmudecida, y sonrió con orgullo.

Había logrado dejarlos impactados, y eso era justo lo que quería.

Cuando llegó al palacio, Salem estaba sentado en la sala principal, sobre el trono.

Al
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