Stephan volaba bajo por el bosque. Su ala destrozada necesitaba tiempo y magia para sanar, y el miedo que había sentido al ver los ojos brillantes y rojos de su hijo, dispuestos a matarlo, era algo que nunca había experimentado en su vida.Cuando llegó a una pequeña cueva, trató de aterrizar, pero solo logró caer estrepitosamente sobre la nieve. El ala le ardía y las plumas arrancadas a la fuerza dejaron una hendidura en la suave piel, de la cual brotaba sangre oscura.Las alas le pesaban más que nunca y se arrastró dentro de la cueva. No podía regresar al campamento de los Maiasaura, donde seguramente Analía y Salem estarían esperándolo para atacarlo nuevamente. ¿Quién hubiera imaginado que Salem algún día buscaría venganza? De haberlo sabido, Stephan nunca se habría involucrado tan profundamente en aquella misión, pero ya no había marcha atrás.Cuando terminó de entrar en la cueva, prácticamente arrastrándose, buscó entre sus ropas algo para comer y beber, pero solo encontró un par
Analía sintió que el corazón le daba un vuelco mientras los ojos de Salem se clavaban en ella. La oscuridad de la habitación y la penumbra que reinaba en el exterior a través de la ventana le impedían ver con claridad, ni a ella ni a él, pero nunca se había sentido tan observada como en ese momento. Salem estiró la mano y le acarició la mejilla. — Por favor, déjame verte — le suplicó — . No he querido ver nada más que tu rostro desde que me enamoré de ti, y ahora que he recuperado la visión, sé que es lo primero que quiero ver.Analía quiso decir algo, pero un nudo en la garganta se lo impedía. Tuvo que aclararse la garganta, y cuando habló, su voz salió rota. — Farid dijo que... — No me importa lo que haya dicho Farid. No me importa que haya que ir lento. Yo quiero verte, quiero que seas lo primero que vean mis ojos.Analía estiró la mano y la apoyó en el pecho de Salem. — Está bien, lo haré.Lo tomó de la muñeca y lo llevó hacia la cama. Lo dejó sentado en el colchón. Frente a e
Cuando Analía despertó, esta vez sí encontró a Salem a su lado. El Alfa dormía profundamente. Era tarde ya en la mañana, pero habían vivido tanto la noche anterior que el hombre debería estar agotado, física y emocionalmente. Así que Analía lo dejó dormir.La casa de Farid no era grande, pero era absurdamente ordenada, con cada pequeña cosa puesta en su perfecto lugar, tanto que incluso Analía tuvo miedo de tocar cualquier cosa y alterar el orden perfecto del equilibrio de lo que tenía la casa.Caminó despacio por la sala y la cocina y encontró un poco de carne seca en la alacena. También había unas cuantas cebollas y unos tomates que ya comenzaban a echarse a perder.Analía cerró un poco las ventanas para que la luz en el interior no fuera tanta, así cuando Salem despertara, el impacto visual que tendría no sería muy grande. Preparó la carne seca y encendió la estufa de leña. Preparó un té con unas hojas que había guardadas en un frasco sellado y se sentó en la mesa a beberlo despaci
TensionesAlexander hubiera preferido quedarse en la cama hasta tarde, ya que el frío se colaba por cada resquicio de la casa. Bastian, en cambio, había bajado de la cama y se había metido entre las sábanas de Alexander, abrazándolo con fuerza. El transformista le dio un par de besitos y luego se acurrucó a su lado, y los dos se quedaron dormidos.Cuando llegó el alba, Alexander quiso quedarse ahí. Quiso abrazar al vampiro y dormir entre sus brazos hasta que llegara el mediodía, pero lamentablemente no podían hacerlo. Cada uno se puso de pie lentamente, dolientes y cansados. La noche anterior, aunque no había sido de las más complicadas, los había obligado a quedarse despiertos hasta altas horas de la noche, y tantas noches en vela ya comenzaban a pasarles factura.—¿Crees que algún día podremos dormir así hasta que nos dé la gana? —preguntó el transformista.Alexander asintió.—Claro que sí, cuando termine esta guerra. Cuando ganemos esta guerra.Cuando bajaron a la sala, Kerr estaba
Analía notó cómo todo el cuerpo de Salem se tensó. —¿Qué ha sucedido?—, preguntó el Alfa. Bastian estaba agitado.—Los vampiros y los lobos pelean. Logré controlar a mi aquelarre, pero Alexander no pudo controlar a los lobos. Está peleando con uno en este momento. Sé que recién recuperaste la visión, y sé lo que dijo Farid sobre que debes ser moderado a la hora de exponerte a los estímulos, pero necesitan al Alfa.—Salem respiró profundamente. Debajo de la capa que tenía puesta estaba el traje que le había regalado Kerr. Cuando la capa cayó al suelo, los músculos de su cuerpo quedaron expuestos bajo la tela ajustada.—Voy,— dijo. Analía lo sujetó por la muñeca.—¿Estás seguro?——Sí. La manada ha estado muy dispersa. Yo he estado muy disperso estos días. Ya necesitan que les recuerde quién soy y por qué deben respetarme.—Luego, cuando Salem salió por la puerta, se transformó. Analía también se transformó. Bastian corrió a su lado; era casi tan rápido como ellos. Cuando llegaron al c
Todos caminaron hacia el pequeño palacio. Analía observó, conmocionada, cómo Salem veía por primera vez su ciudad, cómo observaba las casas hechas de madera, las calles, cómo veía sorprendidos los rostros de las personas que los saludaban en la acera, personas a las que él reconocía el olor y al fin podía ponerles un rostro. Pero cuando llegaron a una esquina, se recostó sobre un poste que sostenía un enorme candelabro que iluminaba la calle en la oscuridad de la noche y parpadeó un par de veces.—Tenías razón, es un poco abrumador —dijo.Analía llegó con él y entrelazó los dedos con los suyos.—¿Quieres ponerte la venda? —le preguntó.Pero él negó con la cabeza.—Mi cabeza tiene que acostumbrarse.Así que abrió los ojos nuevamente y continuó el camino. Era diferente, notó Analía. Antes, Salem se guiaba por sus otros sentidos, sobre todo su olfato. Pero ahora que tenía los ojos nuevamente y podía ver a su alrededor, era un poco confuso para él encontrar los lugares. Así que fue Alexan
Salem cayó arrodillado en el suelo, apretando con fuerza el pecho. Analía le apoyó su ancha mano sobre su hombro y lo ayudó a ponerse de pie.—¿A dónde se fue? —le preguntó al joven recién llegado. Se encogió de hombros. — la seguí hasta que vi que salía de la ciudad y entonces vine a avisar. — No era muy lejos —dijo Salem, apretando el pecho — también Debería estarla matando el contrato. ¿Cómo pudo ser tan estúpida? —dijo el Alfa—. Ya sabe que si toma la decisión de dejarme, el contrato nos matará.Analía sintió una fuerte presión en el pecho.—Tal vez eso es lo que quiere —murmuró.Salem volteó a mirarla y, por primera vez, Analía notó miedo en su rostro.—¿Eso es lo que crees? ¿Crees que ella quiera que muramos?Entonces, Analía no lo pensó dos veces, dejó a Salem a cargo de Kerr y se transformó en lobo. pequeña recorrió con rapidez los pasillos del pequeño palacio, y cuando salió al exterior, creció su tamaño lo suficiente para abarcar más distancia. Corrió a toda velocidad hac
Cuando sonaron las trompetas esa mañana, Analía sintió un fuerte nudo en el estómago que le impidió hasta hablar. Se quedó boca arriba en la cama y, cuando abrió los ojos, se encontró con los azules iris de Salem, que la miraban fijamente. Habían decidido quedarse en la casa de Farid. El anciano parecía que no tenía ninguna intención de regresar a ella, no después de que Salem lo había desterrado, y el Alfa no tenía ningún ánimo de pasar una noche en el Pequeño Palacio junto a Evelyn. Dormían en la misma cama, pero claramente no podía ni siquiera tocarlo ya que el contrato de vida o muerte que tenía con la rubia le pesaba en el pecho. De todas formas, las noches que durmieron lado a lado fueron reconfortantes y cálidas. A pesar de que los ejercicios de taranta llegaban, fueron las noches más tranquilas que tuvo Analía al lado del Alfa. No podía tocar ni abrazarlo ni besarlo, pero solo su presencia a su lado era suficiente para sentirse en paz.Las trompetas repicaron nuevamente.—