119| Más reyes cuervo

Todos caminaron hacia el pequeño palacio. Analía observó, conmocionada, cómo Salem veía por primera vez su ciudad, cómo observaba las casas hechas de madera, las calles, cómo veía sorprendidos los rostros de las personas que los saludaban en la acera, personas a las que él reconocía el olor y al fin podía ponerles un rostro. Pero cuando llegaron a una esquina, se recostó sobre un poste que sostenía un enorme candelabro que iluminaba la calle en la oscuridad de la noche y parpadeó un par de veces.

—Tenías razón, es un poco abrumador —dijo.

Analía llegó con él y entrelazó los dedos con los suyos.

—¿Quieres ponerte la venda? —le preguntó.

Pero él negó con la cabeza.

—Mi cabeza tiene que acostumbrarse.

Así que abrió los ojos nuevamente y continuó el camino. Era diferente, notó Analía. Antes, Salem se guiaba por sus otros sentidos, sobre todo su olfato. Pero ahora que tenía los ojos nuevamente y podía ver a su alrededor, era un poco confuso para él encontrar los lugares. Así que fue Alexan
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