Cuando Stephan salió de la habitación, todos se quedaron en silencio. — Prefiero morir — dijo Barry — . Prefiero morir mil veces que ser un esclavo en sus filas. Salem, por favor, dime que haremos algo.Pero Salem lo miró con tristeza. — Lo siento, Barry, pero ya no sé qué hacer.El joven lobo buscaba refugio y respuestas en su Alfa, pero Salem no tenía nada para darle. Comenzaron a oírse fuertes explosiones, una tras otra, por largas horas. Todos las escucharon en silencio; las explosiones retumbaban por la ciudad, sacudiendo el suelo. — ¿Qué crees que hacen? — le preguntó Alexander, recostado en el pecho de Bastian.El vampiro negó. — No tengo idea. No sé qué es lo que harán. — Tenemos que hacer algo — comentó Alexander, irguiéndose — . No podemos permitir que nos maten de esta forma. Afuera aún tenemos aliados. ¿Creen que papá y mi abuelo permitirán que me asesinen públicamente?Analía y Salem cruzaron una mirada, pero al parecer no fue lo suficientemente disimulada. — ¿Qué p
Analía no entendía lo que pasaba; todo sucedió demasiado rápido. La estrella brillante y verde se estrelló contra la tarima. Alcanzó a ver de reojo cómo Stefan volaba hacia el frente, golpeándose con fuerza contra el suelo.Los demás Reyes Cuervos también fueron lanzados en todas direcciones. El fuego de la Brika que había explotado frente a ellos los envolvió. Ese fuego sí lograba herirlos, ya que provenía de una de las piedras.Todo se volvió un caos. Las personas que estaban presionadas contra la tarima y obligadas a observar la ejecución trataron de salir corriendo, presionando contra el anillo de Maiasauras que los mantenía atrapados. Hubo gritos, desórdenes y golpes. Analía seguía fuertemente aferrada a la guillotina. Los hombres la sujetaban por detrás, mientras otros le agarraban la cabeza al frente para evitar que la apartara. — ¡Mátenla ya! — , les gritó Stephan a los verdugos que la sostenían. Desde el suelo, parecía que su ala había sufrido graves quemaduras, y las plumas
Analía ya no tuvo tiempo de preguntarle más cosas a su hermano. El niño emprendió el camino por el túnel y todos lo siguieron; era el único que podía ver plenamente en la oscuridad. Caminaron en silencio por al menos una hora. El corazón de Analía latía con fuerza mientras avanzaban. Estaban descalzos y con la ropa rasgada, la misma que Kerr les había regalado.A lo lejos se vislumbró la salida del túnel en un espacio amplio, seguramente diseñado para permitir que los lobos salieran transformados. Analía pudo ver la luz al otro lado, filtrándose a través de la maleza. Su hermanito Oliver señaló con el dedo y dijo: — Creo que es ahí.Salem se adelantó para comenzar a desgarrar con sus manos los helechos y enredaderas que cubrían la salida. Cuando abrió una brecha lo suficientemente grande, todos salieron por ella.Analía sostuvo a Oliver por los hombros, deseando mantenerlo cerca, temerosa de que en cualquier momento el niño pudiera cambiar de opinión, huir y abandonarla, o que alguie
Todos subieron al auto. Barry se acomodó en la parte de atrás de la camioneta y se cubrió con una sábana que encontró allí. Parecía que no quería hablar con nadie. Analía se sentó en el asiento delantero, al lado de Salem, quien encendió el motor mientras ella sostenía a su hermanito en brazos, abrazándolo con fuerza. Evelyn pidió sentarse junto a la ventana, pero Bastian y Alexander, ambos de mal humor, la ignoraron. No tuvo más remedio que sentarse en el centro. Kerr se subió en la parte trasera de la camioneta junto a Barry. Salem arrancó el auto. — Traten de dormir — les dijo — . Será un viaje muy largo. — Despiértame en un par de horas — le dijo Kerr — . Yo te reemplazaré.Salem asintió. Analía cruzó accidentalmente un par de veces la mirada con Evelyn a través del retrovisor. La rubia la observaba con rabia, así que Analía decidió ignorarla.No entendía cómo podía ser tan cínica. Evelyn había intervenido en su relación, había firmado un contrato con Salem para matarla, y ahora
La malla en la que todos colgaban comenzó a balancearse. Analía pudo sentir el peso de los demás sobre ella, así que utilizó su fuerza para empujarlos un poco, pero estaban todos apretujados, con la espalda de Salem presionando contra su pecho. — Alguien tiene alguna idea — preguntó el Alfa.Alexander estiró la mano y agarró una de las cuerdas. Era el que estaba más arriba de todos y trató de romperla. — Es muy fuerte, no parece hecha de algo normal. — Es cuerda normal — les dijo Kerr — pero no se rompe. — ¿Y si nos transformamos? — preguntó Barry. — No creo que sea buena idea — dijo Analía — . Si la cuerda no se rompe y algunos se transforman, nos aplastará a los demás. — Entonces, ¿qué hacemos? — preguntó Oliver. El niño estaba en la parte de arriba junto con Alexander, que lo rodeó por los hombros. — Creo que tendremos que bajar y tratar de desanudar la cuerda.La malla en forma de red tenía agujeros pequeños, pero lo suficientemente grandes como para que Oliver pudiera inte
Analía sentía que podía demoler un tanque, que incluso siendo humana, con un solo salto podría alcanzar diez metros de altura. Se regeneraba rápido, su fuerza era tan grande como nunca imaginó algún día poder llegar a tenerla. Pero ahí, de pie frente a su padre, cuando le temblaron las rodillas, se sintió débil, se sintió vulnerable, como aquella niña inocente que esperaba cada fin del mes para poder verlo, para poder estar entre sus brazos y abrazarlo, y sentirse protegida.Se sintió tan vulnerable como esa niña que era golpeada por su madre, que pasaba hambre en invierno y que trabajaba incansablemente en las demás estaciones para intentar sobrevivir el clima frío.Bael abrió los ojos, los ojos claros que Analía tanto había extrañado. El Alfa de Oklahoma recortó la distancia que los separaba y Analía, instintivamente, tomó al pequeño Oliver y lo puso en su espalda, como si aquel hombre los atacara, como si es que el hombre intentara hacerles daño, instintivamente lo protegió.Bael a
Analía vio cómo Salem estaba visiblemente más calmado. El anuncio de Bael de que la manada de Oklahoma les ayudaría fue un alivio para el Alfa de las Nieves, pero Analía ciertamente no entendía por qué. Las Hojas era una ciudad muy pequeña, incluso más pequeña que muchos de los pueblos que rodeaban a Agnaquela. Analía no se imaginó cómo una manada tan pequeña podría ayudarlos a derrotar a tantos Reyes Cuervo. De todas formas, Salem parecía un poco aliviado. — Muchas gracias por su ayuda — le dijo Salem — . Espero no sonar irrespetuoso, pero me gustaría saber cómo pueden ayudarnos.Bael sonrió, constantemente desviando su atención de Salem hacia Bastian, porque sabía que Analía estaba ahí detrás de él, detrás del transformista, ocultándose.No quería que la viera vulnerable. Ni siquiera se había sentido capaz de apartar la frente de la espalda del vampiro, y de no ser porque Salem estaba ocupado en esa negociación, ella hubiese corrido hacia él y lo hubiera abrazado. Evelyn estaba u
La cabaña que les asignaron era grande, construida hace cientos de años y llena de historia. Aunque apenas tenía dos pisos, abarcaba gran parte de la pequeñísima ciudad de Las Hojas. Cuando Analía entró en la habitación que le dieron, sintió un deseo abrumador de lanzarse a la cama y dormir, deseando no despertar jamás. Eso parecía lo más fácil.En el baño había agua caliente, y Analía se dio una larguísima ducha. Las gotas de agua caliente se deslizaron por su cuerpo, y ella permaneció allí más de una hora, masajeándose el cabello con un champú extraño que venía en una fibra de coco, mientras extendía su conciencia hacia su hijo.Comenzaba a notarlo diferente. Aquella pequeña flama de vida se sentía más fuerte y comenzaba a percibir sonidos, sobre todo la voz de Analía. Cada vez que ella hablaba, su pequeño ser se sobrecogía ligeramente. Por ello, Analía prometió tener más cuidado con las palabras que decía y con las emociones que transmitía al decirlas. Sabía que, si él podía escuch