Analía notó cómo todo el cuerpo de Salem se tensó. —¿Qué ha sucedido?—, preguntó el Alfa. Bastian estaba agitado.—Los vampiros y los lobos pelean. Logré controlar a mi aquelarre, pero Alexander no pudo controlar a los lobos. Está peleando con uno en este momento. Sé que recién recuperaste la visión, y sé lo que dijo Farid sobre que debes ser moderado a la hora de exponerte a los estímulos, pero necesitan al Alfa.—Salem respiró profundamente. Debajo de la capa que tenía puesta estaba el traje que le había regalado Kerr. Cuando la capa cayó al suelo, los músculos de su cuerpo quedaron expuestos bajo la tela ajustada.—Voy,— dijo. Analía lo sujetó por la muñeca.—¿Estás seguro?——Sí. La manada ha estado muy dispersa. Yo he estado muy disperso estos días. Ya necesitan que les recuerde quién soy y por qué deben respetarme.—Luego, cuando Salem salió por la puerta, se transformó. Analía también se transformó. Bastian corrió a su lado; era casi tan rápido como ellos. Cuando llegaron al c
Todos caminaron hacia el pequeño palacio. Analía observó, conmocionada, cómo Salem veía por primera vez su ciudad, cómo observaba las casas hechas de madera, las calles, cómo veía sorprendidos los rostros de las personas que los saludaban en la acera, personas a las que él reconocía el olor y al fin podía ponerles un rostro. Pero cuando llegaron a una esquina, se recostó sobre un poste que sostenía un enorme candelabro que iluminaba la calle en la oscuridad de la noche y parpadeó un par de veces.—Tenías razón, es un poco abrumador —dijo.Analía llegó con él y entrelazó los dedos con los suyos.—¿Quieres ponerte la venda? —le preguntó.Pero él negó con la cabeza.—Mi cabeza tiene que acostumbrarse.Así que abrió los ojos nuevamente y continuó el camino. Era diferente, notó Analía. Antes, Salem se guiaba por sus otros sentidos, sobre todo su olfato. Pero ahora que tenía los ojos nuevamente y podía ver a su alrededor, era un poco confuso para él encontrar los lugares. Así que fue Alexan
Salem cayó arrodillado en el suelo, apretando con fuerza el pecho. Analía le apoyó su ancha mano sobre su hombro y lo ayudó a ponerse de pie.—¿A dónde se fue? —le preguntó al joven recién llegado. Se encogió de hombros. — la seguí hasta que vi que salía de la ciudad y entonces vine a avisar. — No era muy lejos —dijo Salem, apretando el pecho — también Debería estarla matando el contrato. ¿Cómo pudo ser tan estúpida? —dijo el Alfa—. Ya sabe que si toma la decisión de dejarme, el contrato nos matará.Analía sintió una fuerte presión en el pecho.—Tal vez eso es lo que quiere —murmuró.Salem volteó a mirarla y, por primera vez, Analía notó miedo en su rostro.—¿Eso es lo que crees? ¿Crees que ella quiera que muramos?Entonces, Analía no lo pensó dos veces, dejó a Salem a cargo de Kerr y se transformó en lobo. pequeña recorrió con rapidez los pasillos del pequeño palacio, y cuando salió al exterior, creció su tamaño lo suficiente para abarcar más distancia. Corrió a toda velocidad hac
Cuando sonaron las trompetas esa mañana, Analía sintió un fuerte nudo en el estómago que le impidió hasta hablar. Se quedó boca arriba en la cama y, cuando abrió los ojos, se encontró con los azules iris de Salem, que la miraban fijamente. Habían decidido quedarse en la casa de Farid. El anciano parecía que no tenía ninguna intención de regresar a ella, no después de que Salem lo había desterrado, y el Alfa no tenía ningún ánimo de pasar una noche en el Pequeño Palacio junto a Evelyn. Dormían en la misma cama, pero claramente no podía ni siquiera tocarlo ya que el contrato de vida o muerte que tenía con la rubia le pesaba en el pecho. De todas formas, las noches que durmieron lado a lado fueron reconfortantes y cálidas. A pesar de que los ejercicios de taranta llegaban, fueron las noches más tranquilas que tuvo Analía al lado del Alfa. No podía tocar ni abrazarlo ni besarlo, pero solo su presencia a su lado era suficiente para sentirse en paz.Las trompetas repicaron nuevamente.—
Había llegado el momento, y la guerra. Estaban preparados para eso. Así que Analía se detuvo profundamente antes de que otra bola de fuego verde golpeara el muro. Toda la ciudad se estremeció.Entonces, las catapultas, con las enormes bolas de nieve que habían logrado acumular, comenzaron a defender la ciudad. Agnaquela desprendió todo su armamento. Las bolas de fuego verde eran interceptadas en el aire por las bolas de nieve, creando explosiones en el cielo que evaporaban el agua. El fuerte calor comenzó a inundar la muralla, parte de la cual estaba comenzando a incendiarse.Analía dio la vuelta y corrió buscando a Salem, q Kerr y Alexander, pero no los encontró. Todo se había convertido en una trifulca. Las personas sobre la muralla corrían de un lado para otro.—¡Recuerden sus posiciones! —les gritó Analía, imponiéndose, y logró hacer un poco de calma en el lado de la muralla en el que estaba.Otra fuerte ola de color voló sobre ellos y fue interceptada por una catapulta con una b
De no ser por la armadura que el herrero había fabricado para ella, las filosas alas de la reina Cuervo habrían perforado su costado. Pero en cuanto las brillantes plumas chocaron contra la armadura, rebotaron. Analía saltó sobre su oponente. Ya había peleado con Stephan y no sabía si todos los reyes Cuervo tenían la misma fuerza, pero se abalanzó sin miedo. A menos que la reina disparara las plumas que impedían sanar rápido, Analía se sentía protegida. Esquivó un par de cortes dirigidos a su cuello y logró atrapar la cabeza de la mujer entre sus mandíbulas. No pudo hacerle daño; sus dientes no perforaban la dura carne de la reina Cuervo. Sin embargo, Analía la sacudió con fuerza, evitando que hiciera algún otro movimiento, y la golpeó contra la muralla. Luego, saltó sobre ella y mordió sus extremidades, mientras sus fuertes patas presionaban las alas de la reina contra la nieve. La mujer gritó y trató de golpear a Analía, pero sus puños eran demasiado débiles.Analía la mordió de n
El ejército de Taranta avanzó. Las luces de sus antorchas, que anunciaban su camino hacia la ciudad, revelaban qué tan cerca podían estar. Eran muchos, demasiados.—Solo los maiasaura son un ejército —les dijo Saleem a Analía, una vez que ella subió al muro y después de asegurarse de que no estuviera herida—. Y aún falta la gente del bosque. Tenemos muy poco conocimiento sobre ellos: cómo pelean, si utilizan magia en sus batallas.—Claro que utilizarán magia —les dijo Kerr — El lobo preguntó —Salem, ¿estás listo para activar las minas?—No lo sé —dijo Salem—. Stephan sabe sobre las minas, sabe que cuando su ejército pase por ahí, los volaremos. Pero aún así lo está haciendo. ¿Y si hay un plan detrás de eso?Los tres se quedaron pensando en silencio mientras las antorchas del ejército que se acercaba se hacían cada vez más grandes.—Creo que no tendremos tiempo para averiguar sus razones, y mucho menos para intentar ejecutar otro plan, Saleem. De todas formas, no tenemos más opción. Li
Después de que Stephan hubiese atacado al aquelarre con las explosiones, Analía y Salem sabían que era muy probable que sucediese lo mismo en Agnaquela. Así que habían preparado ese posible escenario. Se habían dividido los ejércitos de la ciudad en tres anillos: un anillo sobre el muro, un anillo más dentro de la ciudad junto a las paredes, y un tercer anillo protegiendo a los civiles del centro.El muro de la ciudad había caído, enormes agujeros por donde podían entrar cien hombres a la vez dejaban expuesta la ciudad. Pero para que el ejército pudiera llegar al centro y tomar por completo Agnaquela, deberían atravesar los dos anillos que quedaban. Pero ahí estaban Analía, Kerr y Salem, los tres lobos más fuertes de la ciudad: dos lobos de raza superior y un lobo con sangre de la gente del bosque, poderosos, imparables. Ellos tres lograron mantener a raya al ejército que trataba de entrar por ese lado del muro.Analía no supo cuántos brazos arrancó, cuántos torsos aplastó. La adrenal