115| Azules.

Analía sintió que el corazón le daba un vuelco mientras los ojos de Salem se clavaban en ella. La oscuridad de la habitación y la penumbra que reinaba en el exterior a través de la ventana le impedían ver con claridad, ni a ella ni a él, pero nunca se había sentido tan observada como en ese momento. Salem estiró la mano y le acarició la mejilla.

— Por favor, déjame verte — le suplicó — . No he querido ver nada más que tu rostro desde que me enamoré de ti, y ahora que he recuperado la visión, sé que es lo primero que quiero ver.

Analía quiso decir algo, pero un nudo en la garganta se lo impedía. Tuvo que aclararse la garganta, y cuando habló, su voz salió rota.

— Farid dijo que...

— No me importa lo que haya dicho Farid. No me importa que haya que ir lento. Yo quiero verte, quiero que seas lo primero que vean mis ojos.

Analía estiró la mano y la apoyó en el pecho de Salem.

— Está bien, lo haré.

Lo tomó de la muñeca y lo llevó hacia la cama. Lo dejó sentado en el colchón. Frente a e
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