Empacaron lo que habían sacado de sus maletas rápidamente y, transformados, corrieron por el bosque. Trataron de alejarse lo más posible de la ciudad, sabiendo que nadie los seguiría. Taranta estaba desprotegida y con pocos soldados, por lo que no se aventurarían en el bosque para perseguir a un enemigo sin saber cuántos eran.Cuando la noche empezaba a caer y estaban lo suficientemente lejos de la ciudad, montaron un pequeño campamento. Kerr, Alexander y su madre se fueron a la cama temprano, dejando a Analía y Salem sentados junto a la hoguera. — Bueno, ya tenemos tiempo — dijo el Alfa — . Quiero que me digas qué descubriste sobre los contratos de vida o muerte.Analía sacó los papeles que había guardado entre su ropa y, con paciencia, leyó en voz alta detenidamente cada uno de los ingredientes y las cosas que se deben utilizar para hacer un hechizo de fidelidad. Salem ya sabía de esto; eran casi las mismas páginas que había en los libros de Farid, con los que había creado el hechi
La mañana siguiente fue tensa y silenciosa. Analía se había acostado con una maraña de pensamientos que le impidieron dormir gran parte de la noche, y al despertar asumió que todos los demás habían escuchado la discusión que había tenido con Salem.El Alfa ni siquiera la miró ese día, lo cual le dolió profundamente. Analía sabía que él lo hacía para protegerla, porque quería verla sana y salva; amarrarla a otro contrato de vida o muerte sería, como él mismo decía, arriesgar su existencia. Si Salem moría en la guerra, ella y su hijo morirían también.Tenía razón al admitir que era peligroso, y de no ser por el hijo que llevaba en su vientre, Analía habría insistido más. Pero ahora debía pensar no solo en su vida, sino también en la de su hijo.Aunque Salem no pronunció palabra esa mañana, Analía sintió cómo la conciencia del lobo se extendía hacia su hijo y cómo se quedaba ahí un largo rato, sintiéndolo, tal vez encontrando en él una motivación que no tenía.Cuando partieron del campam
Ella se deslizó por debajo de los árboles en su forma de loba más pequeña, pero Stephan era demasiado rápido en el aire. Cuando atravesó un pequeño claro, las alas del Rey levantaron un viento tan fuerte que las patas de Ana se elevaron del suelo.Voló al menos diez metros dentro del bosque, golpeándose contra los árboles y las ramas. Luego, al caer al suelo, se puso de pie tan rápido como pudo. Nunca imaginó que incluso en su forma de loba pequeña podría tener tanta habilidad; se sentía como un felino. Corrió a toda velocidad y, cuando estaba a punto de llegar donde estaba Kerr, el Rey Cuervo dio una voltereta en el aire, cayendo justo frente a ella. Sus ojos oscuros destellaron. — Nos volvemos a encontrar — dijo el rey, con las alas encogidas detrás de la espalda y los dedos a modo de garra. Sus uñas parecían extremadamente filosas. Analía, de todas formas, no quería comprobar su filo.Ana regresó a su forma humana. Esta vez, los ojos del Rey Cuervo pasaron nuevamente por su cuerpo
Analía recortó la distancia que los separaba, corriendo a toda velocidad con la fuerza de su loba. Aunque el rey Cuervo trató de moverse hacia un lado para evitar su golpe, la fuerte mano de Analía terminó golpeándolo en el pecho.El sonido de las alas al romper el aire llenó el lugar. Stephan trataba de conservar el equilibrio mientras volaba, pero le fue imposible; golpeó un árbol que se astilló con el impacto, y su traje se desgarró, dejando al descubierto su cuerpo musculoso y pálido. La sangre oscura que le cubría el pecho se limpió con la nieve al caer al suelo. Al ponerse de pie, Analía pudo ver cómo las heridas que le había hecho Salem ya habían sanado.Analía estiró la conciencia y percibió a Salem al pie de la montaña. Había rodado muy lejos. Kerr seguía con la pluma clavada en el pecho. La herida parecía grave. Así que Analía se precipitó contra Stephan.El Cuervo trató de cortarla con sus alas, pero Analía era muy rápida, logrando aumentar y disminuir su tamaño en cuestión
Analía regresó a su forma humana y, con tanta debilidad en las piernas, cayó arrodillada frente al cuerpo inerte de Kerr. Le apoyó una mano en el pecho, que estaba frío. La pluma sobresalía al lado derecho de su pecho. Cuando Salem llegó, también regresó a su forma humana, con el traje ajustado al cuerpo y los músculos hinchados por la pelea. — Aún vive — le dijo El Alfa — Aún vive. Puedo escuchar levemente su corazón.Analía sintió nuevamente un golpe de adrenalina. Había pensado, por unos cortos segundos, que Kerr no había sobrevivido. — ¿Qué hacemos? ¿Qué tenemos que hacer? No lo entiendo — dijo.El Alfa tomó el cuerpo de Kerr y lo recostó sobre sus piernas. — Ya debería estar sanando. ¿Por qué no lo hace? — se preguntó en voz alta.Analía estiró la mano y, con la punta del dedo, acarició la filosa pluma, cortándose a propósito. La sangre brotó de su dedo y la herida tardó mucho más en sanar, prácticamente el triple de lo que le tomaría normalmente. — Es la pluma. La pluma no
Cuando las grandes puertas de Agnaquela se abrieron para ellos, Kerr ya había despertado. Se veía somnoliento, apenas si había abierto los ojos y seguía recostado sobre el blanco pelaje de Salem. Parecía que las plumas que disparaba Stephan estaban recubiertas de algo que impedía que cualquier criatura sanara con rapidez. Tal vez el líquido había entrado en el sistema circulatorio de Kerr y lo tenía un poco débil y mareado.Barry los estaba esperando cerca de la entrada. Analía le apartó la mirada; no fue capaz de verlo a la cara después de que se habían besado. Peor aún después, de que Salem se dio cuenta de lo que le habían hecho.Aquello la hizo sentir como una traicionera, como si hubiera sido infiel a Salem. Sabía que aquello no era del todo cierto; incluso Salem le había dado permiso para que estuviera con el joven. Pero ella no lo quería a él; ella quería su Alfa, ella quería a Salem por sobre cualquier cosa.Cuando Barry la vio transformarse en humana, la recibió con una esplé
Estaban todos reunidos fuera de la ciudad. El cielo se había despejado, y un millar de estrellas iluminaban el bosque. La tormenta había finalizado al fin; la primavera se acercaba. Eran los últimos retazos del invierno que aún yacían en el bosque como un manto cubriendo la tierra, pero cualquiera podría comenzar a sentir cómo el calor llegaba nuevamente a la región, muy lentamente, pero lo hacía.Farid había creado una hoguera en medio del bosque. Analía estaba al lado de Salem. Podía sentir cómo el hombre estaba tan tenso a su lado que solo el crujir de una rama a su alrededor lo hacía saltar. — Ya verás que todo va a estar bien — le dijo ella, pero Salem no contestó. Parecía que tenía las palabras atragantadas en la garganta.Bastian sostenía las hojas en las manos y practicaba las palabras que había que decir. — Aún no he entendido cómo funciona su magia — preguntó ella. — Se necesita un poco de talento mágico, supongo, pero principalmente es su idioma — respondió Farid mientra
Salem cayó de rodillas sobre la nieve en medio de un grito agónico de dolor. Se sostuvo la cabeza con las manos con fuerza, como si algo presionara adentro de ella. Analía se arrodilló a su lado e intentó abrazarlo, pero el lobo la apartó, preso de una agonía tan grande que le nubló los sentidos. — ¡Sujétenlo para que no se haga daño! — gritó Farid.Alexander, Bastian y Analía trataron de sujetarlo. Salem se contorsionaba en el suelo, gritando, y cuando los tres lo sujetaron, el lobo se deshizo de ellos con fuerza, con más fuerza de la que Analía jamás le hubiese sentido.Luego, se llevó las manos a los ojos y los presionó con fuerza, como si algo quisiera arrancárselos. Y entonces sintió miedo. Analía sintió miedo por perderlo. ¿Y si habían cometido un error? Se preguntó si tal vez el hechizo que estaban utilizando no era necesario, si tal vez todo había sido una trampa y ese hechizo no era más que algo para matarlo. Tal vez el hechizo era algo para desligarlo de su conexión, tal ve