107| Emboscada.

La mañana siguiente fue tensa y silenciosa. Analía se había acostado con una maraña de pensamientos que le impidieron dormir gran parte de la noche, y al despertar asumió que todos los demás habían escuchado la discusión que había tenido con Salem.

El Alfa ni siquiera la miró ese día, lo cual le dolió profundamente. Analía sabía que él lo hacía para protegerla, porque quería verla sana y salva; amarrarla a otro contrato de vida o muerte sería, como él mismo decía, arriesgar su existencia. Si Salem moría en la guerra, ella y su hijo morirían también.

Tenía razón al admitir que era peligroso, y de no ser por el hijo que llevaba en su vientre, Analía habría insistido más. Pero ahora debía pensar no solo en su vida, sino también en la de su hijo.

Aunque Salem no pronunció palabra esa mañana, Analía sintió cómo la conciencia del lobo se extendía hacia su hijo y cómo se quedaba ahí un largo rato, sintiéndolo, tal vez encontrando en él una motivación que no tenía.

Cuando partieron del campam
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