Ella se deslizó por debajo de los árboles en su forma de loba más pequeña, pero Stephan era demasiado rápido en el aire. Cuando atravesó un pequeño claro, las alas del Rey levantaron un viento tan fuerte que las patas de Ana se elevaron del suelo.Voló al menos diez metros dentro del bosque, golpeándose contra los árboles y las ramas. Luego, al caer al suelo, se puso de pie tan rápido como pudo. Nunca imaginó que incluso en su forma de loba pequeña podría tener tanta habilidad; se sentía como un felino. Corrió a toda velocidad y, cuando estaba a punto de llegar donde estaba Kerr, el Rey Cuervo dio una voltereta en el aire, cayendo justo frente a ella. Sus ojos oscuros destellaron. — Nos volvemos a encontrar — dijo el rey, con las alas encogidas detrás de la espalda y los dedos a modo de garra. Sus uñas parecían extremadamente filosas. Analía, de todas formas, no quería comprobar su filo.Ana regresó a su forma humana. Esta vez, los ojos del Rey Cuervo pasaron nuevamente por su cuerpo
Analía recortó la distancia que los separaba, corriendo a toda velocidad con la fuerza de su loba. Aunque el rey Cuervo trató de moverse hacia un lado para evitar su golpe, la fuerte mano de Analía terminó golpeándolo en el pecho.El sonido de las alas al romper el aire llenó el lugar. Stephan trataba de conservar el equilibrio mientras volaba, pero le fue imposible; golpeó un árbol que se astilló con el impacto, y su traje se desgarró, dejando al descubierto su cuerpo musculoso y pálido. La sangre oscura que le cubría el pecho se limpió con la nieve al caer al suelo. Al ponerse de pie, Analía pudo ver cómo las heridas que le había hecho Salem ya habían sanado.Analía estiró la conciencia y percibió a Salem al pie de la montaña. Había rodado muy lejos. Kerr seguía con la pluma clavada en el pecho. La herida parecía grave. Así que Analía se precipitó contra Stephan.El Cuervo trató de cortarla con sus alas, pero Analía era muy rápida, logrando aumentar y disminuir su tamaño en cuestión
Analía regresó a su forma humana y, con tanta debilidad en las piernas, cayó arrodillada frente al cuerpo inerte de Kerr. Le apoyó una mano en el pecho, que estaba frío. La pluma sobresalía al lado derecho de su pecho. Cuando Salem llegó, también regresó a su forma humana, con el traje ajustado al cuerpo y los músculos hinchados por la pelea. — Aún vive — le dijo El Alfa — Aún vive. Puedo escuchar levemente su corazón.Analía sintió nuevamente un golpe de adrenalina. Había pensado, por unos cortos segundos, que Kerr no había sobrevivido. — ¿Qué hacemos? ¿Qué tenemos que hacer? No lo entiendo — dijo.El Alfa tomó el cuerpo de Kerr y lo recostó sobre sus piernas. — Ya debería estar sanando. ¿Por qué no lo hace? — se preguntó en voz alta.Analía estiró la mano y, con la punta del dedo, acarició la filosa pluma, cortándose a propósito. La sangre brotó de su dedo y la herida tardó mucho más en sanar, prácticamente el triple de lo que le tomaría normalmente. — Es la pluma. La pluma no
Cuando las grandes puertas de Agnaquela se abrieron para ellos, Kerr ya había despertado. Se veía somnoliento, apenas si había abierto los ojos y seguía recostado sobre el blanco pelaje de Salem. Parecía que las plumas que disparaba Stephan estaban recubiertas de algo que impedía que cualquier criatura sanara con rapidez. Tal vez el líquido había entrado en el sistema circulatorio de Kerr y lo tenía un poco débil y mareado.Barry los estaba esperando cerca de la entrada. Analía le apartó la mirada; no fue capaz de verlo a la cara después de que se habían besado. Peor aún después, de que Salem se dio cuenta de lo que le habían hecho.Aquello la hizo sentir como una traicionera, como si hubiera sido infiel a Salem. Sabía que aquello no era del todo cierto; incluso Salem le había dado permiso para que estuviera con el joven. Pero ella no lo quería a él; ella quería su Alfa, ella quería a Salem por sobre cualquier cosa.Cuando Barry la vio transformarse en humana, la recibió con una esplé
Estaban todos reunidos fuera de la ciudad. El cielo se había despejado, y un millar de estrellas iluminaban el bosque. La tormenta había finalizado al fin; la primavera se acercaba. Eran los últimos retazos del invierno que aún yacían en el bosque como un manto cubriendo la tierra, pero cualquiera podría comenzar a sentir cómo el calor llegaba nuevamente a la región, muy lentamente, pero lo hacía.Farid había creado una hoguera en medio del bosque. Analía estaba al lado de Salem. Podía sentir cómo el hombre estaba tan tenso a su lado que solo el crujir de una rama a su alrededor lo hacía saltar. — Ya verás que todo va a estar bien — le dijo ella, pero Salem no contestó. Parecía que tenía las palabras atragantadas en la garganta.Bastian sostenía las hojas en las manos y practicaba las palabras que había que decir. — Aún no he entendido cómo funciona su magia — preguntó ella. — Se necesita un poco de talento mágico, supongo, pero principalmente es su idioma — respondió Farid mientra
Salem cayó de rodillas sobre la nieve en medio de un grito agónico de dolor. Se sostuvo la cabeza con las manos con fuerza, como si algo presionara adentro de ella. Analía se arrodilló a su lado e intentó abrazarlo, pero el lobo la apartó, preso de una agonía tan grande que le nubló los sentidos. — ¡Sujétenlo para que no se haga daño! — gritó Farid.Alexander, Bastian y Analía trataron de sujetarlo. Salem se contorsionaba en el suelo, gritando, y cuando los tres lo sujetaron, el lobo se deshizo de ellos con fuerza, con más fuerza de la que Analía jamás le hubiese sentido.Luego, se llevó las manos a los ojos y los presionó con fuerza, como si algo quisiera arrancárselos. Y entonces sintió miedo. Analía sintió miedo por perderlo. ¿Y si habían cometido un error? Se preguntó si tal vez el hechizo que estaban utilizando no era necesario, si tal vez todo había sido una trampa y ese hechizo no era más que algo para matarlo. Tal vez el hechizo era algo para desligarlo de su conexión, tal ve
Stephan volaba bajo por el bosque. Su ala destrozada necesitaba tiempo y magia para sanar, y el miedo que había sentido al ver los ojos brillantes y rojos de su hijo, dispuestos a matarlo, era algo que nunca había experimentado en su vida.Cuando llegó a una pequeña cueva, trató de aterrizar, pero solo logró caer estrepitosamente sobre la nieve. El ala le ardía y las plumas arrancadas a la fuerza dejaron una hendidura en la suave piel, de la cual brotaba sangre oscura.Las alas le pesaban más que nunca y se arrastró dentro de la cueva. No podía regresar al campamento de los Maiasaura, donde seguramente Analía y Salem estarían esperándolo para atacarlo nuevamente. ¿Quién hubiera imaginado que Salem algún día buscaría venganza? De haberlo sabido, Stephan nunca se habría involucrado tan profundamente en aquella misión, pero ya no había marcha atrás.Cuando terminó de entrar en la cueva, prácticamente arrastrándose, buscó entre sus ropas algo para comer y beber, pero solo encontró un par
Analía sintió que el corazón le daba un vuelco mientras los ojos de Salem se clavaban en ella. La oscuridad de la habitación y la penumbra que reinaba en el exterior a través de la ventana le impedían ver con claridad, ni a ella ni a él, pero nunca se había sentido tan observada como en ese momento. Salem estiró la mano y le acarició la mejilla. — Por favor, déjame verte — le suplicó — . No he querido ver nada más que tu rostro desde que me enamoré de ti, y ahora que he recuperado la visión, sé que es lo primero que quiero ver.Analía quiso decir algo, pero un nudo en la garganta se lo impedía. Tuvo que aclararse la garganta, y cuando habló, su voz salió rota. — Farid dijo que... — No me importa lo que haya dicho Farid. No me importa que haya que ir lento. Yo quiero verte, quiero que seas lo primero que vean mis ojos.Analía estiró la mano y la apoyó en el pecho de Salem. — Está bien, lo haré.Lo tomó de la muñeca y lo llevó hacia la cama. Lo dejó sentado en el colchón. Frente a e