Cuando las grandes puertas de Agnaquela se abrieron para ellos, Kerr ya había despertado. Se veía somnoliento, apenas si había abierto los ojos y seguía recostado sobre el blanco pelaje de Salem. Parecía que las plumas que disparaba Stephan estaban recubiertas de algo que impedía que cualquier criatura sanara con rapidez. Tal vez el líquido había entrado en el sistema circulatorio de Kerr y lo tenía un poco débil y mareado.Barry los estaba esperando cerca de la entrada. Analía le apartó la mirada; no fue capaz de verlo a la cara después de que se habían besado. Peor aún después, de que Salem se dio cuenta de lo que le habían hecho.Aquello la hizo sentir como una traicionera, como si hubiera sido infiel a Salem. Sabía que aquello no era del todo cierto; incluso Salem le había dado permiso para que estuviera con el joven. Pero ella no lo quería a él; ella quería su Alfa, ella quería a Salem por sobre cualquier cosa.Cuando Barry la vio transformarse en humana, la recibió con una esplé
Estaban todos reunidos fuera de la ciudad. El cielo se había despejado, y un millar de estrellas iluminaban el bosque. La tormenta había finalizado al fin; la primavera se acercaba. Eran los últimos retazos del invierno que aún yacían en el bosque como un manto cubriendo la tierra, pero cualquiera podría comenzar a sentir cómo el calor llegaba nuevamente a la región, muy lentamente, pero lo hacía.Farid había creado una hoguera en medio del bosque. Analía estaba al lado de Salem. Podía sentir cómo el hombre estaba tan tenso a su lado que solo el crujir de una rama a su alrededor lo hacía saltar. — Ya verás que todo va a estar bien — le dijo ella, pero Salem no contestó. Parecía que tenía las palabras atragantadas en la garganta.Bastian sostenía las hojas en las manos y practicaba las palabras que había que decir. — Aún no he entendido cómo funciona su magia — preguntó ella. — Se necesita un poco de talento mágico, supongo, pero principalmente es su idioma — respondió Farid mientra
Salem cayó de rodillas sobre la nieve en medio de un grito agónico de dolor. Se sostuvo la cabeza con las manos con fuerza, como si algo presionara adentro de ella. Analía se arrodilló a su lado e intentó abrazarlo, pero el lobo la apartó, preso de una agonía tan grande que le nubló los sentidos. — ¡Sujétenlo para que no se haga daño! — gritó Farid.Alexander, Bastian y Analía trataron de sujetarlo. Salem se contorsionaba en el suelo, gritando, y cuando los tres lo sujetaron, el lobo se deshizo de ellos con fuerza, con más fuerza de la que Analía jamás le hubiese sentido.Luego, se llevó las manos a los ojos y los presionó con fuerza, como si algo quisiera arrancárselos. Y entonces sintió miedo. Analía sintió miedo por perderlo. ¿Y si habían cometido un error? Se preguntó si tal vez el hechizo que estaban utilizando no era necesario, si tal vez todo había sido una trampa y ese hechizo no era más que algo para matarlo. Tal vez el hechizo era algo para desligarlo de su conexión, tal ve
Stephan volaba bajo por el bosque. Su ala destrozada necesitaba tiempo y magia para sanar, y el miedo que había sentido al ver los ojos brillantes y rojos de su hijo, dispuestos a matarlo, era algo que nunca había experimentado en su vida.Cuando llegó a una pequeña cueva, trató de aterrizar, pero solo logró caer estrepitosamente sobre la nieve. El ala le ardía y las plumas arrancadas a la fuerza dejaron una hendidura en la suave piel, de la cual brotaba sangre oscura.Las alas le pesaban más que nunca y se arrastró dentro de la cueva. No podía regresar al campamento de los Maiasaura, donde seguramente Analía y Salem estarían esperándolo para atacarlo nuevamente. ¿Quién hubiera imaginado que Salem algún día buscaría venganza? De haberlo sabido, Stephan nunca se habría involucrado tan profundamente en aquella misión, pero ya no había marcha atrás.Cuando terminó de entrar en la cueva, prácticamente arrastrándose, buscó entre sus ropas algo para comer y beber, pero solo encontró un par
Analía sintió que el corazón le daba un vuelco mientras los ojos de Salem se clavaban en ella. La oscuridad de la habitación y la penumbra que reinaba en el exterior a través de la ventana le impedían ver con claridad, ni a ella ni a él, pero nunca se había sentido tan observada como en ese momento. Salem estiró la mano y le acarició la mejilla. — Por favor, déjame verte — le suplicó — . No he querido ver nada más que tu rostro desde que me enamoré de ti, y ahora que he recuperado la visión, sé que es lo primero que quiero ver.Analía quiso decir algo, pero un nudo en la garganta se lo impedía. Tuvo que aclararse la garganta, y cuando habló, su voz salió rota. — Farid dijo que... — No me importa lo que haya dicho Farid. No me importa que haya que ir lento. Yo quiero verte, quiero que seas lo primero que vean mis ojos.Analía estiró la mano y la apoyó en el pecho de Salem. — Está bien, lo haré.Lo tomó de la muñeca y lo llevó hacia la cama. Lo dejó sentado en el colchón. Frente a e
Cuando Analía despertó, esta vez sí encontró a Salem a su lado. El Alfa dormía profundamente. Era tarde ya en la mañana, pero habían vivido tanto la noche anterior que el hombre debería estar agotado, física y emocionalmente. Así que Analía lo dejó dormir.La casa de Farid no era grande, pero era absurdamente ordenada, con cada pequeña cosa puesta en su perfecto lugar, tanto que incluso Analía tuvo miedo de tocar cualquier cosa y alterar el orden perfecto del equilibrio de lo que tenía la casa.Caminó despacio por la sala y la cocina y encontró un poco de carne seca en la alacena. También había unas cuantas cebollas y unos tomates que ya comenzaban a echarse a perder.Analía cerró un poco las ventanas para que la luz en el interior no fuera tanta, así cuando Salem despertara, el impacto visual que tendría no sería muy grande. Preparó la carne seca y encendió la estufa de leña. Preparó un té con unas hojas que había guardadas en un frasco sellado y se sentó en la mesa a beberlo despaci
TensionesAlexander hubiera preferido quedarse en la cama hasta tarde, ya que el frío se colaba por cada resquicio de la casa. Bastian, en cambio, había bajado de la cama y se había metido entre las sábanas de Alexander, abrazándolo con fuerza. El transformista le dio un par de besitos y luego se acurrucó a su lado, y los dos se quedaron dormidos.Cuando llegó el alba, Alexander quiso quedarse ahí. Quiso abrazar al vampiro y dormir entre sus brazos hasta que llegara el mediodía, pero lamentablemente no podían hacerlo. Cada uno se puso de pie lentamente, dolientes y cansados. La noche anterior, aunque no había sido de las más complicadas, los había obligado a quedarse despiertos hasta altas horas de la noche, y tantas noches en vela ya comenzaban a pasarles factura.—¿Crees que algún día podremos dormir así hasta que nos dé la gana? —preguntó el transformista.Alexander asintió.—Claro que sí, cuando termine esta guerra. Cuando ganemos esta guerra.Cuando bajaron a la sala, Kerr estaba
Analía notó cómo todo el cuerpo de Salem se tensó. —¿Qué ha sucedido?—, preguntó el Alfa. Bastian estaba agitado.—Los vampiros y los lobos pelean. Logré controlar a mi aquelarre, pero Alexander no pudo controlar a los lobos. Está peleando con uno en este momento. Sé que recién recuperaste la visión, y sé lo que dijo Farid sobre que debes ser moderado a la hora de exponerte a los estímulos, pero necesitan al Alfa.—Salem respiró profundamente. Debajo de la capa que tenía puesta estaba el traje que le había regalado Kerr. Cuando la capa cayó al suelo, los músculos de su cuerpo quedaron expuestos bajo la tela ajustada.—Voy,— dijo. Analía lo sujetó por la muñeca.—¿Estás seguro?——Sí. La manada ha estado muy dispersa. Yo he estado muy disperso estos días. Ya necesitan que les recuerde quién soy y por qué deben respetarme.—Luego, cuando Salem salió por la puerta, se transformó. Analía también se transformó. Bastian corrió a su lado; era casi tan rápido como ellos. Cuando llegaron al c