110| Dejar el orgullo.

Analía regresó a su forma humana y, con tanta debilidad en las piernas, cayó arrodillada frente al cuerpo inerte de Kerr. Le apoyó una mano en el pecho, que estaba frío. La pluma sobresalía al lado derecho de su pecho. Cuando Salem llegó, también regresó a su forma humana, con el traje ajustado al cuerpo y los músculos hinchados por la pelea.

— Aún vive — le dijo El Alfa — Aún vive. Puedo escuchar levemente su corazón.

Analía sintió nuevamente un golpe de adrenalina. Había pensado, por unos cortos segundos, que Kerr no había sobrevivido.

— ¿Qué hacemos? ¿Qué tenemos que hacer? No lo entiendo — dijo.

El Alfa tomó el cuerpo de Kerr y lo recostó sobre sus piernas.

— Ya debería estar sanando. ¿Por qué no lo hace? — se preguntó en voz alta.

Analía estiró la mano y, con la punta del dedo, acarició la filosa pluma, cortándose a propósito. La sangre brotó de su dedo y la herida tardó mucho más en sanar, prácticamente el triple de lo que le tomaría normalmente.

— Es la pluma. La pluma no
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