103| La llegada.

Analía corrió al lado de los demás, comprobando cómo su pelaje era tan blanco como el de Salem. Eran los dos pelajes más claros que tenían la manada de las nieves. Alexander, a su lado, tenía un trote leve; su pelaje también era casi blanco, pero Kerr, su pelaje era tan oscuro como la noche, como petróleo. Eso lo hacía difícil de ocultar, tan llamativo que podía verse incluso visto a kilómetros, imaginó Analía. Así que se alejaron del camino principal, introduciéndose en el bosque para evitar ser vistos.

Johana tenía las mejillas rojas por el frío sobre el lomo de Salem. El Alfa corría delicadamente para evitar que la mujer cayera. A pesar de que Salem no podía ver, era experto evitando los árboles; la poca visión que tenía su lobo, más todos sus instintos mejorados, lo hacían un depredador poderoso.

Analía se preguntó cuán fuerte podría llegar a ser en cuanto le quitaran la maldición que impedía su vista. Ya faltaba poco. Si tenían suerte, Salem estaría viendo en un par de noches, y
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