CAPÍTULO DIECIOCHOPensando y arrepintiéndose de no haber ido con ella, Maximiliano no lograba concebir el sueño. Ella había sido muy clara en sus palabras cuando dijo que si él le acompañaba el hombre al que iba a ver iba a desconfiar más de ellos, pero ese era el problema, ella se iba a ver con un hombre, un hombre al que él no conocía y por supuesto en el que no podía confiar.Egún las palabras de Paula, ese hombre era alguien con quien casi había crecido, era el abogado de la familia pero aun así, Maximiliano no podía contener las ganas de querer estar con ella. Y de esa manera las horas podían continuar su paso. Ella no parecía tener la la intención de querer aparecer en ese momento.Y así la noche podía seguir su paso, bebiendo y bebiendo mientras retrasaba su sueño, un sueño que no llegaba tampoco mientras ella estuviera afuera. Tenía que ir a buscarla, eso era todo lo que él podía hacer.—Vamos, Maximiliano que esto no lo haces por ella sino porque es tu socia. Nada más. Al
CAPÍTULO DIECINUEVE Una enorme sonrisa en el rostro, una felicidad que nunca antes habñía sentido a pesar de todo el mal que había hecho, entre sus brazos a la más hermosa de las crituras, en un momento en que por fin se le había olvidado de donde venía y la sangre de quien corría por sus venas.— ¡Oh, mira cómo sonríe! —Dijo Lucía teniendo en sus brazos a su nieto.Frente a ella estaba la demás familia reunida. Emma, Alejandro y por supuesto, Gertrudis.—Te dije que mi nieto iba a ser único, ninguna mujer te hubiera dado un nieto tan hermoso como te lo dio mi hija —, dijo Gertrudis bebiendo de su copa.Lucía solo volteó a verla. Incluso si era así, nada de eso cambiaba que era hijo de Emma, una de las modelos de la empresa de Alejandro y por supuesto, de la que más cosas se había hablado en la misma.Y Emma frente a ellos rodando los ojos una y otra vez, como si realmente no tuviera más que hacer, como si el peso de su hijo fuera demasiado y hasta que por fin alguien se apiadaba de
CAPÍTULO VEINTETIEMPO DESPUÉS Tres hombres bien vestidos que entraban aquella sala. Una mujer que caminaba detrás de uno de ellos. Una mujer muy elegante, la misma que se presentaba con un vestido un poco pegado al cuerpo color azul, un poco más arriba de la rodilla, con el cabello negro cubriendo parte de su pecho. Y detrás de ella, dos hombres más, los mismos que habían prometido quedarse hasta que el pacto terminara.—Por favor, tomen asiento —, dijo Miguel, señalando los lugares frente a él.Para ese momento Miguel Izquierdo ya conocía perfectamente los planes de aquella mujer y su necesidad de vengarse junto con la gente que estaba metida en eso de la misma manera. Maximiliano y Manuel, el momento para recibir su parte había llegado y sobre todo, todo ocurriendo días después de que Miguel se asegurara que ella era la verdadera Salomé, la única que iba a recibir su posición en la empresa y no solo, sino que también se iba a hacer cargo de todo lo que su padre dejó atrás debido
CAPÍTULO VEINTIUNOCaminando en aquella oscura noche, donde solo el silencio era todo lo que los podía envolver, las sonrisas en sus rostros después de haber terminado el día de esa manera en ese mundo en el que Salomé y Maximiliano habían renacido como solo uno. No uno más que otros, simplemente iguales.Todo parecía ir perfecto en aquella noche, no había nada que pudiera molestarlos. Ni siquiera aquel camino que parecía interminable hacían que sus pies se cansaran, era como si de una u otra manera ellos estuvieran disfrutando aquella noche después de tanto. Aun sabiendo que en su corazón no podía haber más que dolor, más que aquella sed de venganza, ellos no podían encontrar amor de esa manera.Un vestido color rojo que la envolvía hasta un poco más arriba de la rodilla, no era ese tipo de vestidos que se adaptaban a ella de manera perfecta, no era de esos que hacían ver vulgares a las mujeres más vulgares, era de aquellos que simplemente la hacían ver elegante. Y con el saco de Max
CAPÍTULO VEINTIDÓS —Al derecha, no, a la izquierda, a la izquierda, vamos, más sensualidad, más sensualidad…—El hombre bajó la cámara de manera desesperada. Ese trabajo le estaba siendo muy difícil de hacer. — ¿Qué te pasa, Emma? No puedo creer que llevemos más de dos horas y no podemos conseguir las fotos perfectas. Hay algo que no me gusta, simplemente ya no eres la de antes.Emma se levantó del lugar donde estaban tomando las fotos al mismo tiempo que cubría su cuerpo con la primer toalla que encontró a su lado. Ya no necesitaba escuchar las mismas palabras una y otra vez, ya sabía que su cuerpo había cambiado, ya sabía que ella no era más la que solía ser,, la mejor de las modelos. ¡¿Por qué tuvo que ser madre y complacer a su madre antes que a ella misma?— ¡No me tienes que decir lo que ya sé!— ¡Sabías perfectamente que las modelos tienen cas prohibido tener hijos! ¿Qué tenías en la cabeza?Las lágrimas se acumularon en los ojos de Emma. Ya todo mundo le había dicho lo ins
CAPÍTULO VEINTITRÉS Y con pasos lentos, Gertrudis se acercó a Humberto. Un hombre fuerte y hasta cierto punto, grotesco. Con esa sonrisa lasciva que a mucho incomodaba pero que recompensaba con el cuerpo que tenía.—Un placer, mi señora.Y poco a poco fue como Gertrudis comenzó a pasear su mano por el pecho del hombre. Nunca antes lo había hecho pero ahora que estaba frente a él, se daba cuenta de lo que estaba perdiendo.—Excelente —, dijo ella tocándolo. —Recuerda que aún te falta la investigación sobre aquel niño, ¿en verdad murió?Y de un momento a otro, Gertrudis lo besó como nunca antes había hecho. Humberto no pudo evitar sonreír entre el beso. Incluso si tenía la información con él no se la iba a dar, quizá más adelante iban a ser más eficiente de lo que él esperaba en ese momento. Un viaje por hacerse, un ángel negro que llegaba para informar sobre la llegada de las dos personas que se iban a cobrar todo el daño de la peor manera. Manuel se había quedado como la persona
CAPÍTULO VEINTICUATRO UNA SEMANA DESPUES Tres autos color negro que paraban detrás del auto color blanco. Y si aquella gente pensó que ella jamás iba a volver, estaban completamente equivocados, ahora era Salomé quien no iba a descansar hasta que los viera de rodillas. Con un vestido color azul largo y que más parecía ser de noche que aquel con el que debía de presentarse a aquella junta, Salomé bajó del auto siendo ayudada por su esposo. Un hombre que no podía creer que ya se encontraran ahí, en el mismo lugar que habían arrebatado de sus manos. Con una mirada digna, Salomé bajó apoyándose del brazo de su esposo. El gran Maximiliano Montenegro. —Adelante, señora de Montenegro —, dijo uno de los hombres que ya la esperaban. Y sin siquiera saber hacer un gesto de agradecimiento, Salomé continuó su camino. La mirada altiva, el aura pesada y las palabras que no salían pero en cuanto lo hicieran solo iban a terminar de declarar la guerra que ellos mismos habían pasado. Mientr
CAPÍTULO VEINTICINCO Con una taza de café en la mesa en medio del jardín y en la que desayunaban Maximiliano, Manuel y Salomé. La sonrisa en el rostro de Salomé había cambiado un poco y eso lo podía ver Maximiliano ya que él había sido quien la había visto sonreír siendo Paula y no Salomé. La sonrisa había cambiado, ahora era una sonrisa llena de seducción.Maximiliano sabía que esa mujer podía hacer a que su hermano cayera por ella una vez más.Finalmente Salomé bajó los cubiertos en sus manos y tomó su celular a su lado. A Maximiliano le daba miedo que ella hubiera cambiado.— ¿Disfrutaste el desayuno? —Preguntó Maximiliano al ver que ella no decía nada más, estaba cambiando muy rápido y él solo parecía enamorarse cada segundo más mientras extrañaba a la Paula que él nunca pudo ver como tal.—Sí, solo arreglo un par de cosas.Manuel y Maximiliano se miraron. El ambiente había cambiado completamente.—Manuel, ¿será que puedes acompañarme a recibir los vestidos que llegaran en u