CAPÍTULO VEINTETIEMPO DESPUÉS Tres hombres bien vestidos que entraban aquella sala. Una mujer que caminaba detrás de uno de ellos. Una mujer muy elegante, la misma que se presentaba con un vestido un poco pegado al cuerpo color azul, un poco más arriba de la rodilla, con el cabello negro cubriendo parte de su pecho. Y detrás de ella, dos hombres más, los mismos que habían prometido quedarse hasta que el pacto terminara.—Por favor, tomen asiento —, dijo Miguel, señalando los lugares frente a él.Para ese momento Miguel Izquierdo ya conocía perfectamente los planes de aquella mujer y su necesidad de vengarse junto con la gente que estaba metida en eso de la misma manera. Maximiliano y Manuel, el momento para recibir su parte había llegado y sobre todo, todo ocurriendo días después de que Miguel se asegurara que ella era la verdadera Salomé, la única que iba a recibir su posición en la empresa y no solo, sino que también se iba a hacer cargo de todo lo que su padre dejó atrás debido
CAPÍTULO VEINTIUNOCaminando en aquella oscura noche, donde solo el silencio era todo lo que los podía envolver, las sonrisas en sus rostros después de haber terminado el día de esa manera en ese mundo en el que Salomé y Maximiliano habían renacido como solo uno. No uno más que otros, simplemente iguales.Todo parecía ir perfecto en aquella noche, no había nada que pudiera molestarlos. Ni siquiera aquel camino que parecía interminable hacían que sus pies se cansaran, era como si de una u otra manera ellos estuvieran disfrutando aquella noche después de tanto. Aun sabiendo que en su corazón no podía haber más que dolor, más que aquella sed de venganza, ellos no podían encontrar amor de esa manera.Un vestido color rojo que la envolvía hasta un poco más arriba de la rodilla, no era ese tipo de vestidos que se adaptaban a ella de manera perfecta, no era de esos que hacían ver vulgares a las mujeres más vulgares, era de aquellos que simplemente la hacían ver elegante. Y con el saco de Max
CAPÍTULO VEINTIDÓS —Al derecha, no, a la izquierda, a la izquierda, vamos, más sensualidad, más sensualidad…—El hombre bajó la cámara de manera desesperada. Ese trabajo le estaba siendo muy difícil de hacer. — ¿Qué te pasa, Emma? No puedo creer que llevemos más de dos horas y no podemos conseguir las fotos perfectas. Hay algo que no me gusta, simplemente ya no eres la de antes.Emma se levantó del lugar donde estaban tomando las fotos al mismo tiempo que cubría su cuerpo con la primer toalla que encontró a su lado. Ya no necesitaba escuchar las mismas palabras una y otra vez, ya sabía que su cuerpo había cambiado, ya sabía que ella no era más la que solía ser,, la mejor de las modelos. ¡¿Por qué tuvo que ser madre y complacer a su madre antes que a ella misma?— ¡No me tienes que decir lo que ya sé!— ¡Sabías perfectamente que las modelos tienen cas prohibido tener hijos! ¿Qué tenías en la cabeza?Las lágrimas se acumularon en los ojos de Emma. Ya todo mundo le había dicho lo ins
CAPÍTULO VEINTITRÉS Y con pasos lentos, Gertrudis se acercó a Humberto. Un hombre fuerte y hasta cierto punto, grotesco. Con esa sonrisa lasciva que a mucho incomodaba pero que recompensaba con el cuerpo que tenía.—Un placer, mi señora.Y poco a poco fue como Gertrudis comenzó a pasear su mano por el pecho del hombre. Nunca antes lo había hecho pero ahora que estaba frente a él, se daba cuenta de lo que estaba perdiendo.—Excelente —, dijo ella tocándolo. —Recuerda que aún te falta la investigación sobre aquel niño, ¿en verdad murió?Y de un momento a otro, Gertrudis lo besó como nunca antes había hecho. Humberto no pudo evitar sonreír entre el beso. Incluso si tenía la información con él no se la iba a dar, quizá más adelante iban a ser más eficiente de lo que él esperaba en ese momento. Un viaje por hacerse, un ángel negro que llegaba para informar sobre la llegada de las dos personas que se iban a cobrar todo el daño de la peor manera. Manuel se había quedado como la persona
CAPÍTULO VEINTICUATRO UNA SEMANA DESPUES Tres autos color negro que paraban detrás del auto color blanco. Y si aquella gente pensó que ella jamás iba a volver, estaban completamente equivocados, ahora era Salomé quien no iba a descansar hasta que los viera de rodillas. Con un vestido color azul largo y que más parecía ser de noche que aquel con el que debía de presentarse a aquella junta, Salomé bajó del auto siendo ayudada por su esposo. Un hombre que no podía creer que ya se encontraran ahí, en el mismo lugar que habían arrebatado de sus manos. Con una mirada digna, Salomé bajó apoyándose del brazo de su esposo. El gran Maximiliano Montenegro. —Adelante, señora de Montenegro —, dijo uno de los hombres que ya la esperaban. Y sin siquiera saber hacer un gesto de agradecimiento, Salomé continuó su camino. La mirada altiva, el aura pesada y las palabras que no salían pero en cuanto lo hicieran solo iban a terminar de declarar la guerra que ellos mismos habían pasado. Mientr
CAPÍTULO VEINTICINCO Con una taza de café en la mesa en medio del jardín y en la que desayunaban Maximiliano, Manuel y Salomé. La sonrisa en el rostro de Salomé había cambiado un poco y eso lo podía ver Maximiliano ya que él había sido quien la había visto sonreír siendo Paula y no Salomé. La sonrisa había cambiado, ahora era una sonrisa llena de seducción.Maximiliano sabía que esa mujer podía hacer a que su hermano cayera por ella una vez más.Finalmente Salomé bajó los cubiertos en sus manos y tomó su celular a su lado. A Maximiliano le daba miedo que ella hubiera cambiado.— ¿Disfrutaste el desayuno? —Preguntó Maximiliano al ver que ella no decía nada más, estaba cambiando muy rápido y él solo parecía enamorarse cada segundo más mientras extrañaba a la Paula que él nunca pudo ver como tal.—Sí, solo arreglo un par de cosas.Manuel y Maximiliano se miraron. El ambiente había cambiado completamente.—Manuel, ¿será que puedes acompañarme a recibir los vestidos que llegaran en u
A lado de Salomé, Maximiliano supo de qué se trataba todo ese momento. Salomé no jugó cuando dijo que iba a tomar su venganza por el camino corto. Ella quería vengarse de todos de una vez por todas.—Me complace ser yo, Maximiliano Montenegro quien presente a Salomé como mi esposa —dijo él al darse cuenta de la mirada de Alejandro sobre su esposa. Era como si sus celos hubieran despertado muy de pronto, celos que no podía sentir por ella.—Emma de Vital, mucho gusto —se presentó.—El gusto es mío, señora.—Gertrudis de la Garza, mucho gusto.Y mientras todo mundo se presentaba ante Maximiliano, Alejandro no había perdido la oportunidad de observar a Salomé como solo un descarado lo haría. Si tan solo él supiera que ella era la mujer de la que él se olvidó tan pronto.Salomé ya no era la misma Paula, esta vez sabía cómo actuar ante la mirada de un hombre como él. Sin ser una descarada, le sonrió con elegancia. En menos de dos minutos ella ya se le había metido por los ojos y a s
— ¿Quién te crees que eres? ¡¿Qué te pasa, Maximiliano?! ¡Ni siquiera se te ocurra volver a hacer lo que hiciste afuera de la casa porque a la otra no voy a responder! —Gritó Salomé una y otra vez mientras entraban en la gran casa que habían comprado. Y detrás de ellos caminaba Manuel sin poder dejar de sonreír de manera discreta.— ¡Ya te lo dije, Salomé! ¡Te tuve que besar porque Alejandro nos estaba viendo desde atrás!— ¡Bonita excusa tuviste para hacerlo!— ¡Piensa lo que quieras, no me interesa!— ¡Ya te dije que no vuelvas a hacer algo que no te he dado permiso hacer! —Dicho eso, Salomé subió las escaleras yendo directo a su habitación.Estaba furiosa, estaba harta de que los hombres quisieran hacer lo que sea con ella. Salomé ya no era la misma. Paula había muerto, Salomé no iba a permitir que ningún hombre le pusiera la mano encima.Al llegar a su habitación Salomé cerró las puertas mientras su pecho subía y bajaba con total dificultad.No podía quitarse de la mente