02

Se había quedado absorta en el pasado y en aquella larga conversación que tuvo en aquel restaurante con él.

—Disculpa.

—La verdad es que no dispongo de mucho tiempo, en realidad tengo muchas cosas por hacer, así que vayamos al grano, por favor —dijo, se dirigió a su silla giratoria y se dejó caer sobre ella.

—Claro, sabes que no tengo ninguna objeción con respecto al contrato que voy a firmar, de hecho creo que ya hemos discutido todos los puntos en aquella ocasión. ¿No es así? —quiso asegurarse.

—No está mal que leas los papeles, Sarah.

—Está bien.

Tenía toda la razón, debía leer cualquier cosa antes de poner su nombre en un papel, y así luego no surgirían inconvenientes, era algo que Hasan buscaba ahorrarse.

—Mi abogado está al corriente de todo esto, es importante que sepas lo valioso que significa para mí que accedas.

—De acuerdo, sé que tienes cosas por hacer, pero yo también tengo preguntas que no tienen respuesta —lanzó antes de dirigirse a él y soltarlo todo.

—Bien, puedes preguntar. En el poco tiempo que llevo conociéndote puedo darme cuenta de que eres una chica muy curiosa, pero no pasa nada, adelante —apremió, a lo que ella asintió antes de empezar a hablar.

—En primer lugar, ¿por qué has creído que soy una candidata correcta para llevar en mi vientre a tu hijo? ¿Por qué no ir a una agencia especializada en ello para conseguir un hijo? Sé que puede resultar complicado querer ser padre pero no querer tener a una mujer a tu lado, y no me concierne meterme en ese asunto, pero tengo mucha curiosidad al respecto.

—¿Has estado con alguien en tu vida?

—No —frunció el ceño.

Ese tipo de preguntas le parecían incómodas, cosa que sí era el objetivo buscar en la chica, ya lo había logrado. Sí, patéticamente la chica que a sus 22 años o más, nunca había estado sentimentalmente involucrada con alguien y por ende nunca había llegado a saber lo que era tener algo serio.

—Eso debería responder a todas tus preguntas, es decir, he visto que eres la chica indicada, la mujer correcta y no tienes compromisos, tampoco hay nada que te impida hacerlo. Además, todo este proceso se llevará a cabo en un centro especializado en la inseminación. Así que no te preocupes, ¿de acuerdo?

—Eso no tiene ningún sentido para mí. Es decir, ¿ya no te interesa comprar mi virginidad y por eso has decidido hacer esto mediante un tercero? —expresó bastante confundida por sus palabras ya que no habían quedado en hacer eso.

—Porque es el mejor medio para hacer las cosas, en cuanto a tu virginidad, por supuesto que lo haré, la compraré. Es solo que soy un hombre muy meticuloso con mis cosas y esto es algo muy importante, así que quiero que todo salga bien.

—Si tú lo dices, no voy a emitir otra palabra sobre ello, ya lo has decidido y estoy de acuerdo.

Hasan apoyó las manos sobre el escritorio y entrelazó las manos sin dejar de mirarla un solo segundo, en cambio ella, era casi incapaz de mirarlo por mucho tiempo ya que siempre ganaba en esa batalla invisible de miradas.

—Eres hermosa, ¿lo sabías?

—A menudo me lo dicen... —susurró sin mirarlo.

Sarah volvió a pensar en que aquella sería la solución a su problema económico. Ya no soportaba vivir en aquel apartamento, o mejor dicho, una pocilga, porque no había otra palabra para definir el sitio tan horrible en el que vivía con Maritza. Para eso le alcanzaba estar todo el bendito día metida en el supermercado, ordenando por aquí y por allá y tantas veces siendo la suplente de alguna cajera que no iba a trabajar. Aún con todos los esfuerzos del mundo nunca había obtenido la remuneración adecuada, como pasa en muchos lugares.

En fin, aunque estaba dispuesta a convertirse en la madre de su hijo y vender su virginidad, había perdido completamente la dignidad y se sentía tan extraña haciéndolo, sabía que no había mejor manera de salir adelante. Tenía sueños y objetivos por alcanzar, esta era la única manera de lograrlo.

—¿Tienes otra pregunta? —averiguó, esperando una respuesta, a lo que la joven negó con la cabeza.

Pero seguramente se le iban a presentar mil preguntas más en cuanto pusiera su firma en aquella hoja. Algo que sucedía a menudo.

—¿Puedo mirar el contrato? —quiso saber.

—Por supuesto, aquí lo tienes, son varias páginas. Léelo con atención y luego me dices si estás de acuerdo con todo lo que has leído.

Si él le hubiera dado el bolígrafo allí mismo, ya habría firmado sin detenerse a mirar lo que estaba impreso y todas esas hojas.

—A todo esto, ¿cuándo lo haremos? Me refiero a mi... No es que tenga prisa pero mientras ocurra pronto, me sentiré más aliviada.

—Lo entiendo. Lo haremos la semana que viene, pondré el día, la hora y el lugar. No te preocupes, ¿vale?

Soltó el aire, y volvió a clavar los ojos en las hojas para retomar la lectura tan aburrida pero al menos interesante a medida que avanzaba, ya que encontró puntos en los que no había reflexionado completamente. Y solo por ello dudó muchísimo en poner su nombre así, y atarse de alguna manera a ese hombre.

Después de un tiempo se había terminado de leer todo y suspiró profundamente antes de dirigirse a él, para pedir un bolígrafo y acabar de una vez por todas con aquello.

En el pase del objeto, sin querer, sus dedos se rozaron y la joven sintió como una descarga eléctrica atravesó sus dedos, sus nudillos... recorriendo cada célula de su cuerpo y volviendo dinamita su interior.

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