Capítulo 97
Alejandro se quedó inmóvil por un segundo, sus ojos se oscurecieron.

—Sí. ¿Por qué?

—Gracias —Luciana lo miró con sinceridad—. De verdad, muchas gracias. Desde que era niña, muy pocas personas han sido amables conmigo.

Alejandro sintió un estremecimiento en el pecho, una sensación cálida que se extendía por su cuerpo. Le costó disimular la sonrisa que amenazaba con aparecer. Solo pudo responder con un leve «Mm».

—Pero… —Luciana estaba a punto de añadir algo cuando su teléfono sonó. Lo contestó apresuradamente.

—¿Jhonny? ¿Mi amigo dejó el abrigo en tu casa? Ah, bueno… Sí, gracias. Y, oye, no te agradecí por aquella noche. Dejar que mi amigo durmiera en tu cama fue un gran gesto. Era demasiado tarde y, con la lluvia, no encontramos hotel, así que dormiste en la sala de infusiones. ¡Debo invitarte a comer un día!

Mientras hablaba, Luciana señaló la entrada del metro, indicando que tenía prisa, y luego corrió hacia la estación.

—¡Ve con cuidado! —gritó Alejandro, aunque no estaba seguro de
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