Luciana no respondió. Pero no podía engañarse a sí misma. Su corazón latía con fuerza. Decir que no sentía nada sería una mentira. Desde pequeña, muy pocas personas habían sido amables con ella, y precisamente por eso, cada gesto de bondad lo guardaba con gratitud. Cada acto de buena voluntad hacia ella lo atesoraba, con el deseo de devolverlo diez veces más…-Al salir del hospital, Luciana regresó a la Casa Guzmán. El abuelo Miguel, encantado de verla, enseguida llamó a Alejandro. Agarrando la mano de Luciana, le dijo:—Estos días que no has estado, Alex ha estado tan ocupado que ni se deja ver. Así que esta noche cenamos juntos, los tres.Sin embargo, cuando hizo la llamada, Alejandro respondió:—Abuelo, estoy ocupado, no podré ir.—¿Ocupado con qué? —Miguel frunció el ceño—. Tan ocupado que ni para cenar tienes tiempo. Además, Luciana acaba de regresar después de una semana fuera…—Tengo una reunión, no puedo hablar más —y colgó abruptamente.Miguel, furioso, exclamó:—¡Qué falta d
Alejandro se quedó inmóvil por un segundo, sus ojos se oscurecieron.—Sí. ¿Por qué?—Gracias —Luciana lo miró con sinceridad—. De verdad, muchas gracias. Desde que era niña, muy pocas personas han sido amables conmigo.Alejandro sintió un estremecimiento en el pecho, una sensación cálida que se extendía por su cuerpo. Le costó disimular la sonrisa que amenazaba con aparecer. Solo pudo responder con un leve «Mm».—Pero… —Luciana estaba a punto de añadir algo cuando su teléfono sonó. Lo contestó apresuradamente.—¿Jhonny? ¿Mi amigo dejó el abrigo en tu casa? Ah, bueno… Sí, gracias. Y, oye, no te agradecí por aquella noche. Dejar que mi amigo durmiera en tu cama fue un gran gesto. Era demasiado tarde y, con la lluvia, no encontramos hotel, así que dormiste en la sala de infusiones. ¡Debo invitarte a comer un día!Mientras hablaba, Luciana señaló la entrada del metro, indicando que tenía prisa, y luego corrió hacia la estación.—¡Ve con cuidado! —gritó Alejandro, aunque no estaba seguro de
—¡¿Qué?! —Jacobo saltó de su asiento, claramente alterado—. ¿Quién dice que tengo un historial amoroso extenso? ¡No me pongan etiquetas así! Lo mío son solo amigas especiales…Los otros tres le lanzaron miradas de desaprobación sin piedad.—Jaja —Jacobo levantó una ceja, riéndose sin preocupación—. Con hijos, la verdad, no he salido con ninguna…—¡Ja! —Jael se rio sin contenerse—. Eso es porque ninguna te interesó lo suficiente. Si te hubiera gustado, ¿qué más daría si tenía hijos o no?—¿Te estás burlando de mí, verdad? —Jacobo sonrió—. Y si lo hiciera, ¿qué? A estas alturas, ¿quién se va a atar solo por un hijo?—Lo que dices es verdad, pero no del todo —intervino Salvador, quien había estado callado hasta ese momento—. ¿Qué significa «a estas alturas»? Mira a la reina Carolina, la madre del rey Boris. Se casó con el rey después de haber tenido hijos en un matrimonio anterior y tuvo a Boris y a sus tres hermanas, ¿no?Miró a Alejandro, sus palabras cargadas de significado.—Cuando es
Unos días después, Fernando fue a Grupo Guzmán. Su empresa CreaTech había seguido todos los procedimientos solicitados, y ese día, tenía una reunión con Alejandro. La asistente lo guió hasta una pequeña sala de reuniones y, justo cuando Fernando se sentaba, Alejandro entró.Fernando se levantó.—Señor Guzmán.—Señor Domínguez —Alejandro asintió y le estrechó la mano—. Siéntese.Sin muchas formalidades, comenzaron a hablar directamente sobre el proyecto. Alejandro quedó satisfecho con la capacidad de Fernando y decidió proceder de inmediato con la firma del contrato.—Un placer hacer negocios.—Gracias por la confianza, señor Guzmán. Un placer para mí también.Como es costumbre en estos casos, Alejandro propuso una cena para celebrar.—Señor Domínguez, ¿le gustaría cenar esta noche?—Gracias por su amable invitación —Fernando sonrió, pero rechazó con cortesía—. Tengo un compromiso esta noche y no estaré en Muonio. Lo siento, señor Guzmán. Pero en cuanto regrese, le invitaré y seré yo qu
Ellos habían llegado un poco antes que Luciana; Jael y Jacobo ya estaban en el establo. Salvador, al ver que Alejandro no dejaba de mirar a Luciana, sonrió con picardía.—Ya decía yo, ¿por qué este viaje tan improvisado para montar a caballo? Resulta que la señora Guzmán está aquí.Pero Alejandro lo ignoró y dio unos pasos hacia Luciana. De repente, se detuvo. Salvador, confundido, le preguntó:—¿Qué pasa? ¿No vas a ayudar a tu esposa, que no tiene habitación?¿Ayudar? Alejandro esbozó una sonrisa sutil. ¿Realmente hacía falta?—Luciana.Era Fernando, quien acababa de estacionar el coche y se acercaba. Luciana, con un ligero puchero, le explicó rápidamente lo sucedido.—No te preocupes, es algo sencillo —dijo Fernando, mientras le entregaba a Pedro y la tranquilizaba con una sonrisa—. Yo me encargo, no te preocupes.—Está bien.Con Fernando a cargo, la situación se resolvió en un abrir y cerrar de ojos. Volvió con dos llaves de habitación en la mano y las agitó en el aire para mostrárs
En ese instante, Luciana notó un brillo que apareció en los ojos de Alejandro. Quizás fue solo una ilusión, pero aunque existiera la más mínima posibilidad, sabía que debía decirle esas palabras.Alejandro se inclinó lentamente hacia ella, acercándose.—¿Qué pasa?Su rostro apuesto estaba tan cerca que el corazón de Luciana dio un vuelco. Tardó un momento en reaccionar antes de hablar con una expresión imperturbable.—Alejandro, no sigas siendo bueno conmigo.Quizás, en algún momento, hubo algo entre ellos, un sentimiento confuso que la hizo perderse, pero la realidad la había despertado. Alejandro era el novio de Mónica. Ella no había pedido el divorcio por venganza, sino por necesidad.Si se permitía enamorarse de Alejandro, solo se lastimaría, ¡y eso sería imperdonable! No podía cometer ese error.—¿Qué? —La sonrisa de Alejandro desapareció, sus ojos se oscurecieron—. ¿Qué quieres decir?Luciana bajó la mirada, su tono era sereno.—Aquel día en la estación del metro, quería decírtel
—¿Qué?Alejandro se giró bruscamente. Luciana, con los hombros temblorosos, estaba llorando. Lanzó una mirada rápida a Simón.—Ve a ver qué pasa.—Sí, primo.«¡Maldita sea!» La furia se encendió en los ojos de Alejandro al ver las manos de Fernando posadas en los hombros de Luciana. No podía apartar la vista, y el fuego de la rabia crecía dentro de él.***—Es todo mi culpa —dijo Fernando, visiblemente preocupado—. No cuidé bien a Pedro. Ya hablé con el gerente, están buscándolo.Luciana había pedido un descanso después de tanto correr. Lo que no imaginó fue que Pedro, emocionado por el juego, se escaparía en un abrir y cerrar de ojos. En el tiempo que Fernando se tomó para beber un vaso de agua, Pedro había desaparecido.Aunque Luciana sentía angustia, sabía que no era justo culpar a Fernando. Con la voz entrecortada, dijo:—No es tu culpa, es mía. Sabía que Pedro es especial y aún así no fui lo suficientemente atenta. No he sido una buena hermana…Pedro no era como los demás niños, y
Había mantenido al bebé con la esperanza de reunirse algún día como una familia, ¿no?El celular no paraba de sonar. Alejandro contestó con tono seco:—Voy para allá.Hizo una breve pausa antes de añadir:—Avísale a Fernando.—Pero... —Simón dudó. Salvador le había dicho que era la oportunidad perfecta para que Alejandro se ganara el agradecimiento de Luciana. ¿Por qué iba a dejar pasarla?Alejandro frunció el ceño, impaciente.—¿Necesito repetirlo?—No, ya mismo lo aviso.Alejandro colgó y se dirigió a la parte trasera del campo de equitación. Mientras caminaba, se cruzó con Fernando.—Señor Guzmán —dijo Fernando, su rostro elegante reflejando una leve confusión—. ¿La llamada de hace un momento fue de su gente?—Sí —respondió Alejandro sin detenerse, manteniendo la mirada al frente.Fernando se quedó intrigado. ¿Por qué Alejandro estaba tan involucrado en la búsqueda de Pedro? ¿Acaso la relación entre Alejandro y Luciana era solo la de un paciente y su doctora? -En la parte trasera