Capítulo 609
—Luci, no puedes acusarme de eso. —Alejandro caminó sin prisa, se detuvo frente a ella y se acuclilló para quedar a su altura—. No te enojes. Tú y yo seguimos casados. Si vengo a la casa de mi esposa, ¿cómo va a ser allanamiento?

—¿Ah, sí? —Luciana estaba claramente molesta—. ¿Entonces a qué demonios vienes?

Él, sin perder la calma, se irguió y le acarició el cabello con sutileza.

—No has descansado lo suficiente. Tómate unos días de reposo con goce de sueldo. Ya estás en la última etapa del embarazo, y quiero que no te sobreesfuerces; quiero verte a ti y al bebé a salvo.

Al oír esas palabras, Luciana sintió un escalofrío. Era como si le recorriera la piel de gallina. Lo miró con los ojos muy abiertos.

—¿Qué pretendes, cambiar de estrategia? ¿Crees que con un tono suave voy a aceptar donar mi hígado?

—¿De verdad soy esa clase de persona para ti? —replicó Alejandro con un matiz de hastío.

—¿No es obvio? —respondió Luciana con una mueca sarcástica—. Señor Guzmán, ¿ya olvidó que hace nada
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