—Gracias —musitó Luciana al acercarse, con la voz cargada de una sincera gratitud. Para ella, todo lo que él había hecho era impensable.Con su propia capacidad, jamás habría logrado el peritaje forense de manera tan rápida. Aunque se le hubiera ocurrido esa idea, el proceso habría sido larguísimo y, para cuando obtuviera resultados, quizá ya no habría vuelta atrás. Pero para Alejandro, era tan sencillo como mover un dedo.Lo miró con admiración, levantando el rostro para alcanzar su mirada dada la diferencia de estatura. Luciana no se daba cuenta de la expresión que tenía, pero Alejandro sí notó ese brillo de asombro en sus ojos. Sonrió con un deje de orgullo y se inclinó un poco hacia ella, acortando la distancia.—¿Te parece que soy muy capaz? —preguntó con un matiz pícaro en la voz.—¿Eh? —Luciana parpadeó, algo confundida. ¿Estaría malinterpretando las cosas o la situación realmente sonaba un poco rara? Además, sentía el aliento de Alejandro tan cerca que sus mejillas comenzaron a
Levantó la voz al final, con un gesto adusto:—¡Lárgate!Los ojos de Luisa se abrieron con pánico, reflejando el temor que le producían la furia y la determinación de Alejandro. Murmurando su frustración, dio media vuelta y huyó llorando.Al irse ella, un silencio incómodo se instaló entre Luciana y Alejandro. Ella apretó los labios y no supo qué decir.—Luciana, yo… —empezó él, aún ansioso por aclararlo todo—. No es lo que estás pensando. Aquella noche salí con Salvador y los demás a tomar algo…—No tienes que explicarme nada —lo interrumpió Luciana, agitando las manos con nerviosismo—. Nuestra situación actual no lo amerita.Después de todo, aunque seguían legalmente casados, sus sentimientos estaban rotos. La vida de Alejandro apuntaba a Mónica, ¿no?Él la miró fijamente, sin comprender del todo. Tenía el ceño fruncido.El ambiente se volvió todavía más tenso.—Ja, ja… —Luciana agitó la mano y soltó una risita forzada—. No soy Mónica, y qué bueno, ¿no crees? De lo contrario, habrías
Alejandro guardó silencio, sin saber qué responder. Era la primera vez que alguien lo enfrentaba con esa pregunta. Él había creído siempre que la devoción que sentía por Mariposita se transformó sin problemas en amor por Mónica…—Piénsalo —le insistió Salvador—. O decides quedarte aferrado a esa memoria del pasado, o piensas en la vida que tienes ahora, en tu matrimonio presente, y en la posibilidad de construir un futuro hasta el final de tus días.—Tss… —Alejandro soltó un sonido de desdén y dirigió a Salvador una mirada de fastidio—. ¿De qué hablas? Ni siquiera sé qué pasará con Mónica, y mucho menos si Luciana y yo podremos seguir unidos. ¿Te burlas de mí?—¿Te parece que me burlo? —Salvador le devolvió una mirada igual de incrédula—. Dime, ¿has tratado alguna vez de conquistar a Luciana?Ante eso, Alejandro se quedó cortado, sin saber qué contestar.—Pues no, ¿verdad? —Salvador suspiró—. Entonces, ¿cómo pretendes que ella te corresponda? ¿Solo porque tienes dinero?Alejandro se qu
—Entonces te encargo que se lo comentes. Después de todo, son esposos. Para ti es más sencillo que para nosotros.Delio daba por hecho que, tras el incidente de la acusación falsa, la relación de la pareja estaba mejor que nunca. Luciana no tenía cómo explicarle la realidad, así que tragó saliva y aceptó a regañadientes.—De acuerdo, puedo preguntarle. Aunque, siendo franco, él anda muy ocupado; no sé si podrá asistir.—Si su agenda no se lo permite, Ignacio y yo lo entenderemos perfectamente —concedió Delio.Luciana asintió y se retiró, preocupada. Hacía solo unos días Alejandro la había ayudado de manera increíble, y ahora tendría que llamarlo para pedirle otro favor. ¿No sonaría a que lo estaba buscando con cualquier excusa?Sopesó el asunto todo el día; cada vez que tomaba el teléfono para marcar su número, terminaba dejándolo. Al llegar la noche, ya en su departamento, con la calma de las horas tardías, finalmente se armó de valor y marcó. El tono de llamada sonó una, dos veces… y
—Alex, ¿no crees que esto es demasiado? Dejarías casi sin tiempo ni para dormir.—No importa —respondió Alejandro, moviendo la cabeza—. Déjalo así. Si necesito descansar, puedo tomar una siesta en los huecos libres. Mientras más rápido terminemos, antes podremos regresar.—¿Tienes tanta prisa por volver?Alejandro hizo una pausa y asintió:—Sí. Mi abuelo está solo en el hospital. Llevo demasiados días fuera de Muonio y me inquieta dejarlo así.Sergio pensó que aquello no sonaba muy convincente, pues el abuelo de Alejandro estaba bien atendido por médicos y enfermeras. Además, aunque Alejandro estuviera en Muonio, tampoco podría pasar cada minuto con él. Pero no dijo nada más.***Mientras tanto, llegó el día de la fiesta de celebración. Todo el personal del área, desde médicos y enfermeras hasta internos y personal de apoyo, iban a asistir. Antes de partir, se reunieron en el departamento para organizarse.—¡Luciana! —Rosa se acercó y la tomó del brazo—. ¿Te parece si vamos juntas?—Cl
“¿Abajo? ¿Dónde abajo…?”De pronto lo entendió y casi se atragantó. Se puso de pie de inmediato. ¿Alejandro estaba en la planta baja del restaurante? ¿En serio había venido?Pasaron unos segundos sin que ella respondiera, y él continuó con un leve tono de desilusión:—Si no bajas, subiré yo solo. ¿En qué salón están?—¡No, espera! —replicó Luciana, reaccionando al fin—. Yo… ya bajo.—De acuerdo, aquí te espero.Sin avisar a nadie, Luciana salió del privado apresuradamente. Bajó las escaleras y, en la recepción, vio esa silueta inconfundible: alto, con porte elegante, y un aire de cansancio que no lograba opacar su atractivo.—Luci… —la llamó él, esbozando una pequeña sonrisa que revelaba el desgaste del viaje.—¿Por qué viniste? —preguntó ella, apurada y sorprendida, más que contenta.Alejandro se sintió algo incómodo.—¿No fuiste tú quien me invitó? ¿No debería estar aquí? ¿No te alegra?—Yo no dije eso —contestó Luciana, aunque lo pensara—. Fuiste tú quien comentó que no podrías veni
La frialdad de Luciana lo hizo sentir un pinchazo de decepción. Ya lo sospechaba; ella no parecía nada feliz de verlo. Aun así, había supuesto que tal vez, en el fondo, se alegraría de su llegada.“Bueno, ¿y ahora qué?”, pensó. Con un brillo en los ojos, de pronto recordó algo. Se acercó al oído de Luciana y le murmuró en voz suave:—¿Te quedaste con ganas de las costillas asadas que estabas comiendo hace un rato?—¿Eh? —Luciana se quedó atónita. ¿Por qué sacaba ese tema de pronto? Sin embargo, su mirada y su gesto de tragar saliva lo delataron todo, confirmando que él había dado en el clavo.—Ya veo —Alejandro sonrió con complicidad—. Deja que te pida otra orden.Se incorporó para hablar con el mesero y, mientras se alejaba, murmuró con un cierto aire divertido:—Eres como una niña. No puedes quedarte sin tu trozo de carne sin enfadarte.—¡Oye! —murmuró Luciana indignada, mirando cómo se alejaba—. ¿Cómo que “como una niña”? ¿Qué le pasa hoy?Comenzaba a sentir algo extraño en él, como
—Necesito saber por qué viniste hoy. ¿Fue para cumplir con Ignacio y Delio como inversionista del proyecto… o fue por mí?La pregunta directa tomó por sorpresa a Alejandro, cuyo rostro se tensó por un segundo antes de responder con otra pregunta:—¿Tú qué crees?—No lo sé —admitió ella—. Pero me gustaría que fuera solo por el proyecto.—Por supuesto, es por eso —Alejandro rió con un matiz irónico—. ¿Acaso creíste que venía únicamente por ti?Luciana se quedó callada, un poco avergonzada, porque sí lo había pensado.—Vaya… —soltó él, con una sonrisa un tanto sarcástica—. ¿De dónde sacaste esa idea de que me aferraría a una mujer que ni siquiera está interesada en mí? ¿Crees que no hay más mujeres en el mundo? ¿O que yo no valgo nada?Ella se quedó helada, pero también sintió un gran alivio interno. Se puso en pie de inmediato.—Disculpa. Parece que malinterpreté la situación. Es que no quiero volver a esa relación insana que teníamos antes…¿Una “relación insana”? Sentir esas palabras l