—Gracias —dijo Victoria, despidiéndola.Cuando la enfermera se fue, Diego suspiró largamente.—Pues, parece que Luciana ha sido de gran ayuda.A pesar de que ellos no entraron la noche anterior, habían permanecido observando todo tras la ventana de cristal, viendo cómo Luciana no se separaba de Fernando.—Sí —coincidió Diego, con el ceño fruncido—. Hablando con sinceridad, Fernando y Luciana hacían una pareja excelente… Eran muy compatibles.Si uno ignoraba la diferencia de clases y el asunto de Pedro —el hermano con autismo—, parecían la pareja ideal.—Ya no vale de nada lamentarse —murmuró Victoria, después de unos segundos—. Nosotros mismos los separamos… y arruinamos la vida de nuestro hijo.Guardaron silencio un instante, hasta que Victoria añadió de pronto:—Escuché que el hermano de Luciana no padece un simple autismo, sino que resulta ser un genio, una de esas mentes excepcionales que a veces se dan en el espectro.Diego arqueó las cejas, sorprendido.—¿En serio?—Sí. Tengo ent
—Uno nunca sabe —contestó Victoria, hablando casi para sí misma—. Si no lo intentamos, no sabremos si era posible.No hubo tiempo para más. Se oyó el ruido de la puerta del baño, y Luciana salió de allí.—No sigas —susurró Victoria, tomando a Diego del brazo. Luego, se volvió hacia Luciana con una sonrisa amable—. Luciana, ven. El desayuno está caliente… No sabía bien qué te gustaba, y olvidé preguntarte. Si algo no te agrada, dímelo sin pena.—Señora Domínguez, todo se ve muy bien —respondió Luciana, fijándose en la comida. Había platos bien balanceados y apetitosos—. Muchas gracias.—No es nada. —Victoria meneó la cabeza—. No me hables de “usted”, aquí somos familia. Si te apetece algo más, pídemelo.—Está bien… gracias —musitó Luciana, mordiéndose un poco los labios.No podía evitar sentirse incómoda. La actitud de Victoria era completamente distinta a la de antes. Durante todos los años que había conocido a Fernando, ella nunca le mostró buena cara. Ahora, en cambio, se portaba cál
Definitivamente se notaba la buena intención… y también lo mucho que había cambiado la actitud de Victoria.—¿Luciana? ¿Por qué te quedas ahí parada? —le dijo Victoria con una sonrisa, invitándola a sentarse y acercándole un tazón—. ¿No tienes hambre? ¡Come, come!—Señora Domínguez… —respondió Luciana con un matiz de incomodidad—. En realidad, no hacía falta. Yo iba a comer en la cafetería.—¿La cafetería? —repitió Victoria con sorpresa, como si fuera algo inaceptable—. ¿Cómo se te ocurre? Estás embarazada y necesitas buena nutrición.No sabía si lo hacía a propósito o no, pero Victoria añadió:—¿Acaso el señor Guzmán no se encarga de eso?«¿Por qué tendría que hacerlo?», pensó Luciana, encogiéndose de hombros. Al final, contestó con sencillez:—No, nunca ha sido así.—Ah. —Victoria dejó escapar un suspiro—. Bueno, me imagino que estará muy ocupado, quizá no es tan detallista… ocurre.Luciana no supo qué responder y guardó silencio. En realidad, la comida del hospital no era tan mala.
—Pero, tía… —añadió Luciana, señalando las bolsas con ropa—. De verdad no puedo aceptar toda esta ropa.—Si te la doy yo, la aceptas y punto —replicó Victoria, moviendo la mano para restarle importancia—. Ayer pasaste la noche cuidando de Fernando, ni siquiera te cambiaste. Considéralo un pequeño agradecimiento de mi parte, ¿ok? No le des tantas vueltas.Dicho esto, Victoria se puso de pie.—Todavía tengo que volver con Fernando. Tú tómate tu tiempo para comer. Dejé los recibos dentro de las bolsas; si algo no te queda bien, podrás cambiarlo.—Tía… —trató de decir Luciana, levantándose también, pero Victoria ya se alejaba casi corriendo por el pasillo.Luciana negó con la cabeza, atónita, y revisó el contenido de las bolsas. Para su sorpresa, eran prendas de maternidad de esas marcas exclusivas que en otra época ni habría imaginado tener. Al parecer, Victoria realmente había puesto empeño en elegirlas.«Todo por haber cuidado a Fernando una noche…», pensó Luciana con un suspiro. «El am
Diego guardó silencio. Aquello indicaba que, ciertamente, algo pasaba en ese matrimonio.—¿Y sigues parado ahí? —Victoria lo empujó suavemente—. Ve, llévala con Fernando antes de que se despierte y sea imposible.El mensaje era claro: ella quería que Fernando y Luciana tuvieran un momento de intimidad. Diego lo pensó largo rato, pero el amor por su hijo lo hizo ceder.—Está bien —dijo al fin, decidido.Entró con pasos lentos, procurando no hacer ruido. Victoria se quedó en la puerta, recordándole en voz queda:—Hazlo con cuidado; no la despiertes.—Lo sé —susurró Diego.Con el corazón latiéndole a toda prisa, levantó a Luciana con delicadeza y la recostó al lado de Fernando. Luego corrió la cortina que rodeaba la cama. Afortunadamente, la cama VIP era lo bastante grande para que ambos pudieran descansar sin problemas. Diego prácticamente contuvo la respiración todo el tiempo, temiendo que Luciana abriera los ojos. Al ver que seguía profundamente dormida, exhaló con alivio y salió de la
Su tono, lleno de desaliento, no pasó desapercibido. A Alejandro no le gustó nada.—Mónica, no quise decir eso.—Lo sé. —Ella notó su disgusto y bajó un poco la vista—. En realidad, estoy decidida a cooperar con todo el proceso de curación. Haré lo que sea necesario.—Eso está muy bien —asintió Alejandro.Pensó que había sido demasiado brusco; después de lo que Mónica vivió, era normal que estuviera sensible.—Discúlpame por hablarte así. He estado un poco rígido.—No pasa nada —respondió ella con una sonrisa conciliadora y, cambiando de tema, preguntó—. ¿Tienes idea de qué flor sembré?—¿Cuál es?A simple vista, en la tierra no se veía nada.—Son semillas de flor de mariposa —comentó Mónica, mirando las macetas donde ni siquiera habían brotado retoños aún—. ¿Recuerdas cuando el jardín estaba lleno de estas flores?Alejandro lo recordaba, claro que sí. Era imposible olvidar aquel jardín repleto de flores de mariposa y a la chica que corría tras las mariposas… Esas imágenes jamás se hab
Esta vez, Simón supo que no podía seguir negándose a contestar.—¿Alejandro? —dijo con voz temblorosa.—¿Qué estás haciendo, Simón? Ya hablaremos luego. ¿Dónde está Luciana?Simón echó un vistazo a la puerta cerrada. Trató de mantener la calma, pero la urgencia se le notaba.—Alejandro… creo que Luciana está en peligro. Ven de inmediato a Cirugía General.—¿Cirugía General? —repitió Alejandro, adoptando una expresión tensa y sin pedir más detalles. De inmediato se dio media vuelta y echó a andar con pasos firmes.Sergio lo siguió sin vacilar, sin atreverse a formular preguntas.***La tensión en la puerta de la habitación era tan palpable que parecía que, en cualquier momento, estallaría un enfrentamiento.—¡Lo repito por última vez: abran la puerta! —exigió Simón, apretando los dientes—. Señor Domínguez, Señora Domínguez… ¿tienen idea de quién es señora Guzmán? Si llega a pasarle algo aquí, ¿podrán asumir la responsabilidad?—Tranquilo, no te alteres —trató de mediar Victoria, aparent
¿Así, sin más? Sin duda estaba furioso. Luciana se quedó helada, con el mismo desamparo de una niña que ha cometido un error y es abandonada por un adulto.—¡Luciana! —exclamó Sergio, dándose cuenta de la gravedad del asunto—. No te quedes ahí; Alejandro se fue furioso, ve tras él.—Oh… claro —asintió Luciana, volviendo en sí. Se levantó de la cama con torpeza.—¡Cuidado! —Sergio la sostuvo para que pudiera calzarse los zapatos. Mientras se acomodaba, Luciana dirigió una mirada a Victoria. ¿Cómo había terminado ella durmiendo en aquella cama con Fernando? No entendía nada.—… —Victoria, con un gesto de culpabilidad, esbozó una sonrisa incómoda—. Luciana, ve a explicarle todo al señor Guzmán, rápido.—Sí —respondió Luciana, sin añadir más. Había que correr tras Alejandro.Por desgracia, cuando salió al pasillo él ya se había marchado. Para cuando llegó a la entrada del hospital, el auto de Alejandro desaparecía a la distancia.—Alejandro se fue a Rinconada, Luciana. Sube al carro —sugir