Capítulo 457
En el centro de la pequeña habitación se veía un banco largo de madera, donde Luciana estaba recostada, completamente vestida, pero inconsciente. Ni la enfermera ni Alejandro lo podían creer.

—¿Doctora Herrera, qué le pasó? —exclamó la enfermera, sobresaltada.

—¡Luciana! —repitió Alejandro, llegando en un par de pasos. Se arrodilló a su lado y la levantó con cuidado, sosteniéndola en sus brazos—. ¡Enfermera, avise a un médico, mi esposa está embarazada!

—¡Claro! —asintió ella, dispuesta a correr en busca de ayuda.

Sin embargo, antes de dar el primer paso, Luciana frunció el ceño y dejó escapar un leve quejido:

—Mmm…

Alejandro se quedó perplejo un segundo.

—¿Luciana…?

Ella abrió los ojos con lentitud, una mirada confusa recorriendo el lugar hasta posarse en él:

—¿Qué…? ¿Alejandro? —susurró, intentando ubicarse—. Esto… es la sala de guardia… ¿cómo entraste?

Señor Guzmán parecía capaz de entrar a donde fuera sin permiso.

—¿Te despertaste? —él preguntó, sin responder a lo de “cómo entré,”
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