Luciana se quedó helada, apretando el celular con fuerza. «¿Hotel Real? ¿El hombre de esa noche…?»Era un tema que siempre trataba de no recordar, pero ahí estaba, clavado como una espina. ¿Y Mónica decía que lo sabía? De inmediato, Luciana devolvió la llamada.Mónica contestó al primer timbrazo.—¿Sabes algo de esa noche? —exigió Luciana, ansiosa—. ¿Quién era?—Tranquila… —respondió ella con tono suave—. Estoy rumbo a la cafetería de la calle trasera de la UCM. Hablemos en persona, te contaré lo que sé.—De acuerdo —accedió Luciana sin dudar.A esa hora, salir del departamento implicaba que Simón iría con ella, pues la escoltaba a todas partes. Con la ubicación que Mónica le pasó, llegaron a un pequeño café en la parte trasera de la UCM. Aparentemente no era para “comer,” sino un sitio con reservados, ideal para conversaciones privadas.Luciana entró sola a la sala que Mónica había indicado y Simón se quedó afuera, en la puerta. No tardó mucho en ver a Mónica acercarse, con una sonris
—Sí, ese chico es… ugh… —Mónica frunció el ceño y se llevó la mano a la frente—. Caramba, me duele la cabeza… me siento extraña…Luciana la observó con recelo:—¿Oye? ¿Te sientes bien?—No… —murmuró ella, entrecerrando los ojos—. Me mareo, no veo bien…Luciana notó que algo no cuadraba: su propia cabeza empezaba a pesar, su vista a nublarse. «¿Qué… pasa…?» Se llevó una mano a la sien, intentando aclarar su mente. Vio cómo Mónica se desvanecía sobre la mesa.—¡Hey, Mónica! —exclamó Luciana, sosteniéndola del brazo. Pero un segundo más tarde, ella también se sintió desfallecer. «La conciencia se le escurría como arena.»Cayó apoyando el rostro en la superficie. Y entonces, todo quedó en silencio.Pasados unos minutos, la puerta del reservado se abrió. Dos hombres —uno delgado, otro robusto— entraron, se acercaron a la mesa y, sin titubear, cada uno cargó con una de las mujeres para salir con ellas.***Mientras tanto, en las oficinas de Guzmán Corporation, Alejandro se encontraba en plen
Sergio clavó la mirada en el rostro sombrío de Alejandro, sin atreverse a soltar palabra. El auto continuaba avanzando a toda velocidad.—¿Dónde está Simón? —inquirió Alejandro, apretando la mandíbula.Sergio entendió al instante y marcó el número de Simón, pero al cabo de unos segundos se volvió hacia él con el rostro tenso:—No contesta. Su teléfono está apagado.—Maldición… —susurró él. «Si no responde, o está con Luciana o… algo peor.»Sergio tampoco quería presionar; la situación era cada vez más apremiante. Alejandro reflexionó unos segundos y tomó su celular para llamar a Salvador.—Salvador, soy yo —dijo con tono urgente, describiendo los hechos de la forma más concisa posible.Al otro lado de la línea, su amigo captó de inmediato:—¿Quieres que vaya por Luciana?Hubo una leve pausa, casi imperceptible, y al fin Alejandro respondió:—Sí.—No hay problema, pero… ¿estás seguro? Podríamos intercambiar roles. Yo comprendo que hay que rescatar a las dos, pero Luciana... no será lo m
—Mmm… mmm… —sollozó en un susurro.Igual que una oruga, fue avanzando muy despacio, retorciéndose en su afán de acercarse a la puerta. «Alex, Alex… estoy aquí». Pero la distancia parecía infinita, aunque solo fueran unos cuantos metros.De pronto, un olor extraño penetró sus fosas nasales. El corazón se le detuvo al distinguir una tenue humareda entrando por una ventana rota. «¿Ese humo?»—¡Fuego! —gimió internamente, moviendo la cabeza en señal de negación. Se le crispó el cuerpo entero al comprender: «Si el lugar se incendiaba y ella estaba inmovilizada, corría el riesgo de morir calcinada.»Con el rostro descompuesto por el terror, las lágrimas se agolparon:—Mmm… ¡mm! —ahogó un grito, retorciéndose en vano contra las ligaduras.El olor acre aumentaba, y la luz anaranjada que se filtraba confirmaba sus peores miedos: «estaba sucediendo algo muy grave». Quedó temblando sobre el piso, llorando con desesperación ante la idea de ser consumida por las llamas.En ese momento, llegó Sergio
—¡Sergio, agárrala! —gritó Alejandro, entregando a la persona que llevaba. En un pestañeo, dejó a la mujer en brazos de Sergio y dio la vuelta, corriendo de nuevo al interior.—¡Alex! —exclamó Sergio, aterrado—. ¿A dónde vas? ¡Es peligrosísimo!Pero él no se detuvo. «¿Qué podría ser tan importante para arriesgarse otra vez?»Bajo la humareda espesa, Alejandro comenzó a toser, doblando el torso para evitar la inhalación directa.—Cof, cof… —Entre el caos y la penumbra rojiza, buscaba con afán—. ¡Diablos, ¿dónde estás?! —masculló, hasta que, de reojo, vio brillar algo al rojo vivo.El encendedor. Aquel presente que Luciana le fabricó con sus propias manos. Sin titubeos, extendió el brazo y lo recogió de entre las llamas.—¡Ah…! —el fuego lamió su piel, causando un dolor punzante en su mano y brazo. Frunció el ceño con fuerza, pero aferró el pequeño objeto y salió corriendo sin mirar atrás.—¡Primo! —Sergio saltó al verlo reaparecer—. ¡Estás bien?Con el rostro contorsionado por el dolor,
Tras envolverla con su abrigo para darle algo de calor, Simón se dirigió hacia aquel extractor que había visto.«Debo darme prisa». Por más que la abrigara, Luciana no resistiría mucho tiempo en un espacio tan gélido.A la tenue luz del celular, descubrió los cables del extractor; tiró de ellos hasta romperlos y esperar que el ventilador se detuviera. Después sacó de su bolsillo una navaja multiusos, de tipo militar, y comenzó a desmontar la pieza. Le tomó casi media hora desenroscar los tornillos y forcejear hasta arrancarla por completo.—¡Lo logré! —exclamó, sin alzar demasiado la voz para no asustar a Luciana.Corrió de inmediato hacia ella:—Luci… —pero se detuvo al ver que ella balbuceaba algo con la voz casi inaudible.Al acercar el oído, captó la palabra que murmuraba:—Alejandro…—¿Extrañas a Alejandro? —susurró él, apretando los labios—. No te preocupes, te sacaré de aquí y te llevaré con él, ya verás.Con cuidado, la levantó en brazos, y ella se acurrucó contra su pecho, tem
Los médicos de urgencias empezaron a revisar sus signos vitales; afortunadamente, todo parecía estable. Sin embargo, por estar embarazada, requería una evaluación adicional del equipo de ginecología.Durante este tiempo, Alejandro aguardó afuera, sin apartarse de la puerta. Decidió aprovechar para hablar con Simón y enterarse de los detalles:—Simón —dijo con tono serio.—¿Sí?—Cuéntame qué sucedió exactamente.Simón se disculpó antes de narrar:—Lo siento, primo. No protegí a Luciana como debí… —Luego pasó a describir lo que recordaba: la reunión de Luciana con Mónica en la cafetería, la bebida que Mónica le obsequió, la forma en que se desmayaron y el tiempo que pasaron inconscientes en un congelador, hasta que fueron rescatados.Al escuchar todo, Alejandro frunció el ceño, recapitulando la parte clave:—¿Así que tomaste la bebida que te ofreció Mónica y luego te desmayaste?—Sí —asintió Simón, con frustración—. Fui ingenuo, supuse que al venir de la señorita Soler, no habría problem
Al final se limitó a dar una respuesta vaga:—No tenemos muchos detalles, pero creemos que es obra de la gente de Canadá. Podría estar relacionado con viejos problemas…Luciana percibió que eludía su pregunta respecto a Mónica. Al notar que él no continuaba, se le arrugó el entrecejo.—Ya… —susurró, intuyendo que ocultaba algo—. En fin…Sergio, visiblemente incómodo, añadió:—Me quedaré aquí afuera. Si necesitas cualquier cosa, solo avísame.—Sí, gracias… —respondió Luciana, aunque la sospecha le crecía por dentro. «¿Por qué Sergio me rehúye la mirada?»La confirmación de sus temores no tardó. El tiempo pasaba y Alejandro no aparecía. «¿Qué podría retenerlo tanto?»Finalmente, harta de la incertidumbre, se levantó de la cama, retirándose la sábana:—¡Señora Guzmán…! —exclamó la enfermera, asustada—. ¿Quiere algo? Puedo ayudarla.—Estoy bien. Solo caminé un poco… —replicó Luciana, apoyándose en ella. Abrió la puerta y vio a Sergio y Simón conversando en voz baja:—¿Cuándo podrá venir Al