Capítulo 367
A diferencia de Alejandro, Luciana conocía bien a Fernando; sabía que él nunca la presionaría para que hiciera algo en contra de su voluntad. Desde la distancia, leyó con claridad el mensaje que transmitían los ojos de Fernando: había venido sólo para cerciorarse de que ella estuviera bien.

De pronto, Luciana extendió la mano y presionó el botón para bajar la ventanilla.

—¡Luciana! —soltó Alejandro, alarmado—. ¿Qué pretendes?

Ella ni se molestó en contestarle; ya había llamado la atención de Fernando, que la vio al instante. Sus miradas se encontraron y, sin poder contenerlo, los ojos de Luciana se humedecieron.

Al otro lado, Fernando apretó la mandíbula. Parecía pronunciar su nombre en silencio: “Luciana…”.

Ella lo miró con lágrimas temblando en las pestañas, pero aun así esbozó una ligera sonrisa. Luego movió los labios: “Estoy bien.”

Fernando lo entendió de inmediato. Sintió un agudo dolor punzante en el corazón, pero le respondió con un firme asentimiento desde lejos. Había compren
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