Camila no podía creer que Mateo le hubiera dado a Lucía una tarjeta bancaria con un millón de dólares. Ella había investigado y sabía que la relación entre ellos no era buena, y que Mateo rara vez se preocupaba por ella. A pesar de haber sido su secretaria durante siete años, Lucía nunca había recibido su atención. Si Mateo realmente la hubiera apreciado, no habría mantenido su matrimonio en secreto, sino que lo habría hecho público. La única posibilidad que Camila podía contemplar era que Lucía estuviera siendo mantenida por otro hombre a espaldas de Mateo. Prefería creer eso antes que pensar que Mateo le habría dado tanto dinero.De repente, una nueva voz se unió a su conversación: —¿Qué tenía de malo que mi sobrino le diera dinero a su esposa? ¿Acaso necesitábamos especular sobre eso, señorita Pérez? ¿O es que estaba celosa?Lucía miró hacia la voz y vio a Gabriela Rodríguez caminando muy galantemente con un vestido negro ceñido que delineaba su esbelta figura. A pesar de tener cas
Camila se detuvo ahí, forzando una sonrisa mientras respondía: —Señora, ¿hay algo más en lo que pueda ayudarle?Gabriela la miró con fijeza: —Tú también viniste a comprar ropa, pero ese abrigo no es para ti, ¿verdad?El rostro de Camila se tensó al instante: —Es en realidad para otra persona.Gabriela lo observó detenidamente, pero evitó mencionarlo. Cruzando los brazos, dijo con indiferencia: —Camila, eres una figura pública, debes saber muy bien qué hacer y qué no. Algunas cosas, no es que no se digan, sino que, por guardar las apariencias de los Pérez, hacemos la vista gorda, pero eso no significa que lo apruebe. No esperes a que reviente todo para lamentarlo. ¡Yo no soy Carolina para que hagas lo que te venga en gana!La cara de Camila se ensombreció, y tras ese reclamo, sus ojos se enrojecieron. Apretando los dedos con fuerza, con voz débil respondió: —Entendido, señora.Gabriela ni siquiera la miró, solo bufó fríamente. Camila se sintió humillada, sus pasos tambalearon mient
Simplemente no la amaba.Ante los ojos de Gabriela, ella y Mateo hacían muy buena pareja. Pero también habría que preguntarle a Mateo si realmente quería estar con ella.Sin embargo, Gabriela lo interpretó de otra manera y dijo sonriendo con agrado: —Solo estaba criticando un poco a tu marido y tú lo defiendes. Lucía, sé que amas muchísimo a Mateo, y eso es una bendición para él. Si te dejara escapar, nunca encontraría una esposa tan especial como tú. Quizás sufrió tanto de niño que el destino decidió compensarlo ahora.Lucía preguntó muy confundida: —¿Acaso tuvo una mala infancia?Ella pensaba que, al venir de una familia tan acomodada, debió haber tenido una vida aún más feliz que la mayoría.El rostro de Gabriela cambió drásticamente por un instante, pero al instante volvió a sonreír y dijo con naturalidad: —Mejor no hablemos de eso, seguro que Mateo tampoco quiere recordarlo. Solo espero que pronto me den un nieto para consentir.Ella anhelaba jubilarse y disfrutar con alegría d
Al oír esto, Mateo palideció y, frunciendo el ceño, dijo: —¿Dónde estás? ¡Voy para allá de inmediato!—Mateo, ¿pasó algo? —preguntó Camila muy preocupada al verlo tan alterado.—¡Lucía está en peligro!Mateo salió corriendo apresurado sin mirarla. Camila lo vio irse apurado, visiblemente preocupado por Lucía. No entendía muy bien qué había pasado. Lucía estaba bien hace unas cuantas horas. Qué extraña coincidencia que justo ahora tuviera problemas. Miró la caja de regalo abandonada y sintió una fuerte punzada de decepción.Su asistente comentó en ese momento: —Hace unas cuantas horas Lucía estaba perfecta. ¿Qué pudo haber pasado? ¿No será que se enteró de que el señor Rodríguez estaba aquí y armó todo esto simplemente para separarlos?Camila, aunque pálida, respondió con dignidad: —No creo que Lucía sea en serio tan calculadora. Tal vez sí pasó algo. Quizás deberíamos ir a ayudar.—Camila, eres demasiado buena—dijo la asistente. —Yo creo que Lucía es muy astuta. No dejes que te malt
Exclamó Gabriela, bloqueando la puerta y mirándolo fijamente.Al percatarse en ese momento de la presencia de Gabriela, Mateo se detuvo en seco. Su mirada se tornó cauta mientras saludaba con una voz contenida: —Tía.—¿Cómo te atreves a llamarme tía? —espetó Gabriela, incapaz de contener su indignación. Sin darle tregua, comenzó a reprenderlo: —¿Cómo puedes abandonar así a Lucía? ¿Acaso vas corriendo tras esa tal Camila, la amante tuya?Mateo muy serio y contestó: —Por favor, no creas en rumores. No vuelvas a decir esas cosas.Al escuchar estas palabras, Lucía no pudo evitar esbozar una amarga sonrisa. Una vez más, Mateo salía en defensa de Camila, sin importar cual fuera la situación.Gabriela insistió: —Te conozco demasiado bien. ¿Quién más podría hacer que dejaras a Lucía de lado con tanta prisa? ¿Realmente, qué le pasa a esa mujer? ¿Está al borde de la muerte acaso? ¿No puede arreglárselas sin ti ni un solo momento? Hoy no te irás a ninguna parte. Te quedarás aquí para cuidar de
La alergia al alcohol le había provocado una picazón. Pero gracias a los cuidados constantes de Mateo, no se había lastimado la piel. Aunque no hubiera amor entre ellos y, no fuera feliz con los Rodríguez, en algunos momentos aún recibía su compasión.Retiró su mano. A pesar de sentirse un poco melancólica, no quería que él perdiera el tiempo allí. Le dijo: —No te preocupes, esto ya se me pasará—le dijo con una sonrisa forzada. —Los medicamentos harán efecto eventualmente. ¿No tenías que irte? Anda, ve. No le hagas caso a la tía. Si te vas, no le diré nada en lo absoluto.Fue a abrir la puerta, pero descubrió que estaba cerrada con llave desde afuera.—Dormiremos aquí esta noche. Mañana abrirán y volveremos de nuevo a casa—dijo Mateo, conociendo muy bien las tácticas de Gabriela. Sabía que no podría salir esa noche.Lucía se resignó: —Está bien.Mateo se quitó al instante el saco, quedándose en camisa, y le preguntó: —¿Tienes hambre?Lucía solo había desayunado y tomado un poco de c
Con el paso del tiempo, se había vuelto más maduro y sereno.Mateo notó que ella lo miraba fijamente y esbozó una amplia sonrisa: —¿En qué piensas mientras me miras de esa manera?Lucía, apoyando el mentón en su mano, desvió al instante la mirada avergonzada al ser descubierta: —Nada.—¿Nada? Pero si hace un momento me estabas mirando a escondidas.Lucía contraatacó ese momento: —Si no me estabas mirando, acaso ¿cómo sabes que yo te miraba?—Está bien, lo admito. Te estaba observando detenidamente—confesó Mateo. De hecho, solía notar de manera inconsciente cada uno de sus movimientos.Esto dejó a Lucía sin palabras, sintiendo que su corazón latía aún más rápido.Mateo terminó de cortar el filete y se lo acercó: —Ya está listo. Come.Lucía disfrutó de su atención, sintiendo una fuerte calidez en el pecho. Bastaba con que Mateo diera un solo paso hacia ella para que el mundo le pareciera hermoso.Tomó los cubiertos y dijo: —¿Sabes en qué pensaba mientras te miraba?Mateo bebió un li
Para ella era una experiencia inolvidable, pero para Mateo esto no parecía tener importancia alguna. Se sintió triste al darse cuenta de que él lo había olvidado por completo. Al parecer, para Mateo no era algo digno de recordar.—¿Por qué te quedas callada? —preguntó Mateo muy irritado. Al ver que ella guardaba silencio, en ese momento le levantó el mentón: —¿Acerté con lo que pensabas?Lucía lo miró fijamente a sus ojos tan profundos y preguntó: —Mateo, ¿hay alguna experiencia que haya dejado una impresión profunda en ti?Mateo la observó detenidamente, su expresión se volvió distante por un momento. En su mente solo apareció la imagen borrosa de una linda chica. Sacudió la cabeza y agarró con fuerza a Lucía: —Aún no me has respondido. ¿Tanto te gusta él?Lucía le respondió: —Sí, me gusta mucho.Esas duras palabras encendieron la ira en el corazón de Mateo.—Pero... mmm...Antes de que Lucía pudiera terminar, Mateo la besó con furia. Esto la tomó por gran sorpresa, abriendo ampli