Capítulo 36 —El dueño de medio mundoNarrador:Nadia sintió su respiración entrecortada cuando el silencio se hizo denso en la habitación. Su piel todavía ardía, su mente seguía atrapada en el beso que acababan de compartir. No era solo el contacto, no era solo la boca de Massimo apretándose contra la suya con una posesión que jamás había experimentado, era el hecho de que él había sido el primero. Su primer beso. Y Dios, no podía haber sido de otra manera. Pero era un error.Lo sintió en la manera en que él la miró, en la forma en que su mandíbula se tensó antes de apartar la mirada. No iba a hablar de eso. No iba a reconocerlo. Era como si ambos supieran que si lo hacían, si lo nombraban, no habría vuelta atrás.Y no estaban listos para eso.Tragó saliva, sintiendo su cuerpo aún pegado al de él, la fuerza de su brazo envolviéndola, su aroma invadiendo cada rincón de su mente.—Massimo… —susurró, apenas un hilo de voz.Pero él no la dejó terminar. En un solo movimiento, la giró sobre
Capítulo 37 — PánicoNarrador:Nadia mantenía la vista fija en él. No podía evitarlo. Por más que quisiera concentrarse en cualquier otra cosa, su mirada se negaba a desviarse del perfil de Massimo, de la línea fuerte de su mandíbula, del modo en que sus manos se aferraban al volante con una firmeza casi insoportable. No decía nada, no hacía ningún comentario fuera de lugar, ni siquiera la miraba de reojo. Solo conducía, como si nada hubiera pasado. Y eso la desesperaba. Porque dentro de ella todo había cambiado.El beso no salía de su cabeza. Cada vez que cerraba los ojos, podía sentirlo otra vez, el roce de sus labios, la forma en que la devoró con desesperación, con ansia. Y lo peor era que había correspondido, que su lengua se había entrelazado con la suya sin miedo, sin pensar, como si su cuerpo hubiera tomado el control.Pero ahora, al verlo tan imperturbable, se llenaba de dudas. ¿Sabría que había sido su primer beso? ¿Lo había notado? ¿Le había gustado? O peor aún… ¿Ahora le c
Capítulo 38 —Sin tocarlaNarrador:Massimo se mantuvo de pie en la entrada del apartamento, observándola mientras ella recorría el espacio, tocando los muebles, deslizando los dedos por la encimera de la cocina, inspeccionando cada rincón con una concentración que lo exasperaba y fascinaba al mismo tiempo. Era su casa ahora. Su refugio. Y él no estaba seguro de cómo se sentía al respecto.Cuando Nadia volvió a acercarse, él sacó las llaves de su bolsillo y se las tendió sin decir nada.Ella las tomó con lentitud, observándolas un momento antes de alzar la vista.—¿Tienes una copia?Massimo negó con la cabeza, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón para evitar hacer algo de lo que pudiera arrepentirse.—No. Solo hay dos. Y son tuyas.Nadia entrecerró los ojos, como si estuviera analizándolo.—Pero sí puedes entrar al edificio con la tarjeta.—Sí —admitió sin rodeos —Puedo entrar a los espacios compartidos, pero no a este apartamento.Ella ladeó la cabeza y apretó los labios
Capítulo 39 —¿Solo espasmos o algo más?Narrador:La cena continuó. Y con ella, la tortura.Nadia estaba al borde del colapso. Intentaba recuperar el control de su cuerpo, regular su respiración, aparentar que nada había pasado… pero Massimo no le daba tregua.Cada tanto, deslizaba los dedos por su muslo, con la excusa de rozarla sin querer. Cada vez que alguien hacía un comentario gracioso, él se inclinaba como si le fuera a susurrar algo, pero en su lugar, rozaba con sus labios la curva de su mandíbula, apenas un roce de aliento caliente, suficiente para enviar un nuevo escalofrío por su columna.El segundo golpe la tomó desprevenida.Justo cuando el postre fue servido, Massimo dejó caer su mano sobre su rodilla bajo la mesa. Nadia sintió que el aire se le atascaba en la garganta. Él no hizo nada más. Solo la dejó allí. No se movió, no la presionó… y eso fue peor. El calor volvió a arremolinarse entre sus piernas. Nadia cerró los ojos, sintiendo cómo su piel se encendía otra vez. Ma
Capítulo 1 —Completa y jodidamente, atractivoNarrador:La sala de la ONG estaba tranquila, con las sillas acomodadas en círculo mientras algunos de los asistentes iban llegando poco a poco. Nadia estaba allí, sentada en una de las sillas, con los dedos entrelazados sobre su regazo. No tenía idea de por qué había aceptado quedarse a la reunión cuando lo único que necesitaba era un trabajo, pero algo en la calidez de Ismael la había convencido. A su alrededor, los jóvenes iban tomando asiento, cada uno con sus propias historias, con sus propias cargas. Había una sensación de comunidad, de entendimiento tácito entre ellos, aunque Nadia aún no se sintiera parte de eso. Y entonces, la puerta se abrió de golpe. El impacto resonó en toda la sala, haciendo que todos giraran la cabeza al mismo tiempo. Dos hombres entraron. El primero, joven, con el cabello despeinado y la ropa desarreglada, forcejeaba inútilmente contra el agarre de quien lo traía a rastras. El segundo… Nadia sintió su estóma
Capítulo 2 — Sin hogar, sin destinoNarrador:La noche era espesa, el aire cargado de humedad y el asfalto aún retenía el calor del día. Nadia caminaba con pasos erráticos, su bolso colgando del hombro como un lastre, su ropa pegándose a su piel por el sudor frío que la cubría. No miraba atrás, no quería hacerlo. Si miraba atrás, tal vez se derrumbaría. No tenía a dónde ir. No tenía a quién llamar. No tenía nada. Solo el eco de aquella voz repugnante resonando en su cabeza.—Anda, bonita… ven a sentarte en la falda de papi, que quiere hacerte unos cariños…La bilis le subió a la garganta, pero la tragó de vuelta. No podía permitirse flaquear. No ahora. No cuando por fin había escapado.Había pasado toda su vida encerrada en un infierno del que parecía imposible huir. Una madre que no era más que una sombra vacía, con el aliento apestando a alcohol y los ojos nublados por la dependencia. Y él… ese asqueroso bastardo que la acechaba como un lobo esperando el momento perfecto para saltar
Capítulo 3 —Cincuenta por la tarde enteraNarrador:El amanecer pintaba el cielo de tonos naranjas y rosados mientras Nadia se incorporaba lentamente de la banca. Sus músculos protestaron con cada movimiento, su espalda rígida por haber dormido en una posición incómoda.—Bien, Nadia… sigues viva —susurró para sí misma, frotándose el rostro con las manos.Se enderezó y miró a su alrededor. La plaza todavía estaba tranquila, con algunos indigentes removiéndose bajo sus mantas improvisadas. El estómago le rugió con un vacío punzante. Tenía hambre. Y, más urgente aún, necesitaba un baño. Se puso en pie y comenzó a caminar. Tal vez encontraría algún lugar donde pudiera entrar al menos a lavarse la cara. Pero cada intento fue peor que el anterior.—No damos caridad aquí.—No puedes usar este baño.—Largo.Cada rechazo se sentía como un golpe directo a su dignidad. Finalmente, con la desesperación mordiéndole los talones, encontró una zona con arbustos altos y, con el rostro ardiendo de verg
Capítulo 4 — Cosas de chicasNarrador:El teléfono comenzó a vibrar en su mano, pero Nadia se quedó mirando la pantalla un instante antes de contestar. Sabía que era Ismael, y sabía que no dejaría de llamar hasta obtener una respuesta. Exhaló con resignación y deslizó el dedo por la pantalla.—¿Hola?—¿Dónde estás? —La voz de Ismael sonaba preocupada, casi exigiendo una respuesta inmediata —Te busqué en la ONG y desapareciste.Nadia cerró los ojos y apoyó la cabeza en el respaldo del sofá, sintiendo el peso de la culpa mezclado con el alivio de haber logrado escapar.—Tuve que irme —murmuró, sin muchas ganas de dar explicaciones.—¿Pero qué pasó? —insistió él —¿Estás bien?Podía imaginarlo con el ceño fruncido, mirando el móvil con esa expresión de desconcierto que ponía cuando algo no encajaba en su lógica.—Me descompuse.Hubo un silencio breve al otro lado de la línea.—¿Cómo que te descompusiste?Nadia giró la cabeza hacia la ventana, observando la calle silenciosa desde su escond