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Salí del hospital con más problemas de los que ya tenía: un perro, veinte euros y un bebé que, aunque aún no había nacido, ya consideraba como el mayor problema de todos. Dios mío, si Fabien se enteraba de su existencia, me lo arrebataría y lo criaría como lo criaron a él. Acaricié un poco mi vientre, el niño era el mayor problema de todos. Mi hijo viviría una vida feliz, alejado de él, de esa familia.

Respiré profundamente y miré el horizonte. Lo primero que tenía que hacer era salir de Sicilia. Quedarme aquí sería una estupidez, y yo ya había cometido demasiadas. No podía ponerme en peligro, ya que no solo era mi vida la que estaba en riesgo.

Caminé carretera arriba, bajo el pleno sol de la tarde. Hoy todo se veía más brillante. Tal vez se veían de esa forma porque ahora era consciente del pequeño ser que tenía dentro de mí. Una vez escuché que la vida se ve mejor cuando la miras con ojos de mamá, o simplemente ya estaba loca. Me detuve al lado de la carretera, iba a pedir un aventó
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