Después de que padre se fue, yo llamé a Jacob; tenía que buscarle una solución a esto urgentemente. Necesitaba mantener alejado a mi padre hasta que pudiera mandar a Carolina y al niño lejos de aquí.— ¿Qué pasó? — le pregunté.Carolina miró a Valentino y después a mí.— Coppola, uno de sus hombres me siguió, y no sabía a dónde ir, así que pensé en ti — me dijo.Yo asentí con la cabeza.— Aquí estarás bien, solo te pido que no hagas nada estúpido, y mantén al demonio encerrado — le pedí.Ella me miró mal, pero después asintió.*Al día siguiente, Carolina y Valentino bajaron a desayunar. Yo me estaba tomando un café y leía el diario. El pequeño se sentó a mi lado, me miró y después frunció el entrecejo.— ¿Por qué lo mataron? — Me preguntó Valentino. Yo miré el encabezado del diario y después miré a Carolina.— ¿Él sabe leer? — pregunté.Ella asintió y Valentino me sonrió.— Qué interesante — comenté.— Fabien, querido, veo que es verdad. Pequeño mío, ven y abraza a tu bisabuelo.Abue
Había dejado el asunto del hombre de Coppola para último momento, todo este lío, por ese pequeño demonio, se me estaba saliendo de las manos.Carolina entró a mi habitación, luciendo un hermoso y pequeño vestido. Yo miré con demasiada atención su escote, yo no lo recordaba así, se veía mucho más grande.— Te crecieron las tetas — le dije.Ella se tapó el escote con ambas manos.— Eres un cerdo — me contestó.Yo me encogí de hombros, ella era mi mujer, podía decirle este tipo de cosas.— Quiero follarte, hacerte gritar mi nombre, y meterme esos hermosos y grandes pechos a la boca — le dije.La cara de Carolina se puso roja, estaba cabreada.— No vas a volver a tocarme, jamás dejaré que un cerdo como tú, me ponga otra vez las manos encima — me dijo.Yo me acerqué a ella y la arrinconé en la pared, le di media vuelta, y pegué su rico culo en mi muy erecta polla.— Carolina, tú no puedes escapar de mí, eres mía — le dije al oído.Le metí la mano debajo de la falda del vestido, acariciando
Salí de la habitación en busca de Valentino. Él estaba en el jardín jugando con Jacob y Milo, así que me senté en el pasto a mirarlos. Viéndolo así, jugar tan despreocupado, pareciera que todo fuese normal. Ojalá y pronto pueda tener una vida tranquila junto a él. — ¡Que me dejes en paz, pequeño demonio! — gritó Jacob. Jacob ya no sabía qué hacer, o dónde poner a Valentino. Este enorme hombre estaba siendo intimidado por un niño de cuatro años. Esto era increíble de ver y muy gracioso. — Te juro, Carolina, que lo golpearé — me advirtió. Jacob sujetó a Valentino de las piernas; ahora él estaba suspendido en el aire. — ¡Ya me tiene harto! — dijo Jacob. Valentino estaba muerto de la risa, ¡qué niño más malvado! — Le gusta. Si quieres que se comporte, deberías intentar otra cosa — le sugerí. Jacob levantó más a Valentino y lo miró mal. — ¿Puedo tirarlo a la basura? — me preguntó. — No lo sé, creo que eso deberías discutirlo con Fabien — le dije con una sonrisa. Jacob puso mala
Fabien llegó entrada la noche, yo me acerqué a él de inmediato. Él me miró y puso mala cara; yo estaba segura de que algo había pasado.— ¿Todo está bien? — le pregunté.Él asintió con la cabeza.— Solo estoy un poco cansado — me dijo.Yo asentí con la cabeza. Fabien se dio la vuelta y empezó a subir las escaleras; yo me quedé allí mirándolo, indecisa sobre si decirle que Silvio estuvo aquí, ya que él se veía muy estresado. Respiré profundamente y fui tras él. Fabien ya estaba en el cuarto, quitándose algunas prendas.— Silvio estuvo aquí — Le dije. Él asintió y siguió quitándose las prendas.— Jacob ya me lo ha dicho — Me contestó. Yo me acerqué más y lo ayudé a quitarse la camisa; miré sus cicatrices en el pecho y presioné una que nunca había visto, esta estaba en el brazo.— De todas mis cicatrices, esa es la que más quiero — me dijo.Yo aparté la mano. Sabía por qué lo decía, así que no iba a caer.— ¿Qué ha pasado en estos años? ¿Por qué Silvio dijo que él era el líder? — le preg
Valentino entró a la habitación y nos quedó mirando, después se cruzó de brazos y frunció el entrecejo, era muy gracioso verlo de esa manera.— ¿Por qué tardaron tanto? ¿Qué estaban haciendo? — Nos preguntó de mal humor, se veía exactamente como se veía Fabien en estos momentos.Ambos se miraron, y yo empecé a reír. Estoy segura de que Fabien de pequeño era bastante gruñón.— ¿Qué le estabas haciendo a mi mamá? — le preguntó a Fabien.Fabien sonrió de medio lado.— Estábamos tratando de hacerte un hermanito, pero lo has arruinado; deberías irte y dejarnos solos un poco más — contestó Fabien.Valentino me quedó mirando.— Yo no quiero un hermanito — me dijo.Yo miré a Fabien y lo fulminé con la mirada; era el colmo que le dijera tal cosa.— Pero yo sí quiero hacerlo — contestó Fabien.Valentino volvió a mirarlo.— No, mi mamá es mía, no tuya — le dijo.Yo puse los ojos en blanco, estos dos eran tan iguales.— Es mi esposa, así que sí es mía, de mi propiedad — le contestó Fabien.Valent
Mi vida en estos días se ha reducido a Valentino. Ese niño está por todos lados, habla hasta por los codos. No puedo entender cómo Carolina se lo ha podido aguantar por tanto tiempo. Hasta Jacob ya estaba cansado de él. Yo respiré profundamente mientras íbamos rumbo a la fiesta de cumpleaños del hijo de Silvio. Aún no entiendo cómo pudo embaucarme para salirse con la suya. — ¿Puedo comer dulces? — Me preguntó mientras se sentaba en mis piernas. — No — le respondí. Él me miró con mala cara. Iba a tirarlo por la ventana del coche si seguía hablando. — ¿Puedo comer solo dos? — volvió a preguntar. Carolina empezó a reír. Yo no le veía lo gracioso al asunto. Valentino empezó a jalar mi corbata para que le prestara atención. — ¿Qué quieres? — le pregunté de mala gana. Él puso ojitos de perro regañado. — ¿No me quieres? — Me preguntó. Era increíble cómo manipulaba a las personas. — No — le respondí. Él se bajó de mis piernas y fue a las de su madre. Carolina me miró mal y después a
Miré a Silvio, que tenía mala cara; era obvio que la negociación no había salido como él quería. — ¿En qué quedó el trato con los rusos? — preguntó uno de los socios. Yo miré a Silvio; él me había insistido en querer tratar con Mikhail, así que lo dejé. — Estoy en conversaciones con él — respondió Silvio. Yo ya había hablado con Mikhail, y de petardo no bajó a Silvio. — Pues apresúrate, la mercancía ya necesita ser transportada — le dijo. Él asintió, y yo me reí un poco. Mikhail jamás dejaría que un cargamento pasara por su territorio sin antes obtener una muy buena comisión por eso. — ¿Puedes o no con el trabajo? — le preguntó otro socio más. — Claro que sí, solo necesito un par de días. El ruso es un poco complicado — nos dijo. Valentino llegó en esos momentos, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. — Ve con tu madre — le dije, y él negó; padre lo cargó. — No quiero, mami está sentada sola y es aburrido — se quejó. — Estoy ocupado, ve con ella y pórtate bien — le dije
Carolina estaba abrazando a Valentino con fuerza; ese pequeño demonio me estaba sonriendo, y su mamá preocupándose por él. Yo le guiñé un ojo y él sonrió mucho más ampliamente. Jacob me pasó dos pistolas; yo le entregué una a Carolina y me quedé con la otra. — ¿Y a mí no me van a dar una? — preguntó el demonio. Carolina le dio un golpe al pequeño y este me miró con rabia. — Cuando cumplas 6 te enseño a usar una — le prometí. Él sonrió, y Carolina me miró con mala cara. — No le enseñarás nada de eso a mi hijo; es un niño — me dijo. Él se cruzó de brazos e hizo un puchero de rabia. Miré hacia atrás y los coches estaban aún más cerca. — ¡Acelera, Jacob, se están acercando! — le grité. Miré hacia atrás y estaban a un par de metros de nosotros. — A mí nunca me quieren dar nada — se quejó Valentino. Saqué la navaja que me había regalado padre y se la di a él. — ¿Estás loco? Él puede hacerse daño con eso — me dijo Carolina. Carolina le quitó la navaja y me la lanzó. — Él tiene qu