Fabien llegó entrada la noche, yo me acerqué a él de inmediato. Él me miró y puso mala cara; yo estaba segura de que algo había pasado.— ¿Todo está bien? — le pregunté.Él asintió con la cabeza.— Solo estoy un poco cansado — me dijo.Yo asentí con la cabeza. Fabien se dio la vuelta y empezó a subir las escaleras; yo me quedé allí mirándolo, indecisa sobre si decirle que Silvio estuvo aquí, ya que él se veía muy estresado. Respiré profundamente y fui tras él. Fabien ya estaba en el cuarto, quitándose algunas prendas.— Silvio estuvo aquí — Le dije. Él asintió y siguió quitándose las prendas.— Jacob ya me lo ha dicho — Me contestó. Yo me acerqué más y lo ayudé a quitarse la camisa; miré sus cicatrices en el pecho y presioné una que nunca había visto, esta estaba en el brazo.— De todas mis cicatrices, esa es la que más quiero — me dijo.Yo aparté la mano. Sabía por qué lo decía, así que no iba a caer.— ¿Qué ha pasado en estos años? ¿Por qué Silvio dijo que él era el líder? — le preg
Valentino entró a la habitación y nos quedó mirando, después se cruzó de brazos y frunció el entrecejo, era muy gracioso verlo de esa manera.— ¿Por qué tardaron tanto? ¿Qué estaban haciendo? — Nos preguntó de mal humor, se veía exactamente como se veía Fabien en estos momentos.Ambos se miraron, y yo empecé a reír. Estoy segura de que Fabien de pequeño era bastante gruñón.— ¿Qué le estabas haciendo a mi mamá? — le preguntó a Fabien.Fabien sonrió de medio lado.— Estábamos tratando de hacerte un hermanito, pero lo has arruinado; deberías irte y dejarnos solos un poco más — contestó Fabien.Valentino me quedó mirando.— Yo no quiero un hermanito — me dijo.Yo miré a Fabien y lo fulminé con la mirada; era el colmo que le dijera tal cosa.— Pero yo sí quiero hacerlo — contestó Fabien.Valentino volvió a mirarlo.— No, mi mamá es mía, no tuya — le dijo.Yo puse los ojos en blanco, estos dos eran tan iguales.— Es mi esposa, así que sí es mía, de mi propiedad — le contestó Fabien.Valent
Mi vida en estos días se ha reducido a Valentino. Ese niño está por todos lados, habla hasta por los codos. No puedo entender cómo Carolina se lo ha podido aguantar por tanto tiempo. Hasta Jacob ya estaba cansado de él. Yo respiré profundamente mientras íbamos rumbo a la fiesta de cumpleaños del hijo de Silvio. Aún no entiendo cómo pudo embaucarme para salirse con la suya. — ¿Puedo comer dulces? — Me preguntó mientras se sentaba en mis piernas. — No — le respondí. Él me miró con mala cara. Iba a tirarlo por la ventana del coche si seguía hablando. — ¿Puedo comer solo dos? — volvió a preguntar. Carolina empezó a reír. Yo no le veía lo gracioso al asunto. Valentino empezó a jalar mi corbata para que le prestara atención. — ¿Qué quieres? — le pregunté de mala gana. Él puso ojitos de perro regañado. — ¿No me quieres? — Me preguntó. Era increíble cómo manipulaba a las personas. — No — le respondí. Él se bajó de mis piernas y fue a las de su madre. Carolina me miró mal y después a
Miré a Silvio, que tenía mala cara; era obvio que la negociación no había salido como él quería. — ¿En qué quedó el trato con los rusos? — preguntó uno de los socios. Yo miré a Silvio; él me había insistido en querer tratar con Mikhail, así que lo dejé. — Estoy en conversaciones con él — respondió Silvio. Yo ya había hablado con Mikhail, y de petardo no bajó a Silvio. — Pues apresúrate, la mercancía ya necesita ser transportada — le dijo. Él asintió, y yo me reí un poco. Mikhail jamás dejaría que un cargamento pasara por su territorio sin antes obtener una muy buena comisión por eso. — ¿Puedes o no con el trabajo? — le preguntó otro socio más. — Claro que sí, solo necesito un par de días. El ruso es un poco complicado — nos dijo. Valentino llegó en esos momentos, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. — Ve con tu madre — le dije, y él negó; padre lo cargó. — No quiero, mami está sentada sola y es aburrido — se quejó. — Estoy ocupado, ve con ella y pórtate bien — le dije
Carolina estaba abrazando a Valentino con fuerza; ese pequeño demonio me estaba sonriendo, y su mamá preocupándose por él. Yo le guiñé un ojo y él sonrió mucho más ampliamente. Jacob me pasó dos pistolas; yo le entregué una a Carolina y me quedé con la otra. — ¿Y a mí no me van a dar una? — preguntó el demonio. Carolina le dio un golpe al pequeño y este me miró con rabia. — Cuando cumplas 6 te enseño a usar una — le prometí. Él sonrió, y Carolina me miró con mala cara. — No le enseñarás nada de eso a mi hijo; es un niño — me dijo. Él se cruzó de brazos e hizo un puchero de rabia. Miré hacia atrás y los coches estaban aún más cerca. — ¡Acelera, Jacob, se están acercando! — le grité. Miré hacia atrás y estaban a un par de metros de nosotros. — A mí nunca me quieren dar nada — se quejó Valentino. Saqué la navaja que me había regalado padre y se la di a él. — ¿Estás loco? Él puede hacerse daño con eso — me dijo Carolina. Carolina le quitó la navaja y me la lanzó. — Él tiene qu
Apenas llegamos a la casa, Piero ya se encontraba allí. Me acerqué a él. Quería llorar, necesitaba consuelo, pero me aguanté.— No te preocupes, traeré a mi nieto y a mi hijo sanos y salvos — me aseguró.Yo respiré profundamente.— Quiero ir contigo, quiero matarlo yo con mis propias manos — le dije.Piero nego con la cabeza.— No te preocupes, pequeña, él morirá, y serás tú quien lo asesine — me dijo.Yo asentí. Eso era lo que necesitaba escuchar. Ya estaba cansada de ser la damisela en apuros. Hoy me iba a convertir en el demonio que todos esperaban.— ¿Saben dónde están? — pregunté.Piero y Jacob asintieron de inmediato.— Tranquila, Fabien cuidará al pequeño con su vida — me dijo Piero.Estaba demasiado intranquila. Quería a Fabien de vuelta también. Ambos me estaban preocupando demasiado.— Quiero ir con ustedes — le dije a Piero.Él negó con la cabeza otra vez.— Tendrás a Coppola, pero no irás con nosotros. Es peligroso — me dijo.Yo negué con la cabeza energéticamente. Yo iría
William atendió mi herida rápidamente. Carolina no se despegó de mí ni por un momento, y Valentino no paraba de preguntarle a William cómo podía él hacer ese tipo de sutura. Me gusta la idea de que le guste este campo; es bastante útil. — ¿Puedo hacerlo yo? — le preguntó Valentino a William. — Cuando tengas seis años, te enseñaré — le aseguré. Los ojos de Valentino brillaron de emoción, y su madre no se veía para nada contenta. — Creo que con esto es más que suficiente. No hagas ningún tipo de esfuerzo, o se reventarán los puntos y dolerá el doble — me advirtió William. Yo asentí y me levanté. Valentino levantó los brazos para que lo cargara, y así lo hice. — ¿Escuchaste lo que dijo William? — me regañó Carolina, quitándome al niño de los brazos. — Lo hice, pero Valentino no pesa mucho, así que no es ningún esfuerzo para mí levantarlo — le respondí. Carolina me miró muy mal. — Eres un imprudente, solo quédate quieto — me dijo. Yo bajé la cabeza y le di un beso. Esta mujer me
UNA SEMANA DESPUÉS. Carolina me tenía como un prisionero en la habitación. Ni siquiera mi padre se había atrevido a tanto, pero ella insistía cada vez que yo quería salir. Me daba un sermón, y no contenta con eso, ponía al pequeño demonio a vigilarme. — Tráeme algo de agua — le pedí a Valentino, que estaba tumbado en el suelo jugando con varios juguetes. Él negó con la cabeza de inmediato. — Entonces iré yo a buscarla — le dije. El pequeño se levantó de mala gana y salió de la habitación. Yo me levanté de la cama y llamé a Jacob. — Ten todo preparado para hoy — le pedí. — Todo está preparado desde hace días — me contestó. Colgué y salí de la habitación. Cuando iba bajando las escaleras, Valentino las subía con un vaso de agua en la mano. — Le diré a mami que te levantaste — me amenazó. Me encogí de hombros y seguí bajando las escaleras. Carolina apareció frente a mí, se veía cabreada. — Ya he descansado suficiente, vámonos — le dije. — ¿Irnos donde? — preguntó. Terminé de