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Me levanté del sofá y caminé de un lado a otro, el niño me estaba viendo. Me detuve y lo miré por milésima vez. ¡Carajo! Volví a caminar. Esto era algo que no podía manejar. Me detuve y lo volví a ver. ¡Maldición! ¿Y qué hacía ahora? ¿Cómo se supone que debo actuar con él? Ni siquiera me gustan los niños. Aún no entiendo por qué Carolina decidió tener a este pequeño ser.

— Papi, deja de caminar, me estás mareando — me pidió.

¿Papi? Este niño era igual de confiado que su madre. No puedo creer que ella lo esté criando así. ¿Acaso está loca?

— ¿Cómo sabes que soy tu papá? — El me miró y después puso los ojos en blanco. Yo me sentí un imbécil. Jamás me había sentido como un imbécil.

— Tú te pareces a mí, y te dio miedo cuando me conociste, casi te desmayas cuando me viste, y mi mamá mencionó una vez tu nombre — me contestó.

¿Miedo? Carajo, es cierto. Yo le tenía miedo a una cosa de medio metro.

— ¿Entonces, es tu papá o no? — Preguntó la chica. El niño la miró, y ella se quedó en silenci
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