Me mira una última vez antes de largarse. No lo impido, aún estoy analizando todas sus palabras. Sam no puede estar enamorado de mí, y aunque así fuera, lo saqué de mi vida y no tengo forma de recuperarlo. Además, estoy muy confundida y Aiden también me ha hecho sentir cosas y sé que yo le he hecho sentir cosas a él, y no quiero perderlo también; es irónico.
Lo único que hemos compartido son gemidos, sudor y sexo y ya lo considero alguien en mi vida. Puede que no sea la persona más indicada para mí, pero es la que me atrae.
Aunque también me ha dicho que no soy su tipo, no es que me importe, pero duele que me tenga en tan baja consideración. Puede que no sea la mejor persona, y sí, tiendo a utilizar a los demás en mi beneficio. Pero quién coño se cree él para restregarme sin apenas conocerme.
Lo único que ha hecho desde que me conoció ha sido criticarme y burlarse de mí.
Me obligo a permanecer sentada, apretando el cojín contra el regazo mientras todo lo que
Aiden me suelta y mis pies tocan la moqueta de nuevo. Me pasa un brazo por la espalda, pegándome a él; su cercanía alivia mis demonios mientras sollozo sin parar. Los tacones de Alyssa y Amanda nos persiguen mientras paso por la puerta. Cuando Aiden intenta apartarse de mí, lo agarro más fuerte. Ahora mismo es lo único que hace que me mantenga en pie.Me siento en el suelo y escondo la cara entre las rodillas, estoy demasiado ida y mi mente no está razonando con normalidad. Sólo quiero salir ahí de nuevo y gritarle a Sam todo lo que tengo que decirle, pero sé que es imposible y no van a dejarme salir.Alyssa y Amanda se sientan en la cama mientras Alyssa llora en su hombro con desesperación; he metido la pata hasta el fondo y más allá.La atmósfera de la habitación es un cóctel molotov de sensaciones distintas y parece a punto de explotar en cualquier momento: Alyssa llora, yo lloro, Aiden parece a punto de un ataque de nervios y Amanda aún sigue analizando la situ
Abro la puerta con cuidado de no hacer ruido y me quito los tacones para que no resuenen. Son las siete de la mañana y dudo que estén despiertos a esta hora y un sábado.Entro de puntillas y cierro con suavidad.—¿Qué horas son estas de llegar? —pregunta Elizabeth en tono brusco. Su voz me retumba en la cabeza y me da una punzada de dolor en la sien. Tengo ese familiar tufo a alcohol y suerte que no estuve cerca de la hierba—. Te estoy hablando —añade en voz más alta.Joder. No estoy preparada para un sermón a estas horas de la mañana y mucho menos de ella. Ahora mismo sólo quiero deshacerme de esta ropa y meterme en la cama.—Joder, no grites —murmuro. Tiro los zapatos al suelo y me froto las sienes—, sólo son las siete de la mañana.Me doy la vuelta y Elizabeth me sigue los ojos entrecerrados y los brazos cruzados sobre el pecho. Está enfadada, muy enfadada y me observa despectiva. Sé lo que está pensado.¿Por qué soy así?—Te fuiste ayer
—¡Bennet! —brama la voz de Jerry. El monitor de kinboxing de la universidad. Hoy me está pegando una paliza delante de todos mis compañeros. Es un cabrón de mucho cuidado—. ¡Levántate y pelea! —grita de nuevo.Casi no puedo con el alma. Hoy la ha tomado conmigo por decir que es un capullo y que le gusta hacernos sufrir. Así que ahora estoy tirada en el suelo del ring mientras intento recuperar el aliento.No sé en qué estaba pensando cuando me apunté a esta tortura, pero tenía que elegir una actividad deportiva y esta me pareció la más atractiva.—Podrías darme una cita y no una paliza —jadeo desde el suelo.Jerry debe de rondar los cuarenta, pero está de maravilla y no los aparenta. Es muy atractivo para tener la edad que tiene. Creo que la mitad de las chicas que están aquí es por el monitor y no el deporte.Mis compañeros se ríen por mi broma mala y Jerry me dedica una sonrisita condescendiente. Me levanto como puedo y apoyo las manos en las rodillas
Su nuez se mueve con dificultad cuando me pongo de rodillas y le bajo los pantalones con el bóxer incluido. Su mirada me suplica que no me detenga y no yo pierdo el tiempo cuando lo tomo en la mano y me lo meto en la boca sin miramientos.Suspira aliviado cuando chupo y succiono con fuerza. Tomo con la mano lo que no me cabe en la boca y comienzo a dar pequeñas caladas de él. Es una maravilla verlo tan perdido en el placer que mi boca le proporciona, y yo estoy encantada de dárselo.Gime cuando la saco y trazo círculos lentos sobre la punta con la lengua.—Joder, Becca —gruñe, tensando la mandíbula.Apoyo la mano que me queda libre sobre su muslo para mantener el equilibrio mientras su mirada se posa en la mía y yo pestañeo con inocencia, volviendo a meterme su pene en la boca y pasando la lengua con suavidad.Gime y me parece verlo poner los ojos en blanco.Es la primera vez que hago esto con él y compruebo que le pone que lo mire mientras se la
Aún no puedo creerme lo que acaba de decirme. Lo ha dicho sin más: ¿Suya? Rebotan en mi cabeza y aumentan mi enfado a unas dimensiones extremas. No soy una posesión ni nada parecido.La rotundidad y firmeza de su voz hace que la sangre me hierva y rechine los dientes.—Yo no soy tuya —le espeto con los dientes apretados. Me clavo las uñas en la palma de la mano e intento contener mi respiración. Su expresión es petulante y burlona—. Jamás voy a ser tuya, ni de nadie. No soy un objeto y mucho menos una posesión —digo con énfasis.Su gesto se vuelve indescifrable y camina hacia mí mientras yo retrocedo hasta que mi espalda toca la pared, quedándome sin espacio para separarnos. En segundos compartimos el mismo aire.Hace acto de presencia esa sonrisa arrogante que me saca de quicio. Intento calmar mi respiración, el pulso que amenaza con reventarme las venas. Me obligo a devolverle la sonrisa de suficiencia, haciendo que me recorra un escalofrío cuando posa una
Frunzo los labios a un lado y me los humedezco con lentitud.—Podrías ayudarme con la mudanza..., es decir, si puedes llevarme a mi casa a recoger mis cosas para poder mudarme a mi nuevo apartamento. Quiero largarme ya —reconozco, dejándome caer sobre el asiento.—Claro. Parece que no soy el único que huye de su casa por no soportar a sus progenitores —canturrea con una sonrisa irónica.Me río entre dientes y le doy un codazo amistoso en el brazo, lo que consigue hacerlo reír de ese modo despreocupado en el que parece más joven. Yo también me río entre dientes. Sin embargo, sus palabras me dejan pensando en lo referente a su familia, en que también parece haber huido de su casa...Por lo visto, nos parecemos mucho más de lo que pensaba.Pongo la radio mientras observo la ciudad por la ventanilla. Es un día de esos nublados y grises... como yo hace cinco minutos, pero Aiden siempre consigue que me olvide de las cosas. Cuando estoy con él las punzadas en
El tono de llamada de mi móvil me saca del trance en el que me había sumergido. Palpo los bolsillos y lo saco a toda prisa; casi se me cae dos veces. Por acto reflejo aprieto los dientes cuando el nombre de Sam aparece en la pantalla. Rechazo la llamada sin pensármelo dos veces.No pienso volver a hablar con él nunca más. No merece la pena perder el tiempo con alguien como Sam, y mucho menos voy a dejar que siga incrustándose en cada poro de mi piel, porque no se lo merece.Aiden me mira por el rabillo del ojo, enarcando una ceja. Me cruzo de brazos e imito su expresión de curiosidad.—¿Podemos ir ya a mí casa? —pregunto.—Ahora vamos —me responde con una sonrisa burlona.Creo que se esperaba mi respuesta porque media hora después estaciona en una zona delante de mí casa, justo en el hueco donde debería estar el Mustang de Elizabeth. Aiden mira la casa por la ventanilla del coche con la boca entreabierta, como si estuviera flipando por la casa donde he
El viaje no ha sido precisamente lo que se dice animado, es decir, que he tenido a Aiden totalmente fuera de combate. Lo único que he recibido por su parte son caras largas y risas huecas ante mis pésimos intentos de bromear.No ha dejado de llover ni por un sólo segundo y eso comienza a tocarme las narices. Ahora comprendo que el invierno en Chicago debe ser un infierno. Londres es una ciudad fría todo el año, pero esto es una lluvia constante.Aiden aparca en un hueco cerca del edificio y apaga el coche, pero ninguno se decide a decir la primera palabra, así que soy yo quien me planteo salir del vehículo para cortar así el incómodo silencio.Saco la bolsa de lona del maletero y decido dejar las maletas para cuando pare de llover. Cuando entramos en el vestíbulo principal estoy tiritando de frío mientras doy saltitos en el sitio. Estoy empapada de pies a cabeza y la ropa se me pega al cuerpo de manera muy incómoda.Definitivamente, odio la lluvia y todas las