—¡Venga ya! —exclamo entre carcajadas, limpiándome las lágrimas de la risa—. Ya hemos pasado lo peor y ni siquiera me has invitado a una cita. Hemos hecho un montón de cosas, sexualmente hablando, y nos conocemos desde hace tres meses —prosigo, intentando no reírme y mantener la compostura.
—¡No me has dado tiempo! —contraataca. Se frota la nuca y me mira con escepticismo—. Es decir, ayer no tenía previsto que pasara lo que pasó. No me diste tiempo de reacción, prácticamente me vio... —no acaba la frase.
Cierra la boca en cuanto la sonrisa se esfuma de mi cara. Me mira por el rabillo del ojo y se pasa la mano por el pelo.
Esta noche está metiendo la pata más que los aciertos. No puedo soportar la palabra, ni las comparaciones, nada que pueda recordarme a eso. Aprieto los puños contra los costados y exhalo un suspiro, intentando calmarme. Si tan desagradable le resultó podría haberme parado cuando hubiera querido o no haberse presentado en mi apartamento a las tres
Papá se sentó a mi lado al piano, sonriéndome con admiración cuando terminé la pieza. Miré como sus dedos hábiles seguían por mí cuando no sabía más.Papá tocaba muy bien el piano y decía que yo también tocaba muy bien, también decía que era una niña muy inteligente y que aprendía muy rápido.Me gustaba queme dijera cosas buenas; ese día parecía contento. Yo también estaba contenta,mamá no había aparecido todavía.Los ojos de papá parecían cansados, pero me sonreía igual, acariciándome la mejilla.—¿Quieres aprender otra pieza? —preguntó.Asentí con la cabeza y sonrió. No solía ser muy habladora;me daba vergüenza decir algo mal y que la gente se riera de mí.Mamá siempre había dicho que callada estaba mejor.—¿Algo de Beethoven? —inquirió.Beethoven era mi favorito. Su música era triste y llena de melancolía, sin embargo, papá se pondría triste y quería que sigui
Si no estuviera sentada me caería de culo contra el suelo. Tengo la tentación de levantarme y dejarme caer. El aire se me atasca en los pulmones y mi pecho se vuelve pesado, como si no pudiera sostenerlo en mi cuerpo.Sam se enamoró, alguien conquistó su corazón rebelde y oscuro. Las preguntas se forman sin poder controlarlas: ¿Quién es ella? ¿La conozco? ¿Cuándo se conocieron? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuántos años tiene? ¿Sigue enamorado de ella?Es como si la cabeza fuera a explotarme, siento unos punzantes pinchazos en las sienes. Levanto la vista de golpe y la clavo en Sam, que sigue de pie y mirándome. Debo de tener una cara de sorpresa poco disimulada, ya que su expresión no deja de ser neutral, rozando la dureza.No parece que le haga mucha gracia admitir que se enamoró de alguien.Se encoge de hombros y se mordisquea el labio inferior con persistencia. Sigo sin poder decir nada, formando más y más preguntas. Se supone que no debería tener esa cara cuando es
La luz entra a raudales por la ventana, despertándome. Me estiro en la cama y tanteo con la mano en busca de Sam, pero no hay nadie. No recuerdo como llegué a la cama anoche. Lo último que recuerdo fue dormirme en el regazo de Sam mientras tocaba el piano; lo tocaba sólo para mí.El recuerdo hace que una sonrisa se forme en mi rostro y me desperece por completo. Ruedo hasta el otro lado de la cama y miro por el ventanal, el sol brilla y no hay ni una nube en el cielo; las vistas a pleno día son una pasada. Tenía razón cuando decía que levantarse por las mañanas y contemplar la inmensidad de la ciudad debe de ser de lo más agradable. Pero me hubiera gustado que Sam siguiera a mi lado.«¿Dónde se habrá metido?» Me levanto de la cama y me tomo un minuto para escuchar algún ruido, pero no se oye nada. Arrastro los pies por el pasillo y miro hacia el salón, pero tampoco hay nadie.Me detengo cuando me lo encuentro abriendo la nevera y segundos después sacar una jarra de
Me despierto con una sensación caliente en mi vientre, como algo placentero se extiende por mi sexo, ya más que húmedo por la sensación. Inconscientemente, me muerdo el labio inferior a la vez que un gemido de placer se me escapa entre dientes.Mi cabeza aún no ha asimilado la situación. Sin embargo, mi cuerpo comienza a menearse hacia delante de manera instintiva y cuando mis caderas dan hacia atrás, mi trasero choca contra un bulto duro que consigue hacerme gemir de nuevo.—Buenos días —murmura una voz ronca en mi oído.—Hoy te has levantado juguetón —ronroneo. Ahora más consciente de la situación, soy yo la que cuelo las manos bajo el edredón, cogiendo la mano que me está dando placer a tan tempranas horas, con los dedos hundidos en mi coño y moviéndolos dentro y fuera con lentitud—. Yo también quiero jugar...Se ríe entre dientes cuando saco su mano de mi entrepierna y me doy la vuelta con dificultad, encontrándome de lleno con unos esplendidos ojos avell
Sin dirigirme ni tan siquiera una mirada, se encamina por el pasillo hasta la puerta del final. Lo sigo con pasos firmes, pero sin tener ni idea de que decirle. Cómo voy a explicarle que esto qué narices hayamos estado compartiendo debe terminar ahora y para siempre; que sólo podemos ser amigos...Ni yo misma creo que únicamente podamos ser amigos.Me abre la puerta de su habitación y me indica con una mirada rápida que entre, obedezco y me adentro en el cuarto. Me sigue y cierra la puerta detrás de él. Aiden se queda junto a ella, con los brazos cruzados y la expresión ceñuda. Suspiro profundamente y le sostengo la mirada por un par de segundos, hasta que se me hace imposible hacerlo y cierro los ojos para intentar concentrarme en lo que debo decir, no en los recuerdos que están inundando mi mente.Me he pasado demasiado tiempo en esta misma habitación en la que ahora mismo debo decirle que lo nuestro debe terminar, y eso también significa dejar de ser amigos... d
El timbre suena, haciendo así que abra los ojos con pesadez. Aiden aún sigue sobre mí, sus caderas reposan contra las mías mientras le acaricio el cabello con suavidad.Levanto la cabeza, intentando mantener los ojos abiertos.—Joder —farfulla.—Normas sociales —lo pincho.Exhala un largo suspiro mientras me río con pesadez. No tengo fuerzas ni para reírme. Sin embargo, su cara de irritación es tan cómica que no puedo evitarlo. Frunzo los labios y lo miro con superioridad. Pone los ojos en blanco cuando se levanta, se viste a toda prisa antes de salir de la habitación con rapidez.No tengo ni idea de lo que acaba de pasar, pero tengo que admitir que lo deseaba mucho más de lo que debería, y lo he disfrutado demasiado. No obstante, hay una pequeña punzada de dolor que atraviesa mi caja torácica al saber que he vuelto a cagarla con respecto a Sam.Mi problema es... que realmente no me comprendo. Estoy segura de amar a Sam, pero pierdo la razón cuand
Conduce demasiado rápido y tengo la sensación de que nos vamos a chocar contra algún otro coche. No me atrevo a hablar con por miedo a su reacción y estoy empezando a acojonarme de verdad. Tiene los nudillos blancos de apretar el volante y la mirada clavada en la carretera.Me paso las manos por la cara e intento no saltar y empezar a gritarle por su forma temeraria de conducir. Comienzo a morderme las cutículas de las uñas cuando se salta un par de semáforos y algunos flashes brillan; este mes tendrá un par de multas en el buzón por exceso de velocidad.Pero pierdo los estribos por completo cuando empieza a maldecir entre dientes.—¡¿Pero a ti qué te pasa?! —le espeto.Me mira de reojo y me fulmina con la mirada. Su respiración aún está agitada por la pelea con Aiden y su mirada es fría y agresiva a la vez. Aiden se llevó la peor parte y Sam sólo un labio partido. Estoy muy enfadada con Sam por haberle pegado a Aiden, pero aún estoy más enfadada con este últ
¿Por qué decir que mi vida era perfecta si no diría más que mentiras? A diferencia de los demás, tuve una infancia más difícil, como yo diría, más jodida.No creo que me lo mereciera, pero no se elige donde se nace. Supongo que tendré que vivir con las decisiones de mis padres; dado que con cinco años no está en tus planes que la alcohólica de tu madre decida desaparecer de tu vida.Todo lo que ocurre en la infancia te deja una huella imborrable, te define como persona, para bien o para mal. Buscas siempre la aceptación de los demás y por ello mientes, mientes una y otra vez con tal de no ser juzgada por los errores de otros.Y a pesar de tus esfuerzos, la vida vuelve a darte en la cara con su mejor golpe, haciendo que pierdas a la única persona que te quedaba en el mundo.Ese fue mi caso, y, cuando descubrí que ser una chica buena no servía para nada.Los cambios siempre dicen que son para bien, sin embargo, tuve que regresar a Londres, con mi abuela.