Aún no puedo creerme lo que acaba de decirme. Lo ha dicho sin más: ¿Suya? Rebotan en mi cabeza y aumentan mi enfado a unas dimensiones extremas. No soy una posesión ni nada parecido.
La rotundidad y firmeza de su voz hace que la sangre me hierva y rechine los dientes.
—Yo no soy tuya —le espeto con los dientes apretados. Me clavo las uñas en la palma de la mano e intento contener mi respiración. Su expresión es petulante y burlona—. Jamás voy a ser tuya, ni de nadie. No soy un objeto y mucho menos una posesión —digo con énfasis.
Su gesto se vuelve indescifrable y camina hacia mí mientras yo retrocedo hasta que mi espalda toca la pared, quedándome sin espacio para separarnos. En segundos compartimos el mismo aire.
Hace acto de presencia esa sonrisa arrogante que me saca de quicio. Intento calmar mi respiración, el pulso que amenaza con reventarme las venas. Me obligo a devolverle la sonrisa de suficiencia, haciendo que me recorra un escalofrío cuando posa una
Frunzo los labios a un lado y me los humedezco con lentitud.—Podrías ayudarme con la mudanza..., es decir, si puedes llevarme a mi casa a recoger mis cosas para poder mudarme a mi nuevo apartamento. Quiero largarme ya —reconozco, dejándome caer sobre el asiento.—Claro. Parece que no soy el único que huye de su casa por no soportar a sus progenitores —canturrea con una sonrisa irónica.Me río entre dientes y le doy un codazo amistoso en el brazo, lo que consigue hacerlo reír de ese modo despreocupado en el que parece más joven. Yo también me río entre dientes. Sin embargo, sus palabras me dejan pensando en lo referente a su familia, en que también parece haber huido de su casa...Por lo visto, nos parecemos mucho más de lo que pensaba.Pongo la radio mientras observo la ciudad por la ventanilla. Es un día de esos nublados y grises... como yo hace cinco minutos, pero Aiden siempre consigue que me olvide de las cosas. Cuando estoy con él las punzadas en
El tono de llamada de mi móvil me saca del trance en el que me había sumergido. Palpo los bolsillos y lo saco a toda prisa; casi se me cae dos veces. Por acto reflejo aprieto los dientes cuando el nombre de Sam aparece en la pantalla. Rechazo la llamada sin pensármelo dos veces.No pienso volver a hablar con él nunca más. No merece la pena perder el tiempo con alguien como Sam, y mucho menos voy a dejar que siga incrustándose en cada poro de mi piel, porque no se lo merece.Aiden me mira por el rabillo del ojo, enarcando una ceja. Me cruzo de brazos e imito su expresión de curiosidad.—¿Podemos ir ya a mí casa? —pregunto.—Ahora vamos —me responde con una sonrisa burlona.Creo que se esperaba mi respuesta porque media hora después estaciona en una zona delante de mí casa, justo en el hueco donde debería estar el Mustang de Elizabeth. Aiden mira la casa por la ventanilla del coche con la boca entreabierta, como si estuviera flipando por la casa donde he
El viaje no ha sido precisamente lo que se dice animado, es decir, que he tenido a Aiden totalmente fuera de combate. Lo único que he recibido por su parte son caras largas y risas huecas ante mis pésimos intentos de bromear.No ha dejado de llover ni por un sólo segundo y eso comienza a tocarme las narices. Ahora comprendo que el invierno en Chicago debe ser un infierno. Londres es una ciudad fría todo el año, pero esto es una lluvia constante.Aiden aparca en un hueco cerca del edificio y apaga el coche, pero ninguno se decide a decir la primera palabra, así que soy yo quien me planteo salir del vehículo para cortar así el incómodo silencio.Saco la bolsa de lona del maletero y decido dejar las maletas para cuando pare de llover. Cuando entramos en el vestíbulo principal estoy tiritando de frío mientras doy saltitos en el sitio. Estoy empapada de pies a cabeza y la ropa se me pega al cuerpo de manera muy incómoda.Definitivamente, odio la lluvia y todas las
La risa tonta de una chica y el ruido de bolsas. Dios mío... Nuestras miradas se cruzan un instante, sus ojos divertidos me inspeccionan y me saluda con una sonrisa, consiguiendo que las mejillas me ardan por la vergüenza. Al instante, hundo la cara en el pecho de Aiden, muerta de la vergüenza mientras intento taparnos con la manta a ambos.Me rodea la cintura con los brazos en una especie de abrazo mientras intenta no reírse, pero no lo consigue y estalla en sonoras carcajadas. Yo sólo puedo pensar que la tía ha sido muy oportuna...—Joder, Mery. Podrías haberme mandado un mensaje —dice Aiden entre carcajadas.—Y tú podrías haberme llamado diciendo que estabas ocupado —replica en el mismo tono cínico.Oigo de nuevo las risitas de Mery y Aiden, sólo puedo pensar que esto no es normal, y quiero que la tierra me trague ahora mismo. Pero me siento incapaz de moverme un centímetro.Mis mejillas están al rojo vivo mientras ellos se ríen y conversan tan tranq
Cuando vuelvo al salón me encuentro a Mery con un bol de palomitas en una mano y el móvil en la otra. Deslizo la mirada hacia la mesita de centro repleta de bebidas, helado y chocolate, mucho chocolate.Mery me sonríe mientras se mete un puñado de palomitas en la boca.—¿Qué necesitas? —pregunto con suavidad.—Tu colaboración, dado que el cabrón de mi novio me ha dejado y estoy de bajón. Aparte, hace un día de mierda, así que he pensado en atiborrarme a comida basura y ver películas románticas y ñoñas —explica mientras se tumba en el sofá con dejadez.La miro con sorpresa y algo confundida. Si he entendido bien acaba de decirme que su novio la ha dejado y está deprimida. Cualquiera lo pensaría... está totalmente compuesta y riéndose por cualquier tontería, así que tengo dos hipótesis: no le importa demasiado o es una gran actriz y sabe camuflar su dolor.Opto por la primera, me da la sensación de que le importa un comino.—Okey —murmuro
Me cuesta centrarme en la peli, porque no hago más que mirar en la dirección equivocada. Mi mirada se traslada a Sam sin darse cuenta. Tiene los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada fija en la televisión, como si de verdad le interesara la maldita comedia de los cojones.Ni siquiera sé porque me enfado, pero lo estoy haciendo y me siento ridícula. No entiendo por qué no se ha ido aún. Pensaba que sólo quería desafiarme y en cuanto viera que no tiene ningún efecto sobre mí se iría, pero no, aquí sigue, tan jodidamente provocador y cabezota como de costumbre.Aiden me da un suave apretón en la rodilla para captar mi atención. Desvío la mirada de Sam con rapidez y lo miro con cara de póquer. Frunce el ceño y se encoge de hombros con irritación mientras que yo enarco una ceja, negando levemente con la cabeza a modo de respuesta.Por una milésima de segundo parece molesto, pero lo camufla con una rápida desviación de la mirada.Está claro que no voy a
Me doy la vuelta y miro a Sam, que para mi sorpresa no nos presta demasiada atención. Casi me choco con su pecho, pero antes de eso me sujeta por el brazo mientras guarda el móvil en el bolsillo trasero. A pesar de que me está tocando a través de la manga de la chaqueta, consigue que me ponga nerviosa y que el corazón me palpite a mil por hora. Me deshago de su suave agarre antes de desmayarme y me despido de Aiden con un gesto rápido de la mano.Sam me sigue un par de centímetros detrás de mí mientras caminamos hacia el ascensor. Suspiro con dramatismo mientras esperamos a que llegue el dichoso ascensor. No me puedo creer que por su culpa tenga que volver a esa casa...Un incómodo silencio se instala entre nosotros.—A él no le pegas como a mí..., porque creo que hizo lo mismo que yo esta mañana —musita.—No, porque él no se lo merece —replico cuando lo miro de reojo. Tiene las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta mientras se balancea sobre los talo
—Becca, despierta —susurra una voz.—Mmm, déjame en paz —farfullo.Oigo una risa que me resulta familiar y luego como se abre una puerta. Abro un ojo al instante, estoy un poco desorientada y la cabeza me palpita con insistencia. No tardo en ubicarme y saber que aún estoy en el coche con Sam. Una ráfaga helada hace que tiemble, provocando que me encoja aún más. Cierro los ojos en cuanto Sam entra en mi campo de visión.Sus fuertes brazos me levantan, recogiéndome. Hundo la cara en su pecho y me acurruco lo máximo posible a su calor. Me lleva como si no pesara nada mientras yo disfruto de su proximidad como la cabrona que soy; se está tan bien que no me movería de aquí jamás.El ruido del timbre me perfora los oídos, haciendo que gruña. Vuelvo a sentir de nuevo los movimientos de Sam caminando y como sube un par de escaleras.—¿Qué le pasa? —pregunta la irritante voz de Elizabeth.Escucho pasos rápidos y luego sé que estoy en casa por el repentino