CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN
CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN
Por: Jeda Clavo
Capítulo 1: Un hombre imperfecto.

Tarah O'Kelly

—Señorita Tarah, usted ha sido designada para el traslado de los invitados a la isla donde se celebrará la boda de la hija del señor Alexis Kontos —pronunció mi jefa con seriedad.

Aunque todas mis compañeras habían esperado ser designadas, yo no, por eso no pude evitar oponerme.

—Pero ¿Por qué yo? Ya estaba destinada para el vuelo de Berlín —protesté.

Me molestaba tener que lidiar con un montón de gente rica, snob, que se creían un regalo para la humanidad, esa tarea sería demasiado latosa para mí, ya los había tenido demasiado en mi vida y me negaba a seguir soportándolos.

—Usted lo ha dicho, estaba, ahora prepárese que desde mañana a primera hora tendrá que hacer el traslado y deberá quedarse en la isla durante dos días, si no está interesada siempre podemos despedirla —sentenció mi jefa con tono severo, sin darme tiempo a ninguna réplica.

Puse mis ojos en blanco con resignación, lamentablemente no tenía otra opción.

Salí de allí en silencio y comencé a marcar a mi novio, él trabajaba de piloto, aunque ese día de manera extraña tenía una ruta distinta a la que yo estaba asignada. 

Habíamos tenido muchos problemas últimamente porque él estaba empeñado en que tuviéramos intimidad, pero yo no me sentía prepararla para hacerlo, le pedí tiempo y eso le molestó.

Aunque teníamos un año saliendo, éramos novios desde hace solo seis meses, pero lo manteníamos en secreto porque no era bien visto dentro de la empresa, las relaciones entre los miembros del personal.

Marqué varias veces sin ningún resultado, así que me resigné a irme al pequeño apartamento tipo estudio que tenía arrendado para dormir y estar lista para el día siguiente.

Apenas sonó el despertador, me levanté y luego de alistarme me dirigí a la aerolínea donde me trasladaron al aeropuerto privado de donde saldrían los más ricos de la ciudad.

Mis ojos se posaron en las personas que se acercaban al mostrador de check-in, todos elegantemente vestidos, con maletas de diseñador y actitudes de la realeza, mirándome por encima del hombro como si fueran superiores a mí, me miraban de manera despectiva y yo hice una mueca de disgusto en mi interior.

Debía chequear las invitaciones en el listado y luego ubicarlos en el avión.

El traslado del primero y el segundo grupo a la isla fue fácil, las personas fueron más amables de lo que pensaba y no tuve ningún contratiempo, sin embargo, con el tercer grupo no tuve la misma suerte.  

—Señorita, ¿cree que tenemos todo el tiempo que perder? ¡Apúrese! —dijo una de las invitadas mirándome de manera despectiva.

—Espere un momento, señora, ya la voy a atender, voy en el orden de llegada —pronuncié con amabilidad, pero definitivamente, la mujer no quería darme un respiro.

—¿Usted sabe quién soy yo? —inquirió de manera grosera, haciéndome perder un poco la paciencia.

—No me importa el nombre, ni apellido, ni parentesco para atender a las personas, todos aquí merecen ser tratados con amabilidad y respeto, si usted colabora y me permite hacer mi trabajo podemos avanzar más rápido —espeté con frialdad.

Para mi alivio vino alguien y calmó a la mujer, permitiéndome acelerar el chequeo del último lote de invitados 

La arrogancia de muchos de ellos era abrumadora. A pesar de mi mejor esfuerzo por mantener la calma, había momentos como ese, cuando me costaba contener mi frustración. Sin embargo, me obligué a recordar que este era mi trabajo y tenía que hacerlo bien.

Cuando ya había terminado y estaba pasando a los últimos invitados, apareció un hombre como de treinta y cinco o treinta y seis años, alto, muy guapo, de ojos verdes, con rasgos severos, con una barba bien cuidada, parecía labrado por los mismos dioses.

Pasó como si fuera el dueño del lugar, sin detenerse, su actitud me irritó y sin pensarlo lo tomé del brazo, soltándolo de inmediato porque su contacto tuvo el mismo efecto en mí que un corrientazo eléctrico.

—Usted no puede subir a este avión, no está invitado —expresé en tono nervioso, el hombre me miró con desdén.

—¿Acaso cree que yo necesito invitación para subir aquí? —inquirió el hombre con voz gruesa y sin esperar respuesta continuó su camino.

Iba a ir detrás de él para sacarlo, pero en ese momento el primer oficial apareció y me dijo en un susurro.

—Tarah, te aconsejo que lo dejes, no vale la pena que te ensalces en una discusión con él.

Respiré profundo y decidí escuchar su consejo.

A medida que el vuelo despegaba, me sentí angustiada, las veces pasadas solo había dejado a los pasajeros y me había regresado a tierra firme, pero ahora, cuando tenía que pasar los próximos días en la isla, me sentí ahogada, iba a estar atrapada en medio de un mundo que no me gustaba.

Mi mente divagó hacia Anthony, deseé que estuviera aquí conmigo. A pesar de las dificultades que enfrentábamos, siempre me hacía sentir bien estar en su compañía

Después de un vuelo lleno de suspiros de impaciencia y demandas excesivas, finalmente aterrizamos en la isla. 

Una vez en tierra, coordiné el transporte de los pasajeros a sus respectivos resorts de lujo, cuando despedí a cana uno de ellos, tocó el turno de llevarme a mí al complejo hotelero en el área de los trabajadores, un lugar mucho más sencillo que la de los invitados, pero igualmente atractivo.

El lugar era un paraíso cálido, con playas de arena blanca y palmeras, meciéndose suavemente con la brisa. A pesar de mi desagrado inicial por este trabajo, no podía evitar sentir una pizca de emoción por estar en un lugar tan paradisiaco.

La boda sería al día siguiente, por lo cual yo tendría libre hasta pasado mañana que es cuando debía regresar con los invitados.

Paseé por la isla, pero decidí que la exploraría mejor al día siguiente, mientras se celebrara el matrimonio la recorrería a pie, me bañaría en las cálidas aguas y llamaría a mi novio para intentar arreglar mi relación con él.

Esa noche dormí feliz, a la mañana siguiente me quedé dormida casi hasta el mediodía, me vestí, y me apliqué bastante protector solar para que no se quemara mi piel y de allí salí al restaurante.

Mientras caminaba, saqué mi teléfono y decidí llamar a Anthony. Nuestra relación estaba pasando por momentos difíciles, y sabía que necesitábamos hablar. La llamada fue directa a buzón de voz, lo que me dejó un sabor amargo en la boca. Dejé un mensaje breve, expresando mi deseo de hablar cuando regresara.

Cuando entré al restaurante me di cuenta de que los comensales lucían demasiado costosos, vestidos con el último grito de la moda, y aunque yo ganaba lo suficiente, ahora tenía otras prioridades en mi vida, por eso en ese momento me veía como la pariente pobre de los ricos, me reí ante mis ocurrencias.

Valiéndome la actitud de superioridad de todos, decidí comer un buen almuerzo y pedí una botella de vino champanizado, me tomé varias copas mientras comía y como no estaba acostumbrada a consumir licor me sentí un tanto achispada.

Sin embargo, y pese a que sentía que todo me daba vueltas, no cambié mis planes, estaba decidida a explorar la isla, porque no creo que tuviera otra oportunidad como esa, de estar en un lugar así. 

Metí la botella con lo que me quedó de licor en mi bolso, y enseguida vi las miradas de reproche de la gente, pero no me importó, me provocaba sacarles la lengua de manera infantil, pero me obligué a tranquilizarme, no me debía importar lo que pensaran, yo había comprado esa botella, la pagaría y era mía, no tenía por qué dejarla, así que pasándome sus opiniones por donde no me daba la luz del sol los ignoré y pagué mi botella.

De allí comencé a caminar por varios kilómetros, me bañé en la playa, me acosté un rato a la orilla a llevar sol y seguí tomándome la botella, mientras me reía conmigo misma, me sentí mareada, y decidí irme, pero en mi estado perdí la noción de espacio, tiempo y lugar, y así que sin darme cuenta llegué a la parte de la playa donde se estaba llevando a cabo la boda.

Vi justo el momento cuando el padre de la novia, una chica hermosa, con un precioso vestido, se la entregaba al novio, sin embargo, me quedé de piedra, cuando reconocí al novio era nada más y nada menos que mi Anthony, mi novio, el hombre que me había jurado amor eterno.

Quizás debí detenerme, dar la vuelta e irme lo más silenciosa posible, pero yo no era de quienes huían de los problemas, sino de quien lo enfrentaban, caminé hacia el altar y pegué un grito dejando a todos paralizados.

—¡Tony! Dime, ¡¿Qué diablos significa esto?!

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