Capítulo seis

Me encontré con Maxwell en la noche, en el momento que los novios se encontraban en un restaurante cenando en familia.

Se encontraba Tanner, la madre de Greta y su amiga. No era que fuera la gran cosa, sino que me hacía sentir amargura el hecho de que no nos tomara en cuenta en lo absoluto. Me hubiera gustado saber por la propia boca de mi hermano que estaba enamorado y se casaría, así no nos invitara a compartir su día especial con él.

—¿Dónde estuviste todo el día?

—Investigando, buscando información y asegurándome de que la m****a italiana no esté pisando nuestros talones.

—¿Qué encontraste? —indagué, viendo desde lejos lo feliz que se veía la nueva familia de Holden.

—No hay nada de lo que debamos preocuparnos —lo oí suspirar y giré el rostro hacia él—. Hol es feliz.

—Lo es —concordé—. Se lo merece, después de todo, era lo que tanto quería.

—¿No lo vamos a felicitar? —dijo con un dejo de diversión y negué.

—No, lo mejor que podemos hacer es cuidarlo desde las sombras.

Bufó y reí, pero pronto mi sonrisa se borró de mi rostro al ver a Holden compartir y reír con su nueva familia.

Me siento tan feliz por él, por luchar arduamente hasta alcanzar lo que tanto deseaba su corazón. Me siento tranquila ahora que puedo darme cuenta con mis propios ojos que es feliz y está cumpliendo todos sueños.

Él, a diferencia mía, no tenía esa necesidad de cobrar venganza. Solo quería olvidar el sufrimiento marchándose lejos y haciendo todo lo que anheló de niño.

Miré a Tanner y su sonrisa calentó mi corazón. Aunque no esté a mi lado, deseo que sea muy feliz en su nueva vida. Y si esa chica es la mujer indicada y con la cual compartirá sus días, solo espero que sean muy felices y que en ella encuentre todo lo que un día soñó de su verdadero amor.

Quería regresar a casa, estar lo más lejos posible de ellos y no ser consciente de su felicidad. Pero debía estar ahí cuidando sus espaldas, así doliera ver al amor de mi vida siendo feliz con otra y a mi hermano mellizo ignorando mi existencia.

—Iré al baño —me levanté de mi lugar y salí del restaurante a tomar algo de aire.

Aspiré fuerte y dejé que el aire llenara mis pulmones. No podía seguir viéndolos y darme cuenta de que son muy felices sin mí, que ni siquiera hago parte de sus pensamientos. Supongo que ninguno de los dos debe extrañarme en lo más mínimo.

Cerré los ojos por un instante, sintiendo un dolor agudo en el pecho y un gran nudo en la garganta.

—¡Llorar no es una opción para un Walsh, Holden! —papá rugió, tomando a mi hermano de la nuca, obligándolo a mirarme a mí—. Blair es mujer y nunca ha soltado una sola lágrima. Tú, que eres todo un hombre, ¿vas a dejarte aplacar por ella?

Las palabras de mi padre llegaron a mi cabeza y me negué a sentir. Un Walsh no llora, un Walsh no sufre, un Walsh no siente, un Walsh nunca debe mostrar debilidad.

Y yo soy una Walsh, y por más dolor que sienta en el alma, no permitiré que nadie vea mis debilidades, siquiera yo misma debo verlas.

Mi padre fue un hombre severo, que siempre nos exigió de más pese a ser solo unos niños. Ni siquiera cuando mamá murió lo vi derramar una sola lágrima. Si le dolió su muerte, nunca lo demostró.

Abrí los ojos y cuando toda frustración se alejó de mí, observé la calle con frialdad e indiferencia, antes de darme la vuelta y entrar de nuevo al restaurante.

Pero un hombre en la entrada hizo que detuviera todo paso y acelerara los latidos de mi corazón.

—Conque eras tú, eh —una sonrisa burlona se ensanchó en sus labios—. Algo me decía que estabas más cerca de lo que creía.

—Alguien debe hacerse cargo de toda la m****a, ¿no crees?

—¿Qué haces aquí, Blair?

Lo miré a los ojos y sentí que el mundo a mi alrededor se reducía a la nada. Su mirada azulada siempre será una debilidad para mí, quizás sea por la intensidad de sus ojos o porque en ellos puedo reflejarme de una manera que solo ha existido en mi mente.

—¿No es obvio? —dije con total Indiferencia—. Holden se casó y no tuvo el mayor de los cuidados. Los enemigos pueden estar cerca, Tanner.

—Aunque conocía el riesgo, él lo quiso tomar. Esa fue su decisión y debemos respetarla.

—No vine a decirle a mi hermanito lo que debe o no hacer. He venido a cuidarle el culo antes de que los italianos se lo rompan —di un paso hacia él—. No le digas que estamos cuidando sus pasos, porque lo que menos quiero es arruinar su día y su inigualable felicidad. Además, sé de sobra que nosotros no somos bien recibidos aquí.

Observé sus labios por breves instantes, sintiendo deseos locos de besarlo, pero rápido aparté la mirada y seguí caminando, pasando por su lado como si de nadie se tratara.

—Blair...

Mi corazón se hizo más chico en mi pecho en cuanto sentí su toque en mi brazo.

Intenté zafarme de él antes de que esa careta indiferente que me había puesto cayera al suelo, pero afianzó su mano en mi brazo, haciéndome caminar con él.

—Aún no hemos terminado de hablar —dijo, arrastrándome hacia un callejón—. Sigues siendo una maleducada.

—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar.

—Ah, ¿no? —me estampó contra una pared y me acorraló contra ella, apoyando sus brazos a cada lado de mi cuerpo—. ¿Olvidaste que tenemos una conversación pendiente?

—¿Conversación pendiente? —reí, haciendo todo lo posible para no mirarlo a los ojos—. Qué hijo de perra eres al decirme que tienes una conversación pendiente conmigo cuando tu novia te está esperando.

Rio por lo bajo y me tomó de la barbilla, ladeando mi rostro hacia el suyo.

—¿Estás celosa? —buscó mi mirada.

—¿Por qué habría de estar celosa, imbécil?

—No lo sé, dímelo tú —tomó el collar entre sus dedos y sonrió—. A diferencia tuya, yo sí estoy muy feliz de verte y de saber que estás bien.

Mi corazón latía con mucha más fuerza y rapidez. No quería sentir porque todo sería mucho más complicado que antes, pero teniéndolo así de cerca me dejaba en claro que todavía sentía mucho por él, que mi corazón lo seguía eligiendo y amando de una manera que mi razón no podía entender.

—Si hubiera muerto, esa sería la primera noticia que hubieses recibido de mí.

—¡Caramba! ¿Por qué estás tan a la defensiva conmigo? ¿No me extrañabas? Pensé que sí, ya sabes, como hace tiempo no tomas mis llamadas.

—He estado ocupada, además de que no podemos seguir tomando riesgos, Tanner. Por el bien tuyo y de Holden, es mejor que no sigamos manteniendo comunicación alguna.

Nos miramos por largos segundos en los que no sabíamos qué más decirnos, pero sin ganas de alejarnos del otro.

Por mi parte tenía tanto que decirle, pero una parte de mí se negaba a confesar lo mucho que lo extrañaba y lo necesitaba. 

—Debes volver o Holden puede sospechar de ti —murmuré.

—Está tan idiotizado que siquiera notará que me demoré más en el baño.

—Tu novia sí lo hará...

—Mi novia —dijo y soltó una risita—. Será mejor que vuelva antes de que Maxwell venga a buscarte y todo se complique más.

Asentí, viéndolo alejarse lentamente de mí.

Me miró una última vez y apoyó su mano en mi mejilla, antes de sonreír y volver al interior del restaurante.

Me mantuve en mi lugar por varios instantes, tranquilizando mi corazón que no podía dejar de latir con fuerza y rapidez.

Tanner ya no siente nada por mí y no lo voy a culpar, si fui yo ya la que le dijo que hiciera su vida con otra persona y fuera muy feliz con ella.

Algún día dejaré de amarlo y todo será mejor para mí, ya que así no tendré ni una sola debilidad.

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