CAPITULO 4:

Los labios de Daphne tenían un suave gusto a frambuesas, Dorian no podía decidir si era algo natural de ella o se debía a su labial.

Un calor embriagador recorrió su cuerpo acompañado de un delicado y electrizante cosquilleo que se concentró en el preciso lugar donde minutos antes había tenido un manojo de nudos.

Las sensaciones anularon su mente, las emociones lo transportaron al pasado, a un viejo recuerdo de una mujer de cabello color vino tinto que descansaba desnuda sobre su cama, mientras él marcaba de forma perezosa un camino de besos desde el nacimiento de su espina dorsal hacia abajo, pasando por sus omoplatos, por su espalda media, su cadera, hasta…

El recuerdo transformó el dulce sabor de aquel beso en algo amargo y frívolo, lo cual lo llevó a apartar a Daphne.

Para su sorpresa, al observar su rostro no encontró ni una pizca de reprocho, sus ojos envueltos por el salvajismo de la noche brillaban y en sus carnosos labios se dibujaba una sonrisa coqueta.

—Tardaste más de lo esperado en apartarme… Dorian — dijo ella, mientras parecía saborear cada letra.

Las oscuras cejas de él se juntaron en un gesto de enojo mientras intentaba asesinar a la mujer frente a él con su mirada azul.

—¡¿Qué demonios te sucede? ¿Acaso nadie te dijo que no quiero nada de contacto físico en el contrato?!— gruñó Dorian, exhibiendo unos poderosos caninos.

Daphne mordisqueo su labio inferior y luego pasó la lengua sobre este, para dar énfasis en lo que hizo, le dedicó una pequeña sonrisa juguetona.

—Que lástima, creo que la habríamos pasado bien.— dijo ella pasando a su lado y regalándole un guiño mientras se deslizaba en su departamento— Te toca entrar mis cosas guapo— exclamó ella desde dentro del departamento.

A Dorian le tomó unos segundos procesar lo ocurrido, antes de darse cuenta que una completa extraña a la que acababa de besar se encontraba sola en su apartamento sin compañía alguna.

Observó frente a él, una valija con ruedas que había pasado por algo; sin demorar mucho tiempo la tomó y la metió a su casa tras de sí.

En el interior, la hermosa dama ya se encontraba sentada en un mullido sillón de cuero blanco con la vista clavada en él.

—Asique es verdad que eres millonario ¿Que haces para ganar tanto dinero?— dijo Daphne recargando sus largas piernas expuestas sobre el apoyabrazos del sillón.

—Soy dueño de una aplicación—gruño Dorian aún molesto por el beso mientras dejaba la valija a un costado y cerraba la puerta a sus espaldas.

La chica sonrió mientras deslizaba sus ojos por la habitación, examinando y maravillada con cada detalle antiguo.

 —Es extraño que necesites contratar una agencia para que finjan ser tu pareja, eres muy guapo y asquerosamente rico… ¿acaso tu amiguito no funciona?— dijo ella entornando levemente su rostro.

Dorian sintió como su rostro quemó por la vergüenza ante su pregunta, pero decidió no dejar el brazo a torcer y disfrazó la vergüenza entre matices de odio.

—Mi miembro está en perfectas condiciones, ahora levántate de mi sillón de inmediato— dijo él, su voz plana y fría como la muerte.

Para su sorpresa la mujer se limitó a corregir su postura, descansó sus pies en el suelo y su espalda en el respaldo del sillón; pero no se levantó de su lugar.

—Bueno, creo que es el momento ideal para que firmemos nuestro querido acuerdo de confidencialidad ¿No lo crees guapo?— contestó ella con una sonrisa lupina.

El rostro de Dorian se apretó, ella no mencionó el contrato entre ellos, el acuerdo que le decía lo que Daphne debía hacer, los límites que podía y no cruzar.

—¿Qué hay del contrato para el trabajo que se te solicitó?— volvió a decir él con el mismo tono de muerte.

—Tranquilo tigre, vamos de a poco. Primero el acuerdo de confidencialidad que te proteja tanto a ti como a mí, luego crearemos y firmaremos nuestro propio contrato, para que por fin yo sea completamente tuya guapo— contestó Daphne regalandole una preciosa sonrisa sensual.

Dorian no supo porque, aquellas palabras le generaron un nuevo cosquilleo en su estómago.

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