CAPITULO 5:

A Daphne le gustaba jugar con sus clientes, en especial cuando estos eran jóvenes y guapos, como era el caso de Dorian Fleyman.

El beso había sido una prueba, para ver qué clase de hombre era, y un reto, para ver hasta dónde sería capaz de llegar.

Para su asombro, él había sido la primera persona que la había alejado de forma tan rápida. Pero ella no se lo diría, prefirió hacerlo sentir culpable antes de darle motivos para vanagloriarse, después de todo era un hombre y estaba en sus instintos ser así.

—¿Tu tienes los papeles para el acuerdo de confidencialidad?— dijo él, su voz tratando de sonar fría pero estaba claro que sus palabras lo habían afectado.

Daphne le regaló una sonrisa que sabía, generaba un fuerte impacto entre los hombres; pero Dorian no era como los demás, él mantuvo su rostro inmutado.

—Claro que tengo los papeles, cuán ansioso señor— contestó ella arrastrando las letras que conformaban la palabra "señor".

Dorian volvió a exponer sus dientes, dándole un aspecto de salvajismo y sensualidad, algo que a Daphne le agradó. Al menos este trabajo sería divertido.

—Bueno ¿Dónde quieres que arreglamos nuestros asuntos, tienes un despacho, una mesa comedor o prefieres hacerlo en la cama?— ronroneó ella, sus pestañas cayendo con aires de seducción.

Pero el rostro de Dorian no se movió, ni siquiera un músculo de su fuerte mentón se tensó.

—Tu nunca te deslizaras a mi cama—gruñó él en respuesta. Sus ojos azules volviéndose tan fríos como el hielo.

—No guapo, yo nunca me deslizare a tu cama, no tengo la necesidad porque tú te deslizaras a la mía— contestó Daphne regalándole una hermosa sonrisa sensual.

Los carnosos labios de Dorian se tensaron, volviendolos una fina línea de color blanco pálido.

—Sígueme, iremos a mi despacho— murmuró él, odiandose por caer en el juego de aquella mujer.

Sin esperarla comenzó a caminar por el living, atravesándolo y entrando al estrecho pasillo que comunicaba su despacho con la cocina y un baño social, que a excepción de Margarita nadie utilizaba.

Un suave "Clack- Clack " a sus espaldas le informó que Daphne lo seguía, con cada paso que daba se maldecía a sí mismo por estar tan desesperado para firmar un contrato con aquella mujer. 

Se preguntó si valía la pena, pero el mero recuerdo de Elena sonriendo en un día lluvioso, le dijo que valía la pena intentarlo.

Cuando concluyó su destino y se paró frente a la puerta de cristal que daba a su despacho, se inclinó hacia adelante para abrir la puerta a Daphne; pero al girarse la encontró muchísimos pasos más atrás, observando algo en la pared.

Cuando su vista logró enfocarse, notó el cuadro en la pared. Era una obra abstracta que muy pocos descifraban o siquiera encontraban significado.

Dorian volvió en sus pasos y se colocó a su lado con la visión fija en el cuadro.

—Es una obra de Ya..—comenzó a decir Dorian.

—Yayoi Kudama, su arte representa la psicodelia. Debe resultarles extraño a los visitantes ver esta obra tan vibrante y llena de colores, pero si tenemos en cuenta que el anfitrión de la casa tiene un "gran apego" por los patrones esto resulta normal ¿No le parece?— lo interrumpió Daphne, volteando ligeramente su rostro para ver su expresión de asombro.

—¿De dónde sacaste la idea de que son apegado a los patrones?— susurró él, intentando que su voz sonara firme. Pero Daphne sabía leer entre líneas.

—Todo en este departamento fue diseñado por un hijo escrupuloso, desde la escala de colores, hasta el número de muebles y luces. Lo que me lleva a pensar que una persona tan poderosa como tú, con la necesidad de repetir los patrones también debe tener la misma necesidad de llevar el control de todo— contestó ella, ahora girando por completo hacia él y analizando cada una de sus facciones.

Analizando, se dió cuenta él. Ella lo había estado estudiando desde el preciso instante que llegó al lugar, cada gesto o movimiento habían sido minuciosamente observados por ella y sometidos a una lupa de análisis.

Dorian le regaló una sonrisa, la primera que le daba en toda la noche. Daphne podría jurar que su corazón se saltó un latido.

El era increíblemente hermoso, su sonrisa solo lograba exaltar su perfección ya que borraba la pena que cargaban sus ojos. Pero de forma casi imperceptible su sonrisa atractiva se transformó en una de odio y asco.

Con un rápido movimiento, empujó el cuerpo de Daphne contra la pared; el cuadro cayó al piso por el impacto, pero a él no le importó, por fin tenía el control de la situación.

—¿Que juego intentas jugar conmigo?—escupió Dorian mientras empujaba un poco más su cuerpo considerablemente más grande que el de ella, apretándole contra la pared.

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