—Hija, levántate —dijo Jaime.—Necesito dormir, estoy muy cansada.—Solo será un momento.Abrí la puerta, y ahí estaban Jaime y Nathan parados en mi puerta, no los miré a los ojos y me volví a acostar, arropándome por completo con la colcha,—Te tengo que pedir un favor, sé que nuestra relación se desmoronó, pero te prometo que solo quiero recuperar a mi hija.—No soy tu hija.—Yo te crie.—Me arrebataste de mi verdadero padre, eso no te da derecho a llamarme hija.—Algún día entenderás de que él no era un verdadero padre, vender a su propia hija por problemas de drogas…—Es la misma mentira que le dices a las chicas que traes aquí como a Lupe.—Ella es ingenua, cree cualquier cosa que le diga y ordene.—Así como yo te creí por bastante tiempo.—He cambiado, he recapacitado, y quiero que mi hija vuelva a confiar en mí.—Eso no va a pasar, yo también he cambiado y para bien.—Te puedo asegurar que tu padre también, solo debes darme una oportunidad.—¿Quieres que te de una oportunidad?
Alex y Fabián llegaron primero que los demás, Alex no dejaba de mostrarse ansioso, no podía evitar pensar en cómo me raptaron y cómo no me pudo salvar. Se acercaron a la antigua Unidad, la cual tenía varias advertencias de no cruzar y varios escombros que no dejaban caminar con seguridad y se aseguraron de que no hubiera nadie más.—Señor, tenga cuidado, debemos esperar a los demás —dijo Fabián.—Estaremos bien Fabián, ellos nos podrán alcanzar cuando lleguen.—¿Está seguro señor?—Sí, que la nueva justicia no haya querido continuar con el caso antiguo de un policía expulsado y que además lo consideran loco no nos detendrá.
Me levanté en medio de la noche sin poder reconciliar el sueño. Nathan, el nuevo guardaespaldas, aséptico e impasible, eran los adjetivos que mejor lo describían. Me ponía nerviosa cada vez que compartíamos el mismo espacio, algo en su aspecto y su mirada me desestabilizaba. Los últimos días que habían transcurrido resultaron ser los más castigadores para mí, el nuevo empleoque me había designado Jaime consistía en acompañarlo durante las audiciones de las nuevas candidatas que se presentaban ante él como en un certamen de belleza, y me obligaba a ser lo más críptica posible, no quería convertirme en el monstruo que era él, pero esta lascivia me estaba consumiendo. Bajé a la cocina sin que Jaime o Lupe pudieran oírme.—Señorita Adriana, ¿qué hace despierta? —preguntó Nathan.—¡Dios!, ¿acaso no duermes?—Es mi deber cuidar de usted.—Si no descansas lo suficiente cómo te asegurarás de que me podrás cuidar…—Aunque tenga razón, no puedo arriesgarme.—Nathan, debes descansar.—Solo si
Obedecí y me senté en el comedor, eran las diez de la noche y mi hambre estaba feroz, no dejaba de pensar en lo bien que olía el estofado de carne. Cogí de nuevo las cartas y las barajé para distraerme. Pasaron diez minutos, y Nathan se unió conmigo en la mesa, con los dos platos, la jarra de jugo y nuestros vasos.—De verdad estoy sorprendida con lo que estoy viendo. Todo huele muy rico —dije al observar el estofado de carne en mi plato como si se tratara de un plato a la carta. Sofisticado y elegante.—Espero sea de su agrado —añadió Nathan.No dije nada, no quise darle importancia a sus esfuerzos o de seguro se le subía a la cabeza. El primer bocado estuvo delicioso, realmente sabía cómo cocinar y enamorar con sus dotes culinarios. Lo miré otra vez, y traté de pensar en otra cosa. La cena estuvo con cierta sorna, pero cómoda, sin la presencia de Jaime y Lupe, teníamos tiempo para nosotros dos. No podía evitar en recordar a Carlos y a Alex, sobre todo a Carlos, cuyos padres siempre
—¿Dónde estoy? —pregunté mientras recuperaba la conciencia.—Estás de vuelta, gracias a Dios —dijo Jaime más calmado y preocupado.—¿Desde cuándo tiene la herida? —preguntó el doctor.—Desde ayer —respondió Nathan.—Esta herida no parece de ayer, está demasiado infectada y los huesos no pudieron romperse así nomás.—Mi hija cayó sobre su brazo cuando saltó de su ventana —dijo Jaime. ¿Cómo sabía esos detalles? Solo había una persona y esa era…Nathan.—Tengo que entregarle un reporte diario…&m
Luis, Carlos, Alex y Emmanuel se reunieron en la sala. Los resultados habían llegado, Alex por su parte estaba nervioso y atento a cuál fuese el resultado, esperaba con ansias que eso les pudiera ayudar con mi rescate.—Efectivamente, las balas no coincidieron con las nuestras, por lo que están investigando el tipo a las que corresponden, es más que probable que pertenezcan a una de las armas de los cómplices de Jaime —dijo Luis.—¿Con eso podríamos llegar con su paradero? —preguntó Alex.—Sí, nos acercaría bastante a nuestro objetivo, al menos que haya un infiltrado y arruine todos nuestros planes —añadió Luis.—No creo que suceda, considero que estamos con los correctos —dijo C
¡Porqué quiso! Fue la respuesta más inteligente que pudo darme, sabía que algo escondía, pero no quería decírmelo, ¿era posible que le gustara? No, es imposible que ocurriera algo así, solo soy una especie de cliente y el más problemático de todos; y probablemente algunos dirían que es al revés, pero era él quien me protegía a mí y mi padrastro fue quien lo contrató. Si Jaime se enterara de esto, su vida estaría en peligro, ¿quería eso para él? Preferiría estar en su lugar y escapar en cualquier momento que tuviera la oportunidad. —¿Señorita Adriana se encuentra bien?—Sí.—Debemos entrar antes de que su padrastro comience a preocuparse.—Deja de decir padrastro, solo di Jaime —hice un mal gesto que lo incomodó. Creo que no fue justo que me desquitara con él.—Está bien, lo llamaré por su nombre cuando esté con usted.—Nathan…—¿Le duele el brazo?—No.—Entonces si todo marcha bien no tendrá que hacer terapia.—¿Es dolorosa?—No, y es para eso, para que se sienta mucho mejor.—¿Reci
Me arrodillé frente a él para estar a su misma altura, su mirada seguía perdida mirando a todos lados en busca de una respuesta. Los minutos pasaron y el olor de la sangre me comenzaba a marear.—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó Nathan.—Una hora, necesito que te cambies, no soporto el olor.—Lo lamento, es solo que…—No entiendo —lo interrumpí y me miró sorprendido—. Me refiero a tu comportamiento, mencionaste que ya habías hecho esto antes, pero actúas como si fuera tu primera vez y como si tuvieras una especie de remordimiento.—Porque nunca he sido un asesino como Jaime. Mis primera veces fueron mucho peor y él se reía.—¿Cómo puede?—Estaba en todo su derecho porque yo sabía en que me estaba metiendo cuando empecé a trabajar para él, y lo que se esperaba era que estuviera a su altura.—¿Y luego de las primeras veces te comenzó a gustar?—Sí.—También me comenzó a pasar…—¿Qué? —se acercó e intentó cogerme de las manos, pero me separé de él—. No sabía que estaba pasando por lo