El automóvil de Alexander se ve más caro que todas las ganancias de mi vida, por lo que entro con suavidad, incluso saco mis zapatos por miedo a ensuciar ya que hasta el interior está reluciente, a lo que él reacciona con una sonrisa que ilumina sus ojos.
—Bueno, no todas hacen eso, te lo agradezco —dice antes de cerrar la puerta del acompañante.
Frunzo el ceño. ¿No todas hacen eso? ¿Pero cuántas mujeres habrán subido a este coche? No me sorprende, la verdad, teniendo en cuenta la pinta de este hombre, es bastante irresistible y seguro que lo sabe, y lo usa a su favor.
—Bueno, Maia, espero que nos llevemos bien —expresa entrando al auto y arranca el motor—. En fin, muchas gracias por aceptar mi propuesta. Sé que es extraño, pero estoy desesperado.
—Quiero que me cuentes todo sobre ti ya mismo o me tiro del auto, sin importarme que esté en movimiento —manifiesto con seriedad. Él asiente y se aclara la garganta sin dejar de mirar al frente.
—Tengo treinta y dos años, ya te dije que me llamo Alexander, me gusta el color rojo, me la paso trabajando, no me gustan las relaciones serias, tengo tres perros labradores de mascota y una billetera gorda. —Sacude la cabeza y contengo una carcajada ante lo último—. En fin, mis padres tienen una compañía de textil internacional, ubicada en cinco países muy importantes, es una empresa muy rica y quieren que sea el heredero, por supuesto, porque soy el hijo mayor. Yo no quiero, soy vicepresidente en una cadena de hoteles y la verdad es que me gusta ese trabajo. Entonces… me dijeron que si conseguía a una mujer antes del año que viene, iban a liberarme de esa responsabilidad, tenía hasta hoy para comprometerme y rechazar el liderazgo de la empresa textil —comenta mirándome de reojo.
—¿Y cuánto tiempo te habían dado? —interrogo.
—Un año, la pelea fue justo en las fiestas del año pasado. —Se encoge de hombros.
—¿¡Un año!? ¿Y tuviste que irte con la primera mujer que vieras a último momento? —pregunto con desconfianza—. No te creo nada, además, tan millonaria es tu familia y llevas a una mujer cualquiera… ¿Qué pasa si soy una loca ladrona?
—Ahí está el quid de la cuestión —me interrumpe—. No eres una cualquiera, eres una chica normal. Se nota que no eres una "loca ladrona", si no me hubieras pedido más dinero a cambio de aceptar mi propuesta. En cambio, si llevara a alguien de mi clase social, creo que aceptaría por interés y tendría que casarme de verdad. Te elegí porque tú te ves bien y eres ideal para presentarle a mis padres. Los conoces por un par de horas, yo me libro de ser dueño de una industria que no me gusta, tú ganas dinero, ¡todos salimos ganando!
—¿Me elegiste solo por mi apariencia? —cuestiono con tono molesto. Hace una mueca—. ¡Soy más que mi físico! —exclamo cruzándome de brazos.
—¿Ah, sí? —Arquea las cejas—. ¡Ilumíname! ¿Tienes algún estudio? ¿Tu edad? ¿De qué clase social eres?
—Soy licenciada en letras, tengo veintiocho años y soy pobre y huérfana, eso es todo lo que debes saber sobre mí —replico con tono inseguro—. ¿Y qué se supone que voy a decirle a tus padres? ¿Cómo se supone que nos conocimos?
—Tú déjame a mí, solo sígueme la corriente.
—Pero… tenemos que tener un plan, Alexander.
—Dime Alex.
—Ok, Alex, creo que deberíamos ponernos de acuerdo ahora. —Suspiro y choco mi frente contra la palma de mi mano—. ¡Ay, Dios! ¡No puedo creer que esté haciendo esto por diez mil dólares!
—Si no estás segura, siempre puedo darte más… no solo dinero.
Esboza una sonrisa pícara al mismo tiempo que me guiña un ojo y lo miro con mala cara, aunque siento mis mejillas arder. Por el tono que empleó, estoy segura de que está ofreciéndose para tener relaciones, y dadas las circunstancias… no creo poderme negar. De todos modos, no dejo que lea mis pensamientos, me remuevo en el asiento con incomodidad y repito lo que dije con anterioridad.
—Debemos hacer un plan, no podemos inventar todo en el momento, esas cosas nunca salen bien.
—Está bien, Maia. Vamos a decir que nos conocimos en tu universidad el día que te recibiste, que fue el…
—Fue hace seis meses, el veintinueve de junio —expreso.
—¡Perfecto! Digamos que fui a apoyar a un amigo, el cual nos presentó en la fiesta de graduación, y así nos conocimos y nos enamoramos. ¡Fin!
Me río con ironía, pero no digo nada, solo acepto aquella idea. ¿Qué más puedo hacer? De repente, por mi cabeza pasa un detalle muy importante.
—Si estamos comprometidos, ¿por qué no tengo un anillo? —digo. Él me mira de manera socarrona y me hace un gesto para que abra la guantera ubicada frente a mí.
En el interior encuentro una pequeña caja roja de terciopelo. Me pica la curiosidad, por lo que decido abrirlo, y abro la boca al apreciar una alianza con una piedra preciosa, un diamante transparente tan pequeño que le da un toque de delicadeza y, al mismo tiempo, parece frágil.
—Es precioso —murmuro—. Me da pena usarlo solo unas horas.
—Te lo regalo —responde, encogiéndose de hombros—. No lo voy a necesitar en el futuro. Póntelo —me anima.
Bueno, nunca pensé que mi primera propuesta de casamiento iba a ser falsa, pero ya qué. Me coloco el accesorio en el anular y Alex sonríe con suficiencia. Durante los últimos minutos de viaje vamos en silencio. Se nota que ninguno de los dos es muy conversador, por lo que no es algo incómodo.
Tras unos giros más, mi acompañante para frente a una casa gigante, decorada con millones de luces navideñas, aunque los vecinos no se quedan atrás. Claramente es un barrio de gente adinerada.
—Maia, antes de que bajes… necesito que te cambies —expresa rascando su nuca con tono avergonzado.
—¿Perdón?
—No puedo presentarte ante mis padres si tienes una camisa, jean y zapatillas rotas… en el asiento de atrás hay varios vestidos y zapatos de tallas diferentes para que te pruebes.
Eso me hace sentir realmente mal, pero tiene razón, no estoy vestida para la ocasión, por lo que me resigno y me paso al lado trasero mientras busco en las bosas algo que me entre.
Decido ponerme un vestido largo color rojo con brillos, solo porque recordé que es el color favorito de él, y un abrigo blanco de peluche polar.
Mientras me desvisto, me doy cuenta de que me está mirando a través del espejo retrovisor con demasiado interés.
—¡No me mires! —exclamo tapándome otra vez. Suelta una risa divertida y desvía la mirada.
—Creo que debería saber, como tu futuro esposo, que tienes un lunar en tu pecho izquierdo.
—Eso no es… —me interrumpo a mí misma, porque es cierto. No puedo creer que haya observado tantos detalles en apenas un instante y prácticamente en la oscuridad.
A pesar de que cada tanto lo descubro mirándome, termino de vestirme. Incluso encuentro cosméticos entre tantas prendas, por lo que me maquillo de manera rápida, casi al natural, y suspiro cuando estoy lista.
—Ahora estás preparada —comenta con tono orgulloso, mirándome de arriba abajo con poco disimulo, y esboza una sonrisa tan preciosa que hasta me hace sudar las manos—. Vamos.
Bajamos del coche y trato de entrar en papel.
Algo que rescato de todo esto, es que al menos voy a parecer feliz y tengo una familia con quien comer en esta noche tan especial. Lástima que solo sea por un par de horas.
El interior de la casa está impecable, incluso hay un aroma a vainilla exquisito flotando en el ambiente, y la chimenea encendida le da al lugar un aspecto hogareño y familiar.A unos metros, detrás de una puerta doble de madera, se pueden escuchar risas y cánticos divertidos. Trato de prestar un poco más de atención a la casa para lograr ver todos los detalles, pero el cuerpo de Alexander me obstaculiza la visión, y para qué negarlo, también me deja sin aliento.—¿Estás lista? —me pregunta aproximándose un poco más a mí, a tan solo unos centímetros de mi rostro. Puedo sentir su cálido aliento con aroma a menta, por suerte, y una leve fragancia a nueces.En un suave y fugaz movimiento, me quita el abrigo, dejando una caricia a medida que va desnudando mi piel. ¿Cómo un gesto tan imperceptible puede provocarme un cosquilleo tan intenso? Se aleja para colgar el saco en una percha y luego regresa, mirándome con una pequeña sonrisa.—No me contestaste —dice—, ¿estás lista o no?Asiento rá
Alexander me deja sola en la mesa, con todos sus familiares mirándome con interés, mientras él se va a ayudar a su madre a lavar los platos —o eso es lo que dice que va a hacer—. A pesar de que estoy tratando de hacer lo posible para no escaparme de la situación, me siento cada vez más incómoda y estresada, ya se me acabaron las ideas para seguir aguantando esto y, por más que necesito el dinero, creo que no lo vale.—¿Ya pusieron una fecha de casamiento? —me pregunta la tía de él, quien se presentó como Hannah.Para ganar algo de tiempo y pensar en una buena respuesta, le doy un trago a mi jugo de naranja y me aclaro la garganta antes de hablar.—Bueno… la verdad es que todavía no pensamos en eso —expreso rascándome la nuca con nerviosismo.—Yo sí —me interrumpe Alex apareciendo de la nada misma, y me dedica una sonrisa tensa. Arqueo las cejas a modo de interrogación—. Ya tengo la fecha, pero es sorpresa.—¿Cómo que sorpresa? —inquiere Hannah—. ¡Eso no puede ser! Ella tiene que hacer
Suspiro con desgana mientras observo cómo el cierre de mi valija se rompe debido a la carga de ropa que le metí, o quizás porque ya estaba demasiado vieja. —No te preocupes —dice Alex, haciéndome saltar del susto, no me había dado cuenta de que estaba detrás de mí—. Voy a buscar cajas y guardamos tus cosas ahí.—Está bien, gracias.—Dame cinco minutos, ya regreso.Asiento con la cabeza y él desaparece por la puerta. Me golpeo la cabeza contra la pared repetidas veces, tratando de contener el impulso tan estúpido de volver a besarlo. Anoche, cuando salimos de esa antigua habitación con la respiración agitada y desalineados, terminamos de convencer a su familia de nuestro romance, aunque su madre sí nos miraba con los ojos un poco entrecerrados. De todos modos, eso era lo que menos me importaba, si no que, de repente, le empecé a prestar un poco más de atención a Alex, tratando de descubrir qué era lo que tenía que tanto me hechizaba. Supuse que eran sus ojos azules tan atrayentes o e
Alex no me deja de mirar mientras desayunamos y siento que quiere decirme algo, pero no sabe cómo.Arqueo las cejas en su dirección y se remueve en el asiento con incomodidad, aunque sigue sin hablar. Hace de cuenta que toma su jugo de naranja y come un tostado de jamón y queso con lentitud, saboreándolo tanto que se nota cómo está estirando el tiempo lo más posible.De todos modos, aprovecho ese instante para admirar cómo se ve en su pijama de cuadrillé azul, es la primera vez que lo veo sin traje y hay que decir que se ve muy bien, incluso recién levantado.Suspira y deja su vaso vacío a un lado, junta las migas con su meñique y vuelve a mirarme.—¿Dormiste bien? —me pregunta.—La verdad que sí, el colchón es muy cómodo —respondo untando mantequilla en una tostada con desinterés.—Mi cama es mucho más cómoda —comenta esbozando una pequeña sonrisa—. En fin, ¿ya terminaste de desempacar?—Todavía no, me faltan la mitad de las cosas. Seguro hoy termino.Se queda en silencio y asiente c
—Necesito una ducha caliente ya mismo —dice cerrando la puerta de casa—. Creo que tengo las manos congeladas. —Menos mal que tenía guantes puestos —comento con tono divertido mientras voy sacándome cada prenda y colgándola en el perchero del recibidor. —Fue mala idea quedarnos jugando en la nieve, ahora solo tenemos media hora para prepararnos, van a empezar a venir los de catering, y la organizadora y todo… —¿Contrataste a una organizadora? —lo interrumpo. —Claro, yo no sé hacer fiestas, le dejo la presión a otra persona. —Se ríe—. No te preocupes, va a salir todo bien. Me da un beso en la frente antes de subir corriendo las escaleras y dejarme sola en medio de la sala. ¿Un beso en la frente? ¿Qué le pasa a este hombre? ¿Será que quiere acostarse conmigo? Bueno, creo que no tengo dudas sobre eso, pero voy a tener que resistir. Si llega a pasar, no va a haber vuelta atrás, voy a terminar de enamorarme y eso sería muy malo. —¡Los voy a matar! —grita Alex desde su habitación. F
Bajamos hasta la sala principal, y casi trastabillo al final al notar que hay, por lo menos, cien personas más de las que dijo.Él también se muestra bastante desconcertado, y toma mi mano con más fuerza al darse cuenta de que casi me caigo. Los invitados nos aplauden y comienzan a felicitarnos a medida que pasamos a través de ellos, pero me siento aturdida y lo único que puedo hacer es seguir a Alex y no sacarle la vista de encima.Se detiene frente a todos y se aclara la voz. Me toma de la cintura para pegarme más a su cuerpo y comienza a hablar.—Guau… la verdad que no me esperaba tanta repercusión —dice riendo con incomodidad—. Dije que iba a ser algo íntimo, con familiares y amigos más cercanos, pero veo que alguien se tomó la libertad de mandar más invitaciones por mí. —Mira directo a su madre—. Obviamente que son todos bienvenidos, pero me podrían haber avisado, así preparaba algo mejor… En fin, de todos modos, gracias por venir.—Lo que pasa es que Alex Byrton no se casa tan f
Me da risa la manera en la que Alex no me saca la vista de encima, con tal de que no tome ni una copa.Cada paso que doy, él me sigue, hasta tal punto que en un momento lo siento tan pegado a mí que casi me caigo. Esto puede ser divertido, pero al mismo tiempo, un tanto molesto. ¿Me seguirá hasta el baño? De todos modos, ni siquiera sé por qué dije eso. Estoy segura de que podría besarlo aún más estando borracha, así que, dentro de todo, me ayuda bastante estar sobria. Si intenta besarme, pensaré alguna excusa para que no lo haga, aunque ni yo me lo creería. —¿En qué estás pensando tanto? —pregunta en mi oído, haciéndome saltar del susto.—En nada —replico encogiéndome de hombros.—¿No te estás divirtiendo? —quiere saber con tono irónico. Giro para mirarlo y le dedico una sonrisa forzada.—La verdad que no… —Hago puchero con la boca y arquea una ceja—. Me dijiste que tenemos que disfrutar la fiesta, pero estoy demasiado aburrida.—Bueno, yo conozco una manera en la que podemos diver
Me levanto el lunes a la mañana con más sueño que energía. Veo que son las 9 de la mañana, no se escucha absolutamente nada en la casa y, al entrar a la cocina para tomar el desayuno, encuentro una nota pegada en la heladera con un imán de corazón. Esta noche a las 8, primera clase de baile. Te paso a buscar después del trabajo. Alex Frunzo el ceño. ¿Cómo que nos anotó de verdad a la clase? ¡Yo pensé que lo había dicho para hacer feliz a su mamá por un momento! No lo puedo creer, si apenas pasaron tres días de la fiesta. Bufo y niego con la cabeza, que ni crea que voy a ir a ese lugar. Tengo dos pies izquierdos y lo que menos quiero es pasar vergüenza frente a él. Además, en todo caso, ¿de qué me serviría aprender a bailar si ni siquiera nos vamos a casar de verdad? Ahora que lo pienso… ¡vamos a tener que fingir con absolutamente todo! Vamos a tener que hacer de cuenta que estamos organizando todo como si fuera real, ¡el vestido de novia! Seguro Emma va a querer acompañarme a compr