Era una mañana soleada cuando sonó el teléfono en nuestro apartamento. Alex y yo estábamos sentados en la sala de estar, desayunando, todavía lidiando con las secuelas de la revelación de Amelia. El ambiente estaba tenso y cargado de incertidumbre. Cada llamada telefónica o mensaje de texto nos llenaba de ansiedad, sin saber si sería otra táctica retorcida de Amelia. Alex y yo habíamos decidido enfrentar juntos la situación, sin importar cuán dolorosa y complicada se volviera. Nuestra relación había sido puesta a prueba de maneras que jamás habríamos imaginado, y ahora, con la noticia de que él podría ser el padre del bebé de Amelia, las tensiones se encontraban en su punto más álgido.Alex se levantó y miró el identificador de llamadas antes de contestar. Su expresión se tornó sombría mientras escuchaba al interlocutor en el otro extremo de la línea y me miró de reojo. Yo lo observaba con preocupación, preguntándome quién podría estar llamando en un momento tan delicado.Finalmente,
Esa noche, después de haber enfrentado la verdad sobre los resultados del ADN, Alex y yo nos retiramos a nuestra habitación. A pesar de que una sensación de alivio flotaba en el aire, yo seguía lidiando con una tormenta emocional interna. La confusión y la traición que Amelia habían sembrado en nuestras vidas habían dejado cicatrices profundas.Alex me miró con preocupación mientras me sentaba al borde de la cama, sumida en mis pensamientos.—Maia, ¿estás bien? —preguntó con ternura, acercándose a mí.Asentí, pero sabía que no podía ocultar mis sentimientos por mucho más tiempo. Me volví hacia él y suspiré.—Alex, esta situación con Amelia, la manipulación y las mentiras... Me ha hecho dudar de muchas cosas. No sé si puedo seguir adelante con nuestra relación después de todo esto.Vi la sorpresa en su rostro mientras asimilaba mis palabras. No era mi intención herirlo, pero tenía que ser honesta con mis sentimientos.—Maia, entiendo que esto ha sido increíblemente difícil para ti, par
El anuncio de mi embarazo dejó un eco incómodo en la habitación, un silencio denso que parecía atrapar el tiempo en suspenso. Las palabras habían salido de mi boca con una mezcla de ansiedad y emoción, pero ahora enfrentábamos las consecuencias de una revelación que cambiaría nuestras vidas de maneras inimaginables.La expresión en el rostro de Alex era una mezcla de sorpresa, confusión y preocupación. Se quedó mirándome fijamente, como si tratara de asimilar la noticia.—Maia... —murmuró finalmente, su voz temblando ligeramente—. ¿Estás segura? ¿Hiciste un test de embarazo?Asentí con lentitud, sintiendo una oleada de inseguridad recorriéndome. Había compartido la noticia antes de tener resultados concretos, y ahora lamentaba la precipitación.—Hice un test de embarazo en el centro de salud esta mañana, y dio positivo. Pero para estar segura, programé un análisis de sangre para confirmar.Alex retrocedió un paso, como si mis palabras lo hubieran golpeado físicamente. Sus ojos se posa
Mis manos temblaban mientras doblaba una camiseta, incapaz de contener las lágrimas que empañaban mis ojos. Recordé los momentos felices que había compartido con Alex, las risas, los viajes juntos, las noches de complicidad. Había sido el amor de mi vida, y ahora estábamos al borde del abismo.La distancia emocional entre nosotros se había vuelto abismal desde que compartí la noticia de mi embarazo. Alex, el hombre al que había amado con todo mi corazón, no estaba preparado para ser padre. Su reacción había sido un muro frío que se alzaba entre nosotros, y nuestras conversaciones se habían vuelto tensas y llenas de silencios incómodos.Sabía que tenía que tomar una decisión, y tenía que ser rápida. No podía quedarme en Australia, en esta tierra que había sido testigo de mi felicidad y mi dolor. No podía quedarme con un hombre que no quería ser parte de la vida de nuestro hijo.Mientras colocaba una foto de nosotros dos en la maleta, me pregunté si alguna vez volvería a ver a Alex. Si
Las semanas pasaron sin noticias de Alex. Cada día que miraba mi teléfono, la esperanza se desvanecía un poco más. No sabía si estaba herido, enojado o simplemente había decidido a seguir adelante sin mí. La incertidumbre me carcomía, y mi vida se sentía como un constante estado de espera.En mi trabajo en la editorial, encontré cierto refugio en la rutina diaria. Sumergirme en la edición de manuscritos me permitía temporalmente escapar de la tormenta emocional que me envolvía. Sin embargo, las noches eran difíciles. Las horas solitarias me recordaban la falta de su presencia, y a menudo me encontraba repasando mentalmente nuestras conversaciones, tratando de entender qué había salido mal.Fue durante una de esas noches de insomnio cuando Henry, uno de mis colegas cercanos en la editorial, apareció en mi vida de una manera inesperada. Henry era un hombre tranquilo, con una pasión compartida por las palabras y la narrativa. A menudo, compartíamos nuestras ideas sobre proyectos y discut
No sé qué estoy haciendo con mi vida.Estudié para ser licenciada en letras y ahora, después de seis meses de recibirme, me doy cuenta de que un título no vale ni sirve para nada. No conseguí trabajo de lo que amo, y mi primer empleo es pasarme el año nuevo atendiendo borrachos y ver felices a las parejas. Me maté estudiando, para terminar así.Suspiro mientras subo el cuello de mi abrigo y me abro paso entre la multitud que se encuentra congregada en las calles. A pesar del frío, la gente está haciendo compras de última hora, también hay niños haciendo bailes para invocar a la nieve y, claro, no pueden faltar los grupos de villancicos, aunque están cantando hace días.Esto es demasiado para mí, es el primer año nuevo que voy a pasar sola, mi madre falleció después de haberme visto recibirme y era lo único que tenía. Me aclaro la garganta mientras contengo mis lágrimas y entro al bar en el cual tengo que comenzar a trabajar en media hora.—¡Ahí estás! —exclama el hombre que considero
El automóvil de Alexander se ve más caro que todas las ganancias de mi vida, por lo que entro con suavidad, incluso saco mis zapatos por miedo a ensuciar ya que hasta el interior está reluciente, a lo que él reacciona con una sonrisa que ilumina sus ojos. —Bueno, no todas hacen eso, te lo agradezco —dice antes de cerrar la puerta del acompañante. Frunzo el ceño. ¿No todas hacen eso? ¿Pero cuántas mujeres habrán subido a este coche? No me sorprende, la verdad, teniendo en cuenta la pinta de este hombre, es bastante irresistible y seguro que lo sabe, y lo usa a su favor. —Bueno, Maia, espero que nos llevemos bien —expresa entrando al auto y arranca el motor—. En fin, muchas gracias por aceptar mi propuesta. Sé que es extraño, pero estoy desesperado.—Quiero que me cuentes todo sobre ti ya mismo o me tiro del auto, sin importarme que esté en movimiento —manifiesto con seriedad. Él asiente y se aclara la garganta sin dejar de mirar al frente.—Tengo treinta y dos años, ya te dije que m
El interior de la casa está impecable, incluso hay un aroma a vainilla exquisito flotando en el ambiente, y la chimenea encendida le da al lugar un aspecto hogareño y familiar.A unos metros, detrás de una puerta doble de madera, se pueden escuchar risas y cánticos divertidos. Trato de prestar un poco más de atención a la casa para lograr ver todos los detalles, pero el cuerpo de Alexander me obstaculiza la visión, y para qué negarlo, también me deja sin aliento.—¿Estás lista? —me pregunta aproximándose un poco más a mí, a tan solo unos centímetros de mi rostro. Puedo sentir su cálido aliento con aroma a menta, por suerte, y una leve fragancia a nueces.En un suave y fugaz movimiento, me quita el abrigo, dejando una caricia a medida que va desnudando mi piel. ¿Cómo un gesto tan imperceptible puede provocarme un cosquilleo tan intenso? Se aleja para colgar el saco en una percha y luego regresa, mirándome con una pequeña sonrisa.—No me contestaste —dice—, ¿estás lista o no?Asiento rá